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    JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO): Mi pronóstico



    ¡Qué difícil compadre; porque,
    así como llueve, escampa..!

     

    “¡El cielo está engarambintintangulado!¿Quién lo desengarambintintangulará? El que lo desengarambintintangulare, buen desengarambintintangulador será”. Una vez más, el clima está enrarecido. Si agarramos el paragua, el sol aprieta. Si lo dejamos, nos cae encima el chaparrón. ¡Qué difícil es en estos tiempos de cambios climáticos pronosticar cómo estarán las condiciones atmosféricas de nuestro país! ¿Verdad? ¿Saldrá el sol? ¡Quién sabe! ¿Lloverá? No es fácil saberlo; definitivamente, es complicado predecir en un país tan, pero tan tropical como el nuestro.

    Ya no es como antes que, “cuando Petare está puesto”, sin equívocos llovía en toda Caracas. Eso ocurría en una época donde los aguaceros no dejaban la cantidad de damnificados que tenemos hoy en día. Sinceramente, una muy lamentable historia que, lejos de resolverse, aumenta como la cantidad de refugios habilitados “provisionalmente”, que al final se convierten en viviendas “para siempre” de quienes llegaron allí pensando que sería una solución temporal.

    Hace pocos días, leí una noticia que me hizo comprobar que, “por ahora”, no perderé mi capacidad de asombro: el gobierno investigará si las lluvias, las recientes tormentas, el granizo y quizá hasta el mismísimo Cordonazo de San Francisco, son producto de un tremendo complot -seguramente internacional- para empañar y ensombrecer la gestión del Comandante. Esto parece un sainete donde los culpables siempre son otros; pero, jamás, la falta de planificación, mantenimiento, inversión y todas esas cosillas que puedan servir como sinónimo de buena gerencia.

    O es que acaso no tenemos aún fresquito en la memoria que fue un impertinente rayo -¿lanzado por Zeus?- el que provocó el incendio en la Refinería de El Palito. ¡Qué empeño el del cielo en echarlo todo a perder! Y tan bonito, tan inalcanzable y tan impredecible que es. Cielito lindo, pues.

    El hombre, en su empeño por comprender y controlar su hábitat, siempre ha deseado predecir, adivinar o vaticinar todos esos fenómenos; muy especialmente, los relacionados con esta naturaleza. Por supuesto, tampoco faltan aquellos que quieren conocer lo que les deparará el futuro; pero, en materia de clima, siempre ha habido quienes se afanan y ufanan en hacer sus predicciones.

    Y, ¡qué cosa! ¿No? A veces, hasta las pegan. Pero otras no tanto. Gracias a la tan cacareada globalización -y a la TV por cable- hoy podemos ver los noticiarios de España y enterarnos, gracias al mozuelo del tiempo, si mañana lloverá en Cataluña o en Logroño y saber si la misma princesa de Asturias estrenará su atuendo de otoño. También podemos echar una miradita a CNN y escudriñar cómo estarán los cielos, parcialmente nublados de Florida, aunque sea por escasas horas, para luego, sin arco iris ni medias tintas, aparecer el radiante astro rey en su maravilloso esplendor… ¡Esos gringos sí que pegan sus pronósticos, vale!

    Permítanme recordarles que, hace unos cuantos años, en El Observador de Radio Caracas Televisión, hubo una linda chica del tiempo. Claro sí, a ver vamos, sus pronósticos como que no eran muy atinados. Por lo general, aunque no era la regla, terminábamos haciendo todo que lo contrario de lo que aseguraba la muchacha. Igual pasaba con las predicciones de otro observatorio, esta vez el de Cajigal: pocas veces eran acertadas. Supongo que, la precisión de los instrumentos utilizados para vaticinar el bendito estado del tiempo en ese entonces, dejaba mucho que desear.

    Pero como todo cambia, los aparatos para estudiar y precisar el clima se volvieron cada más sofisticado y éste aún mucho más impredecible. La pobre capa de ozono, cual colador. El efecto invernadero provocando -según los entendidos en la materia- a El Niño, quien a veces le cede el turno cortésmente, como debe ser, a La Niña, quien también se encarga de causar sus estragos.

    Lo cierto del caso es que el cielo se nubla, se encapota, como con ganas de anunciar tempestad. Y corremos a guarecernos; pero, tal vez, no pase nada. A fin de cuentas, la mayoría de las veces, no pasa nada. Pero, por el amor de Dios, ¿cuáles serán los pronósticos para los días venideros de los que se las saben todas?… ¡Qué difícil compadre; porque, así como llueve, escampa!

    Para algunos nuestro clima está súper blindado; para otros, completamente vulnerable. Por eso, hago votos para que al mal tiempo -de llegar a ocurrir- le pongamos buena cara. Porque, amanecerá y veremos. Pero, por si acaso, es mejor que todos tengamos a mano nuestros paraguas.


    Por: JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO)
    mingo.blanco@gmail.com
    Politica | Opinión
    @mingo_1
    EL UNIVERSAL
    viernes 5 de octubre de 2012



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