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    CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ: Paquetazo rojo



    Capriles propone
    el “antipaquete”

     

    Capriles propone un “salariazo” que se financiará con el simple cese de regalos a otros países.

    “El Paquete” fue el estigma comunicacional que motejaron al programa de ajustes macroeconómicos, implantado en Venezuela -y en el resto del continente durante los 80 y 90- para corregir un déficit de 8 mil millones de dólares en el BCV, con el barril de petróleo a 7 dólares. Impidió que el país tomara la “autopista del Sur” de hiperdevaluación e hiperinflación. Hoy le tocan a Europa los paquetes para enderezar economías sin competitividad y con déficit fiscales gigantescos, tal como Latinoamérica en época de bajos precios de las materias primas y gastos públicos incontrolables.

    “Si el mundo se desploma caminaré impávido sobre sus ruinas” dijo Horacio que podría, gracias a su integridad. Los ajustes de los ochenta, equilibrio cambiario, fiscal, de precios le permitieron a la región caminar impávida sobre las ruinas de la actual crisis europea. En Venezuela, sin esas virtudes destruidas por el primitivismo, los descomunales precios del petróleo, de perspectivas ascendentes, hacen boba la idea de un “paquete”.

    Capriles propone el antipaquete: un salariazo que se financiará con el simple cese de regalos a otros países. Una racionalización del dispendioso y demencial gasto fiscal, no para restringirlo, sino articularlo en un plan de inversiones en infraestructura y educación, y reformas económicas que recoloquen al país en el camino de la productividad y las exportaciones.

    El paquete umbrío que el gobierno saliente quiere imponer a los venezolanos es el comunismo, a través de la destrucción de los poderes regionales y locales, para sustituirlos por brazos mercenarios del PSUV, los tentáculos del Estado comunal, para revertir ese salto titánico en la democratización del país: la Ley de Elección directa de Gobernadores y Alcaldes de 1989.

    Esa ley no sólo mejoró exponencialmente la administración de los recursos públicos, al introducir el principio de la “responsividad”, que los administradores se deban electoralmente a los administrados, sino que desplazó el poder del centro a la provincia y de las cúpulas a las bases. Se fortaleció el liderazgo regional y a partir de 1989 gobernadores y alcaldes exitosos fueron candidatos presidenciales, incluso el actual de Miranda, cosa impensable en el pasado.

    Las gobernaciones electas han sido decisivos focos de resistencia al plan totalitario y lo frenaron, hasta el punto de que hoy está en jaque la revolución. Los golpes del 92 fracasaron gracias, entre otras, a los gobernadores electos.

    Gramsci en acción. La alternativa ha avanzado en guerra de posiciones ganando gobernaciones, alcaldías y diputados, que destiñeron el mapa rojo de 1992. Ante la imposibilidad de derrotar la emergencia en regiones y municipios, el gobierno concibe el Estado comunal para liquidar la institucionalidad democrática local, electa por el pueblo y con liderazgos anclados en la gente. Según el modelo soviético quiere sustituirla por falsas comunas, excrecencias clientelares del PSUV, que rinden cuentas a un ministerio, no al pueblo.

    Como cualquier otro proyecto totalitario, busca aniquilar la más mínima expresión autónoma de la sociedad frente al caudillo. Por las ironías maquiavélicas, la incapacidad de los administradores del totalitarismo debilita gobernaciones y alcaldías, pero las falsas comunas del PSUV no funcionan sino como focos de corrupción. El peor de los mundos.

    Si el proyecto totalitario cobrara oxígeno -hasta que reviente una crisis económica devastadora que viene por debajo- las comunas contribuirían a envilecer aún más la vida ciudadana. Ocupaciones de apartamentos, terrenos, fincas y empresas, atropello a comerciantes, espionaje con daños terribles al derecho de propiedad, la democracia y la posibilidad de que los más humildes tengan una vida digna.

    Intervenciones telefónicas (Caracas, Rayuela, 2012). Siento satisfacción por este libro, escrito por un hombre valiente de 24 años, Manuel Carrillo Romero, que al comienzo de su carrera de abogado no concilia ni busca acomodo, sino que se la juega y se mete en la candela. Un trabajo documentado, académicamente intachable sobre esa monstruosa violación de Derechos Humanos: espiar ciudadanos para luego publicar en “La Hojilla” conversaciones privadas.

    Está lleno de conocimientos, consideraciones jurídicas profundas -y coraje-, y la sola bibliografía es una referencia para quien quiera meterse en las entretelas de esta práctica malsana y degradante. Lo presentaremos el miércoles 19 en el Edificio mene Grande.


    Por: CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
    Politica | Opinión
    @carlosraulher
    EL UNIVERSAL
    sábado 15 de septiembre de 2012

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