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    MANUEL MALAVER: Chávez: ¿cuánto cuesta el fraude?



    “La tentación totalitaria
    del autócrata saliente”

     

    Consultores 21, Varianzas, y a última hora IVAD. Nos traen cifras y pronósticos que confirman que ya hay una tendencia irreversible favorable al triunfo de Henrique Capriles Radonski en las presidenciales del 7 de octubre, y que lo más apropiado a optar para Chávez y sus seguidores, sería trabajar para un segundo lugar honroso en una Venezuela donde hasta ellos encontrarán cobijo para permanecer o retirarse de la política.

    Un sueño que sucederá a la pesadilla chavista, en la cual, el país fue consciente y criminalmente casi que arrastrado a la guerra civil y solo el talante y la cultura democrática, y sólidamente anclada en la paz y la libertad de los venezolanos, evitó que fuéramos hoy una réplica de Colombia, Siria o Afganistán.

    No deberíamos, sin embargo, descartar la posibilidad de que el peligro que Jean-Francois Rével llamó en un memorable ensayo “la tentación totalitaria” no esté totalmente cauterizado, y que hoy, cuando el crepúsculo comienza a nublar de sombras la que será la larga noche del chavismo, “gritos y susurros” no estén clamando por tirar la ultima parada “ahora cuando todavía se puede”.

    Abismo, barranco, despeñadero que a estas alturas solo tiene un nombre, FRAUDE, ya que sería la forma más ascéptica, indetectable, de punta, limpia, incruenta y, por tanto, camuflageable, para quedarse aunque sea un año más en el poder.

    Es, también, en la que más ha trabajado y experimentado el chavismo en los últimos años, con un organismo electoral controlado o casi controlado por la llamada “revolución”, con cuatro de sus cinco rectores orgullosos de exhibir su carnet “patria o muerte”, el REP totalmente corrompido y manejado a antojo por comisarios electorales, y un sistema de votación automatizado del cual dicen algunos estadígrafos es “perfecto”, porque no deja huellas ni de “bienhechurías, ni de malhechurías”.

    Lo más perverso, sin embargo, vendría por el lado de lo fácil que resultaría al oficialismo, a través del “Plan República”, neutralizar la movilización de los sectores de oposición para garantizar la vigilancia del proceso y del conteo electorales y salir después a emitir cifras y números que solo pueden vomitarse desde la arrogancia y la audacia de quienes no quieren abandonar el poder.

    ¿Cuál es entonces la ventaja o arma cívica que obliga a la oposición a mantenerse en la batalla, cuáles los cañones que la impulsan a jugárselas todas para que el 7 de octubre emerga el cambio, el vuelco de 180 grados que no es otro que el regreso a Venezuela del estado derecho, la democracia y la libertad?

    Pues, simplemente, que ahora si no hay dudas de que la oposición cuenta con el respaldo mayoritario de los electores, que la candidatura de Henrique Capriles Radonski ha desatado un sentimiento y un entusiasmo como pocas veces se había visto en el país, y que su ascenso, que ya supera a Chávez por los menos en 5 puntos, ocurre a una velocidad que hace inevitable que lo aplaste en las urnas por avalancha.

    Terremoto más tsunami que ocurre, además, en una circunstancia en que Chávez, y su movimiento político, lucen totalmente desgastados, agotados, cansados, desacreditados, y dando síntomas de una metástasis, o enfermedad terminal, que los coloca frente al dilema de “renovarse o morir”.

    La campaña electoral ha sido precisamente el escenario ideal donde el país ha visto a este chavismo de quimio y radio terapia, que clama por un tratamiento con células madres, y solo sostenido en la ilusión de que, un país destruido después de 14 años de socialismo utópico, reeliga al destructor, al autor de tanta maldad, incompetencia y disparates y le de una prórroga de 6 años adicionales para concluir su obra y, presuntamente, vaya al sepulcro con los 30 millones de personas y el millón de kilómetros cuadrados que alguna vez fueron el país que se llamó Venezuela.

    Por eso, más allá del fraude y de la vocación y los recursos para hacerlo, no existe una micropartícula de duda de que los electores saldrán esta vez a obligar al gobierno a reconocer su triunfo, a imponerle su victoria y a darle la lección de que, una sociedad que lo ha arriesgado todo por defender sus derechos, no se los dejará arrebatar en el momento decisivo por un movimiento político y su jefe moribundos.

