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    MANUEL MALAVER: El regreso de Chávez a La Habana



    “La farsa continua..”

     

    No es que no figurara en la agenda de los medios cubrir una visita del presidente Chávez a La Habana luego de conocerse los resultados de las elecciones regionales, o que se diera por descartado que, dadas las inmensas tareas que lo esperaban para reorganizar el gobierno que lo secundaría en su tercer período presidencial, no se tomara una semanita para parlotear con Raúl y Fidel (ahora en Cuba está permisado celebrar la llegada de Santa Claus) en una de esas reuniones que llaman de “planificación estratégica”), pero hacerlo de manera tan intempestiva, cuando estaba obligado a no abandonar a “sus” candidatos ahora que echan el resto por escapar al rechazo de los electores del 16-D, cuando había llamado a sus huestes a cerrar filas para fajarse en la implantación del Poder Comunal, es una embestida que no puede sino llamar de nuevo la atención sobre su hasta ahora no revelado del todo estado de salud.

    Intriga a favor de la cual las señales abrumaban, y yo comenzaría a enumerarlas recordando la participación soft de Chávez en la campaña presidencial pasada, su presencia en contados y selectivos mitines, su negativa a descender del “chavezmóvil” (que la sorna popular también llamó “la carroza”) y las muestras de dolor que no pocas veces reflejó en su rostro ante circunstancias en que había que alzar la voz o apurar el paso.

    Una vez lloró, y fue en un mitin en San Fernando, cuando en una inusitada explosión de sinceridad evocó los tiempos mejores que había pasado en la capital de Apure, lamentándose de que más nunca volvería a caminar sus calles, ni galopar a campo tendido por sus montes y pastizales .

    En otras palabras: que no era sino extremar sus dotes histriónicas, encerrarlas en el regodeo de lo inútil y lo futil, y de jugar con una circunstancia que tal vez le estaba significando la vida, sostener contra viento y marea, y sin una prueba humanamente viable (empeño que aun se percibe entre mucha gente de a pie, y campanudos dirigentes políticos, periodistas y formadores de opinión pública) que “la farsa continuaba” y Chávez no hacía otra cosa que buscar votos vía la conmiseración y la lástima.

    Extraña fórmula de hacer política electoral que jamás se había visto en ningún tiempo y lugar y más tratándose de un candidato a presidente que se impuso siempre por la fuerza, apelando a la violencia y a la carga de energía incontrolable implícitas en su gestualidad y discurso.

    Pero sea lo que fuera, y con una campaña “soft” o “hard”, con presencia o con ausencia, sano o al borde de la muerte, lo cierto es que Chávez se alzó con la mayoría de los votos en las elecciones del 7-O, según un conteo del CNE cuya legalidad puede razonablemente objetarse por el ventajismo en el proceso e irregularidades (450 según la MUD) ocurridas el día de la elecciones que el tiempo decidirá si fueron “desolvidos” del árbitro electoral o los instrumentos de un fraude.

    Razón por cual, no un Chávez plebiscitado y tonante de gloria era el que podía notariarse de aquella sorprendente elección, no el héroe que emprendía la cruzada de ganarse a los que habían votado por él (y a los otros también) para implantar la fruslería del socialismo, sino más bien a un apostador vapuleado, cada día con menos apoyo para confiar en una legitimación vía votación popular y echando manos a los recursos disponibles para emerger como un presidente constitucional que, según su sui generis interpretación de la democracia, podía, incluso, llevar a los venezolanos al matadero.

    Los días y semanas que siguieron a su elección trajeron pruebas contundentes en este sentido, mostrándolo reducido a los pasillos de Miraflores, en alguna que otra reunión de gabinete transmitida jamás en vivo y siempre en diferido, en anuncios como el cambio del vicepresidente y la remoción o nombramiento de algunos ministros, y también en el desplazamiento de algunas de sus fichas del Ejército para asumir el lanzamiento de sus candidaturas para unas elecciones de gobernadores que, ya perdieran o ganaran, los sacaba de la carrera militar.

    Entre tanto, la gestión de gobierno seguía comportándose con el abandono de siempre, revelando que, si había la intención de producir cambios en la administración para cumplir una promesa electoral que se había formulado una y otra vez, se olvidó al día siguiente que Chávez fue reelecto para un tercer mandato.

    Un nuevo derrame petrolero se había producido pero ahora en el río Guaro, cerca de Anaco, en el estado Anzoátegui, explosión de un ducto de gas cloro en la planta de tratamiento de aguas de El Picure en Vargas, las gerencias de los puertos de Puerto Cabello y La Guaira se mostraban incapaces de descongestionarlos de veintenas de barcos que había llegado con mercancías y productos para las fiestas navideñas, y las muertes por atracos, ajustes de cuenta y secuestros se exponenciaban por el cobro de los aguinaldos decembrinos.

    En definitiva, que nada diferente a la Venezuela que Chávez había abandonado el 10 de junio del 2011 cuando se le diagnosticó un cáncer en La Habana, y a la cual, solo volvió en intermitencias que le generaban, al parecer, nuevos cuadros clínicos que lo obligaban a una suerte de “eterno retorno” biológico y visceral.

    Es la historia cuyo último capítulo empezó a escribirse el martes en la noche, cuyo “este era” siempre deja el suspenso de si será el definitivo y habría que prepararse para un país donde los autores últimos se despiden pasa siempre y los nuevos aun no terminan de formarse, vestirse, ni aprender sus parlamentos.

    “Venezuela 2013”…objeto ya de análisis y pronósticos donde se borraría la rutina que se incautó un caudillo para establecer que “era el último venezolano”.

    Cargada de heridas, cicatices, quebraduras, dolencias, con dificultades para ponerse en pie, pero quien sabe si, por eso mismo, impaciente por levantarse a correr, y ganar los campos, llanuras y horizontes que la hicieron país, nación, patria.

    Año, como pocos, inscrito en los desafíos que nos salvan o nos hunden, pero en el que siento que de nuevo crearemos las bases para que despegue un risorgimento.

    El de la república democrática y constitucional, de gobierno alternativo, independencia de los poderes y estado de derecho que son las bases en que crece la civilización contemporánea


    Por: Manuel Malaver
    Politica | Opinión
    Domingo 2 Diciembre de 2012





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