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    MILAGROS SOCORRO: Todo el Gobierno contra Venezuela



    “Las operaciónes son tan
    simples como retorcidas”

     

    Se aplasta el aparato productivo y estrangula a los productores para obtener bienes por debajo de su costo real y así crear la sensación de que la revolución lleva comida barata a unas masas de pobres cuya salida de esa condición no está contemplada. Más simple aún: el sector E, condenado a ser mayoritario, es el gran vivero de votos para el régimen autocrático y demagogo.

    Si los tuvo al principio, hace mucho que la revolución no tiene sueños ni más proyecto que su permanencia en el poder a cualquier costo. ¿Que los productores e industriales del agro venezolano van a la quiebra al ser obligados a vender sus productos a precios regulados que no llegan a cubrir sus costos? No importa; total, esos no votan por Chávez. El punto es distribuir esos productos a precios ficticios entre quienes sí canjean su voto por la siguiente comida.

    Eso es lo que los voceros del régimen llaman “proyecto de Chávez”, “plan de país de la revolución”. Consiste en liquidar a los sectores productivos, mayoritariamente proclives al cambio democrático; endeudar a la república hasta extremos criminales para contar con dinero que echar a la calle en los meses previos al 7 de octubre; y propiciar tejemanejes donde abreva la chavoburguesía corrupta.

    Ante nuestros ojos actúan un “Ministerio de la Alimentación” y una Superintendencia de Costos y Precios que acaban con las fuentes de producción de alimentos de su propio país, al tiempo que privilegian la importación irracional como política de Estado. Nadie ignora que la situación alimentaria es crítica. Los pequeños y medianos productores del campo están al borde de la quiebra. El panorama de la carne de res, el azúcar, arroz, pastas, harina de maíz, aceite, caraota, leche, huevos y cerdo es dramático. El del pollo, trágico.

    La combinación maligna de un esquema de precios regulados, un ministerio que se hace la vista gorda ante la inflación constante de insumos para la producción, y la práctica delictiva de la importación, constituyen el tiro de gracia al productor nacional.

    En Venezuela no se importaba pollo. El país abastecía su propio consumo. En 2003 se inició esta práctica nefasta, y en los últimos años el fenómeno se ha convertido en una espiral perversa: el año pasado el Gobierno trajo de Brasil y Argentina más de 100.000 toneladas métricas de pollo beneficiado. Este año va por 37.000.

    ¿Qué pasa cuando un país importa un rubro cuya demanda ya cubrían los nacionales? Se estimula el empleo en el extranjero mientras se cierran las fuentes locales. Se atenta contra la tan esgrimida “seguridad alimentaria”: se destruye el aparato productivo propio y se depende más del petróleo para importar lo que comemos.

    Y, claro, se incentiva la corrupción: a la vista están los resultados de la alianza gangsteril entre funcionarios e intermediarios. Pudreval persiste y se dice que por lo menos 4 contenedores de comida importada se pierden diariamente en los puertos (hablamos de 80.000 kilos cada 24 horas). Sería interesante que Adelina González, contralora general (E) de la república, instruyera una comisión para tomar una muestra al azar de importaciones realizadas por el Estado. Se sorprendería al ver la diferencia entre lo que pagó el país un día cualquiera, versus la cotización en bolsa de dicho producto ese día. Eso, sin contar flete, seguro en dólares y alquiler de contenedores.

    La otra tragedia está en el precio. En el caso del pollo, el precio regulado a 15,61 bolívares, cuando el costo de manufactura actual es de 18 bolívares. Al precio de los insumos en perenne aumento se suma el costo de la ineficiencia de los puertos ­la llamada congestión portuaria­, que encarece de 15.000 dólares a 19.000 dólares diarios la adquisición de materias primas. Si a ello le sumamos el nuevo peaje burocrático de la planilla de “costo guía del inside”, debemos sumar 45.000 bolívares por cada barco de 30.000 toneladas.

    Este es el drama de los productores venezolanos de carne de res, azúcar, arroz, pastas, harina de maíz, aceite, caraota, leche, cerdo, pollo y huevos, entre otros productos castigados por un Estado que persigue y castiga la producción nacional. ¿Por qué este ensañamiento con los productores nacionales, si cualquier gobierno decente vela por su autoabastecimiento y sus fuentes de empleo? Requetesimple: afán electoral.

    Qué importa que la imposibilidad de operar conduzca a la escasez.

    Para eso está la importación, insuperable fuente de rendimientos a quienes la decretan y ejecutan.


    Por: MILAGROS SOCORRO
    POLÍTICA | OPINIÓN
    CIUDAD | CARACAS
    EL NACIONAL
    Domingo 20 de Mayo de 2012


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