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    VLADIMIR VILLEGAS: 7-O, que hable la mayoría



    Tiempos de cambio

     

    El 7 de octubre vamos a unas elecciones realmente trascendentales para la democracia, porque se trata de decidir entre cerrar o continuar el actual ciclo histórico. Porque es una tremenda oportunidad para hacer las cosas de manera diferente en Venezuela, sin apelar a la división entre los venezolanos como combustible para empujar una gestión de gobierno que debe ser para todos, y no para anular o aplastar a un sector del país.

    Por eso no hay que empeñarse en ver el ya cercano día de las elecciones como una guerra de la cual uno de los dos bandos saldrá definitivamente vencedor y el otro borrado del mapa. Así no es la dinámica política y social. Así no funciona la cosa. Y tener claridad en este aspecto es vital para que el domingo 7 de octubre queden aislados quienes pretendan suplantar el libre ejercicio del voto ciudadano por una confrontación con ribetes de odio, miedo, intolerancia y violencia.

    Ese discurso interesa a muy pocos, y perjudica a la absoluta mayoría de los venezolanos.

    Y si algún pequeño espacio para la coincidencia debe existir entre los dos sectores que se disputan el favor popular tiene que concretarse alrededor de un clima de respeto y reconocimiento del otro, cosa, por cierto, que no ha sido posible encontrar en el discurso del actual Presidente de la República y de algunos de sus más cercanos colaboradores. Muy pocos, poquitos, de quienes se llenan la boca con amenazas o con insinuaciones sobre hechos de violencia si se produce un resultado adverso a sus deseos saldrían a poner el pellejo propio en el asador, y seguramente poco o nada les preocupa que otros lo hicieran.

    Por fortuna, la gran mayoría de los venezolanos, sean chavistas o no, ya le tienen alergia a las agendas de locura. Este dato es básico para ser optimistas con respecto al desenvolvimiento de la situación el 7-O.

    El candidato de la alternativa democrática, Henrique Capriles, viene insistiendo, incluso desde antes de las elecciones primarias, en el objetivo de conquistar un nuevo momento político que deje atrás el apartheid, en el cual la confrontación entre visiones diferentes se produzca con adversarios políticos y no con enemigos a muerte. Y ha tenido éxito en su actuación como gobernador porque demostró que se puede hacer una gestión para todos. Por eso su mensaje está calando en sectores sociales considerados hasta no hace mucho como bastiones irreductibles del chavismo.

    Hoy, a escasos días de las elecciones, se respiran aires de cambio, se avizora una victoria de Capriles y de una mayoría diversa, no sumisa ni ganada para pasar de la actual situación de discriminación, de sectarismo, de chantaje emocional, a una similar pero con otros símbolos, rostros y colores. Diría que el triunfo de Henrique será liberador incluso para quienes en el chavismo, sean dirigentes de alto nivel, medio o de las bases, no sienten plena libertad para expresarse, para hacer sentir un punto de vista propio, con matices, con razonamientos no impuestos por el líder mesiánico. Para quienes ya están cuestionando, aunque sea en la soledad de sus íntimos pensamientos, el autoritarismo, el discurso de odio, y ese “estado general de sospecha” propio de los gobiernos que se sustentan en el incondicionalismo.

    Toca a la dirigencia política, tanto del oficialismo como de la alternativa democrática, en estos días que restan para los comicios, actuar con serenidad, disposición al diálogo y sobre todo con responsabilidad política. Es un momento en el cual, sin renunciar a lo que cada quien cree, se deben dejar activados los vasos comunicantes a todos los niveles para garantizar que se exprese sin cortapisas y se respete la sagrada voluntad popular. Es tiempo de elecciones, no de guerra.


    Por: VLADIMIR VILLEGAS
    vvillegas@gmail.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL



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