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    ADOLFO R. TAYLHARDAT: El gran mentiroso



    El empeño de mantenerse atornillado
    en la silla presidencial

     

    Un año entero llevamos descifrando el acertijo de si será verdad o no lo de la enfermedad del führer porque hasta ahora no se ha dado información precisa, certificada por un galeno autorizado. ¿Será que ningún médico quiere comprometer su prestigio afirmando algo que no es verdad?

    Lo cierto es que cualquiera sea la respuesta a ese acertijo, el inquilino de Miraflores es un gran embustero. Esto no es nada nuevo. Estamos ya lamentablemente habituados a sus mentiras. Pero resulta imperdonable que un jefe de Estado se valga de sus condiciones de salud para engañar a todo el mundo.

    Yo me cuento entre quienes dan por verdadera la versión de que efectivamente está enfermo. Reconozco mi ingenuidad, pero pienso que un gobernante no puede, o no debe, mentir sobre el estado de su salud. Resulta indigno que el presidente de un país engañe a su pueblo en un tema tan espinoso y delicado. Pero, y allí radica mi ingenuidad, sabemos que la mentira forma parte de su propia naturaleza y de su forma de gobernar. Ninguna de sus promesas, comenzando con las que hizo el mismo día en que fue electo presidente han sido cumplidas. Vivimos bajo un régimen donde prevalece el engaño, la mentira.

    Si efectivamente está enfermo la mentira radica en el espectáculo que ha montado para hacer creer que está curado. No soy médico pero resulta a todas luces imposible que una persona que sufre de cáncer, que ha sido objeto de varias intervenciones quirúrgicas y que se encuentra sometida a tratamiento de quimio y radioterapia aparezca como que ha recuperado totalmente la salud. Pero la ambición de poder y el empeño en perpetuarse en él parece que lo han llevado a simular que ya no tiene nada y trata de presentar la misma imagen que proyectaba antes de que se desarrollara la grave dolencia que le aqueja. Las maratónicas apariciones en televisión, sus discursos interminables, repetitivos y tediosos, su participación en actos oficiales y su comportamiento general son parte del empeño en hacer creer que ya está curado, que venció la enfermedad. Es como si tratara de demostrar que es tan poderoso que ha vencido un mal tan mortal como el que padece. Su propósito sería engañar para que sus condiciones de salud no afecten su aspiración a seguir gobernando.

    En el otro caso, si no tiene nada como mucha gente piensa y todo es una farsa, la mentira se torna inescrupulosamente descomunal. Llegar al extremo de fingir y montar deliberadamente una comedia de esa magnitud para estimular la conmiseración del pueblo y ganar apoyo por lástima es algo inédito en política, al menos que yo sepa.

    Si es así, detrás de esto tiene que estar directamente involucrada la mentalidad perversa de la dirigencia cubana que necesita, a toda costa, mantener al führer en la silla presidencial para poder seguir beneficiándose de su munificencia.

    Abraham Lincoln dijo que se puede engañar a unos pocos durante mucho tiempo, a muchos durante poco tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo. De manera que tarde o temprano se sabrá la verdad verdadera. Una vez que esto ocurra, el mandatario venezolano quedará consagrado en la historia política, no solo de Venezuela sino del mundo, como un gran mentiroso, como un vulgar embustero.

    Los venezolanos, particularmente la gente humilde, que es la más proclive a identificarse con el que sufre, no merecemos ser objeto de una pantomima de esa magnitud simplemente por satisfacer las ambiciones desmedidas de poder.

    Cuando escribo este artículo aparece publicada la noticia de que el dictador Mahmoud Ahmadinejad, el pana querido, el hermano entrañable, el aliado incondicional del dictador de aquí, ha anunciado que no volverá a presentarse como candidato a la presidencia de su país. Considera que ocho años de gobierno son más que suficientes y resolvió desistir para dedicarse a su actividad científica profesional. ¡Qué bueno sería que durante su anunciada próxima visita a Venezuela nos hiciera el favor de convencer al führer que haga lo mismo y lo convenza para que desista de su empeño de mantenerse atornillado en la silla presidencial!


    Por: ADOLFO R. TAYLHARDAT
    OPINIÓN | EL UNIVERSAL
    www.adolfotaylhardat.net/indexbis
    miércoles 20 de junio de 2012


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