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    THAYS PEÑALVER: Las chicharras rojo-rojitas



    “El canto de las chicharras…”

     

    Aprovecho para contestar una misma y paradójica crítica hecha por dos lectores, uno opositor y otro oficialista. Como los dos me piden que simplifique mi crítica lo haré lo más sencillo posible: Había una vez un país en 1970 que vivía mas o menos de su trabajo y esfuerzo, el barril de petróleo estaba a 1,8 dólares y sus habitantes tenían que trabajar hasta que en 1973 se triplicaron los precios y el barril se colocó en 14 dólares en apenas 3 años. Lejos de entender lo que estaba sucediendo, sus líderes que eran chicharras blanquiverdes se rieron del ahorro, de la previsión y enloquecidos triplicaron el presupuesto público, empezaron a crear leyes leoninas que no existen en ningún país pensando que aquello les duraría para siempre. Algunas hormigas le trataban de hacer entender a las chicharras que aquello era ocasional y que debían ahorrar para el invierno, pero sencillamente y como en el cuento pasaron a la historia como p…, más aún cuando las chicharras blanquiverdes vieron que el precio del barril volvió a dispararse triplicándose nuevamente.

    Las chicharras seguramente de buena fe, pero enloquecidas, cuadruplicaron el presupuesto y empezaron a crear colchones sociales que no existían en ningún país del planeta. Mientras las blancas importaban el Sistema Francés de Seguridad Social, con las prestaciones del Sistema Alemán, las verdes seguramente de buena fe para no quedarse atrás también triplicaron el Presupuesto y crearon una Ley del Trabajo con todas las conquistas laborales del mundo juntas y otras que no existían ni existen en ningún país. Ya en ese momento quedaban pocas hormigas en Venezuela porque por miedo a seguir siendo llamadas p…, tuvieron que callar ante la vagabundería.

    Aquello duró menos de 10 años. Y algunas hormigas saltaron a decir que era necesario rectificar, pero como los líderes eran chicharras y no les alcanzaba ya el dinero para cubrir sus “conquistas sociales”, las chicharras triplicaron el endeudamiento para prolongar la agonía y devaluaron la moneda para cubrir artificialmente su irresponsabilidad.

    Cuando los precios del barril cayeron a un tercio de su valor, tocaron fondo y las chicharras tuvieron que admitir la locura. No se podía tener una seguridad social francesa sin tener la estructura industrial francesa, no se podía tener unas prestaciones alemanas sin el financiamiento industrial alemán, no se podía tener una ley del trabajo única, mantenida artificialmente por una coyuntura de alza de precios del petróleo. Así que llegado el invierno las chicharras tuvieron que reconocer que habían obrado mal, pero ya era muy tarde cuando furioso el pueblo de chicharras educado ya como plaga de langosta, saltó a la calle a exigirles que le devolvieran su buena vida. Y saltaron de entre ellos algunos que parecían hormigas, que decían que había que corregir los errores del pasado, que había que trabajar y producir, que había que atacar la corrupción y el despilfarro. Parecía el momento de que la hormiga gobernara.

    Pero el destino siempre traicionero quiso que de entre ellos saltara una chicharra roja rojita a la que se le duplicaría el precio del petróleo al segundo año, se le duplicaría de nuevo a los tres años y se le triplicaría de nuevo al octavo repitiendo exactamente la historia que le pasó a las chicharras anteriores. Y seguramente de buena fe reinstauró completamente la irresponsabilidad junto con la Seguridad Social francesa-alemana, la Ley del Trabajo de las conquistas ultraterrestres y en vez de educar a la población como hormigas, decidió continuar el engaño de las chicharras del pasado devolviéndole a la plaga de langostas su precaria y artificial estabilidad momentánea. Pero para dejar claro que las chicharras rojas rojitas, son mejores que las blancas y las verdes cuadruplicó los colchones sociales, sin producir y como no le alcanzaba el dinero, también triplicó la deuda, hasta que llegue nuevamente el invierno, (que al día de hoy, está a la vuelta de la esquina) y no tenga ni para alimentarse.

    Mi Moraleja: Prefiero ser la p… que critica hoy las ofertas políticas actuales para tener derecho a reclamar en el invierno. Y rezo para que algún día en nuestro querido país, un grupo de hormigas construyan un partido político que hable el lenguaje de las hormigas, que no se arrejunte con las chicharras, ni que se vea tentado por el canto de las chicharras. Perderá seguramente algunas elecciones, pero de tanto dar y educar, crecerá y llegado el primer invierno de las chicharras, ganará, las desplazará y llevará a Venezuela por la verdadera y única senda de prosperidad.


    Por: THAYS PEÑALVER
    tpenalver@me.com
    @thayspenalver
    www.temas-debate.com
    EL UNIVERSAL
    jueves 7 de junio de 2012


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