    Instantes, de presentarse, quizá de los más dramáticos y graves que ha vivido la República en sus 200 años de historia, pero que, a lo mejor, por eso mismo, convencen a Chávez de la necesidad de entregar el poder, de pasarle la pelota a Henrique Capriles Radonski e irse a las duchas donde, ¡quién sabe si lo espera un equipo maltrecho, pero aguerrido y presto a reponerse para participar en otro campeonato!.

    De otro lado, Chávez tiene que percibir que ya su empeño por mantenerse 14 años en el poder, le significó a Venezuela y a los venezolanos la pérdida de incalculables recursos comprando apoyos y voluntades de supuestos aliados que no hicieron otra cosa que “vivírselo”, organizando una entente antiimperialista y antinorteamericana como el ALBA que agoniza según han bajado los precios internacionales del petróleo y comprándole chatarra militar a China y a Rusia, o comida que pudo producirse en el país a Colombia, Brasil, Uruguay y Argentina, que son los países que se han favorecido de los precios del último ciclo alcista del crudo, porque, tal como sucedió con la España que descubrió y conquistó América, Chávez utilizó la pasada y milagrosa bonanza para enriquecer a otras economías y arruinar la propia, a la nuestra.

    Un tinglado de alianzas, de componendas, complicidades, corruptelas y enroques que será imposible reimplementar ahora que los precios del crudo están congelados o se mueven a la baja y las reservas internacionales, como las disponibilidades en caja, no dan como para que el comandante-presidente se sostenga 6 años más en el poder.

    De ahí que: ¿Cuánto costaría ese FRAUDE presidente? ¿Cuánto habría que darle al siempre codicioso “su nuevo mejor amigo” Juan Manuel Santos, a Dilma Rousseff que ve con horror como se le evapora el boom de las importaciones chinas, a Cristina Fernández asfixiada por la quiebra real de la economía argentina y a los chinos y rusos que nos tienen como el basurero de sus armas obsoletas, y a los pedigüeños de siempre, a Mujica, Evo, a Correa, a Ortega y los longevos, pero insaciables hermanos, Fidel y Raúl Castro?

    ¿Cuánto, cuánto, cuánto?

    Porque negar que sus 14 años en la presidencia dejan a Venezuela en ruinas y en trance de ser reconstruida, es una verdad que ya hasta usted mismo admite, y si eso es así, ¿por qué no ponerle un parao al gasto por sus inmensurables delirios de poder, e invertir tamaña riqueza -que iría de nuevo a manos de sanguijuelas extranjeras-, en recuperar el sistema eléctrico, reparar la deteriorada infraestructura vial, combatir la delincuencia y mejorar la seguridad personal, acometer programas para recuperar escuelas, liceos, universidades, hospitales, ambulatorios y darle la mano a tantos venezolanos que necesitan un techo digno donde vivir, trabajar y levantar una familia que continuará su obra y legado?

    Y PDVSA, presidente, PDVSA, convertida literalmente en un desecho, ya sin la que fue su principal refinería, importando gas, gasolina y hasta crudo para cumplir sus compromisos internacionales y con las más grandes reservas de crudo de planeta intactas porque no tiene recursos, ni tecnología, ni personal calificado, ni los socios adecuados para explotarlas.

    Y tanto como eso, presidente, permita que sea otro venezolano, un hombre joven que no está contaminado por el pasado reciente de odios, venganzas y divisiones, quien abra las cortinas del país para que regresen las inversiones extranjeras, la tecnología de punta, la energía eólica y las fábricas que no solo no contaminan sino que preservan en ambiente, y músicas, y danzas, y cantos y colores que no se perciben porque el polvo del pasado y los anacronismo empañan su brillo.

    Por último, ¡váyase presidente!, por unos años, por unas décadas quizá y no es que lo estemos echando porque como venezolano tiene tanto derecho a vivir en esta tierra como nosotros, sino porque, después de tenerlo 14 años metido en nuestros hogares, calles, plazas públicas, escuelas y sitios de culto y oración, es justo que nos permita descansar de usted aunque sea por unos 20 añitos.


    Por: Manuel Malaver
    Politica | Opinión
    Domingo 16 Septiembre, 2012





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