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    ELIDES J. ROJAS: Más santo que candidato



    “Si gana en octubre, otro milagro…”

     

    Poco a poco, entre cuñas cubanas y montajes propagandístico, el jefe se acerca al Olimpo.

    Impresionante la cuña electoral donde un compatriota, casualmente afrodescendiente, pobre, hundido en la miseria, abandonado en su infancia, maltratado por la vida, nos explica cómo apareció en su vida “el Bolívar este” y lo convirtió en persona, le dio trabajo, le consiguió esposa, lo vistió, le cepilló los dientes, le echa talquito y le sirve la comida en la cama.

    Esa cuña magistral, digna de un premio al populismo vulgar y a la idolatría más primitiva, además de transmitir unas imágenes dignas de una telenovela mexicana de los años 70, de esas que le hablan directamente al corazón de las mujeres, de esas sacadas de la vida real, de esas que desgastan los conductos lacrimales; termina con una llamado a la adoración y al arrodillamiento con velo tan golpeador que, después de esa cuña, habría que guardarle los domingos al comandante líder de la revolución. La cosa dice más o menos así: en mis prioridades primero está Dios y después micomandantepresidente.

    Moqueo aparte, lágrimas de sangre, trago tipo pepa de ciruela en la garganta, procedamos de inmediato a generar un par de propuestas que bien pudieran agregarse a la última joya de la propaganda socialista y ayudar a micomandante a alcanzar un puesto en el santoral nacional, listo para hacer milagros, listo para multiplicar panes, parar muertos y resucitar, no al tercer día, sino cada tres días.

    Cuña 1. Micomandante sobrevuela Petare en cámara lenta, moviendo las inmensas alas blancas, mientras lanza pedazos de chuleta, panes, yuca frita, harina, maíz y hasta guasacaca sobre el barrio José Félix Ribas. Abajo la gente empobrecida, lanza alaridos en medio de ataques de histeria, mirando al cielo de rodillas. Una señora, para cerrar la escena, despide mirando la cámara y dice: gracias, mi ángel, por esta comida. Mañana a la misma hora, por favor.

    Cuña 2. Micomandante, en una hermosa tarde de esas que en el fondo están entre anaranjado y gris, brota del mar frente a Macuto como Venus montado en una concha. En su derecha lleva, orgulloso, el plan de rescate de Vargas. En su izquierda, la espada de Bolívar. Se eleva y desde allí, con su sola mirada y un movimiento tipo mago de la espada, apareció la caminería frente al Litoral, el monorriel desde el aeropuerto hasta Caraballeda, limpió el verde lagartija de las piscinas de Los Caracas, el mar se tornó esmeralda, nacieron decenas de torrenteras. Una familia completa camina por las arenas blancas de Naiguatá, miran directo a la cámara y dicen en coro: primero micomandante, segundo micomandante y tercero micomandante. Un bebé se sonríe en primer plano para terminar la cuña con el Aleluya de Haendel.

    Si gana en octubre, otro milagro.


    Por: ELIDES J. ROJAS L.
    erojas@eluniversal.com
    @ejrl
    EL UNIVERSAL
    miércoles 20 de junio de 2012

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