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    MANUEL MALAVER: Abstenerse no es una opción



    “No podemos fallarle a la libertad
    al país y a la democracia..”

     

    Se dice que la derrota no tiene sustitutos, y se ignora que una derrota, correctamente digerida, puede ser la semilla de donde nazca la próxima victoria.

    De ahí que, para la oposición democrática, reconocer la derrota del 7 de octubre, descubrir sus causas, evaluar sus efectos y disponerse a cortar la maleza que la originaron, es tarea, que si no se ha empezado, debe estar ya en la agenda que diseña, planifica y determina las luchas del futuro.

    Y ya estamos hablando de las elecciones regionales del 16 de diciembre próximo que habrán, o de remachar la cuestionada victoria que se autoasignó el chavismo en las presidenciales pasadas a través de un CNE controlado (inexplicablemente legitimada por el liderazgo opositor), o de demostrar que la oposición sigue viva, con un apoyo mayoritario, o casi mayoritario, de los electores y empeñada en la batalla para que la otra Venezuela, la democrática, mantenga prendida la llama de la esperanza.

    Objetivo para el cual es imprescindible que los demócratas saltemos por encima de las críticas o reparos que tengamos sobre la campaña o los resultados de las elecciones pasadas, no para desestimarlos ni olvidarlos, sino para no desviarnos de la vía, ya frente a nosotros, que nos conducirá al hecho –enormemente transcendente- de que hay hombres y mujeres libres en Venezuela.

    Sabemos que no es un reto fácil, y que de nuevo se agitan las banderas de quienes opinan que votar es poco menos que un gesto frívolo, que ejercer el derecho al voto en las condiciones que impone un gobierno que no lo respeta, es legitimar al dictador, sin embargo, sufragar en cualquier coyuntura, aun con las ilegales reglas que establecen sátrapas de la misma estirpe de Chávez como Lukashenko, Putin, Ahmadinejad y Bahhar Al Assad y Mugabe, es también un acto de legitimación de una oposición que no se rinde y está dispuesta a enfrentar a la autocracia en cualquier terreno.

    No debe entonces aceptarse el argumento de recios, aunque equivocados, adversarios de la autocracia, en el sentido de que, como fuimos derrotados el 7-O -y lo que es más, como la dirigencia opositora, salvo excepciones, legitimó la derrota siendo un monstruoso fraude-, lo que quedaría es mantenerse al margen de gobierno y oposición y luchar, desde las posiciones de demócratas supuestamente superirreductibles y superimpolutos que se niegan a ser contaminados por la política de quienes llaman “cómplices” o “colaboracionistas” de la dictadura.

    O sea, desde la posición del “no hacer nada”, del “no participar” y del abstenerse que es, exactamente, “la pequeña ayuda de los amigos” que necesitarían Chávez y los chavistas para convertirse en los dueños absolutos del poder en Venezuela.

    Los neototalitarios que luego de la usurpación seudodemocrática de 1998, vienen avanzando cual hidra, utilizando los enormes recursos de la renta petrolera para pervertir y corromper los derechos ciudadanos que caracterizan a una sociedad de democracia constitucional, como el voto, para revertirlos y emplearlos para destruir la democracia.

    Abstencionismo, “no hacer nada” y “no participación” de los cuales se alimenten y retroalimenten los absolutistas del pensamiento único, y es la manía o neurosis d aquellos que gritan que “se vayan todos”, y permiten que las bandas de los dictadores fabriquen, a través de los fraudes, las mayorías plebiscitarias con los cuales establecen el principio de que, “como el pueblo lo quiere, hay que hacer lo que el pueblo quiere”.

    Lo que el pueblo quiere”, sin embargo, no es “lo que el pueblo quiere” sino lo que quiere el dictador, quien ya viene munido de las balas de la ideología del pensamiento único para imponérsela a “quien quiere y a quien no quiere”.

    Es, por tanto, la perfecta trampajaula o ratonera, donde resultan atrapados los que votan de buena o mala fe por el jefe, e, igualmente, aquellos que lo adversan, y los que no participaron porque no le creían o gritan que se “vayan todos”.

    La estrategia de la abstención resulta, entonces, del máximo interés de los capitostes del neototalitarismo y su caudillo o mandamás, quienes, si no la promueven, si coadyuvan con cuantiosos mitos y ficciones para que los “no propensos” a votar se conviertan en militantes activos de una causa que al final concluye prestándole una ayuda valiosísima a los enemigos que, de palabra, juran abominar.

    Es, por supuesto, una de las alianzas más repelentes de la historia, ya que une a dos extremismos: el de lo seudorrevolucionarios hambrientos de poder y decididos a no compartirlo con los diferentes, y el de seudodemócratas que reniegan de una dirigencia a la que no le ven guáramos llegada la hora de la chiquitas y merece ser empujada a fracasos tras fracasos para que la fin lleguen los “puros” que deben sustituirla.

    El caso de los comunistas alemanes durante el ascenso de Hitler al poder a comienzos de los años 30 del siglo pasado que, por instrucciones de Stalin, se negaron a cualquier pacto con los socialdemócratas porque eran “blandenges” y “agentes del imperialismo”, es un ejemplo que suele citarse para demostrar como un ultrarradicalismo termina siendo favorecido por otro que intenta combatirlo.

    En Venezuela, en 1952, la decisión audaz del líder político, Jóvito Villalba, de participar en unas elecciones legislativas convocadas por el dictador Marcos Pérez Jiménez, y que lo enfrentó a la opinión de Rómulo Betancourt y Acción Democrática que afirmaban que “participar era legitimar al entonces coronel”, terminó propinándole una gigantesca derrota a la dictadura que, aun cuando en lo inmediato no condujo a la caída de la satrapía, mejoro las condiciones para que si sucediera el 23 de enero de 1958.

    De modo que, ni en la Alemania nazi de los años 30, ni en la Venezuela de los 50, el negarse a una alianza con fuerzas contrarias a las dictaduras y el mantenerse al margen de luchas políticas fundamentales por miedo a legitimar a los autócratas, no condujeron a otra cosa que no fuera hacer más fuerte la dominación tiránica.

    Los electores venezolanos identificados con la oposición, en consecuencia, están obligados a no fallarle a la libertad y a la democracia, máxime cuando ya Hugo Chávez no esconde que este período presidencial será para imponerle al país el malhadado sistema político y económico que llevó a la ruina a naciones como China, la Unión Soviética, los países de Europa del Este y Vietnam.

    Y que aun mantiene en la desventura más atroz al pueblo de Cuba, que luego 55 años de comunismo tiene índices de crecimiento, pobreza crítica, inflación, poder adquisitivo, desempleo, déficit presupuestario y deudas superiores a los de Haití.

    Y es solo logrando que los actuales gobernadores de la oposición de mantengan como los primeros mandatarios de sus Estados, y que nuevos candidatos opositores a las gobernaciones se ganen la voluntad de los votantes, como lograremos detener la carrera que empuja a Venezuela a uno de los momentos más trágicos de su historia.


    Por: Manuel Malaver
    Politica | Opinión
    Domingo 4 Noviembre, 2012





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