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    OTTO REICH: Los nuevos ricos de la boliburguesía



    boliburgueses chavistas

    Los socios de Chávez
    en Estados Unidos

     

    Los nuevos ricos de la boliburguesía, sus Hummers, el whisky 18 años y sus mansiones son objeto de “envidia”.

    Venezuela se sumerge cada día más en una tragedia política y económica de magnitudes catastróficas. La escasez azota a toda la población. En las góndolas de los supermercados a veces no se encuentra ni leche, ni aceite ni harina. La tasa de homicidios continúa batiendo récords cada año. El país está gobernado por personas que han sido designadas “capos de la droga” por el gobierno americano. Sin embargo, dentro de este contexto, existe un pequeño grupo de personas, comúnmente llamados boliburgueses –o bolichicos, en su versión joven– que han logrado inexplicablemente crear fortunas de magnitudes superlativas.

    En una economía libre, como la de EEUU, una persona puede acumular, después de mucho esfuerzo y competencia, una fortuna de millones de dólares si logra crear un producto o servicio que la población quiera y compre. Por ejemplo, el fundador y ex-CEO de Yahoo, Jerry Yang, posee una fortuna que ronda los $1.2 mil millones de acuerdo a la revista Forbes. Aubrey McClendon, co-fundador de Chesapeake Energy, la segunda empresa norteamericana más grande productora de gas natural, posee una fortuna estimada en $1.1 mil millones según la misma revista.

    Pero que en la Venezuela de Hugo Chávez un grupo exclusivo de personas, algunos de ellos menores de 30 años y sin experiencia previa en sectores tales como el energético, logren en menos de 4 años acumular una fortuna tal que les permita comprar lujosas propiedades en Estados Unidos y fincas en Europa por veintenas de millones de dólares, aviones privados, caballos de carrera, etc., es sencillamente sospechoso. Las fortunas de estas personas son imposibles de estimar sencillamente porque las consiguieron en base a fraudes financieros y cambiarios, y contratos obtenidos del gobierno venezolano sin proceso de licitación alguno, los cuales aún ni ellos ni el gobierno de Venezuela han querido revelar.

    Los boliburgueses y bolichicos poseen ciertas características comunes. Casi todos ellos viven o vienen periódicamente a Estados Unidos. Utilizan bancos americanos para mover sus fortunas y poseen millonarias propiedades en el sur de la Florida. Contratan a las mismas consultoras de relaciones públicas, bufetes de abogados, agencias privadas de investigaciones y especialistas en impuestos para limpiar su imagen, proteger sus activos e intimidar a quien se atreva a desenmascararlos. Intentan rodearse de los más respetados lobistas tanto republicanos como demócratas para entrar de lleno en la política de Washington. Crean o forman parte de fundaciones a través de las cuales intentan mostrar su falsa preocupación por Venezuela. En algunos casos incluso financian a ciertos sectores de la oposición venezolana como estrategia para presentarse públicamente como antichavistas, víctimas y no culpables.

    Algunos de ellos han decidido denunciar en cortes americanas a venezolanos honestos. Lo hacen con el objetivo de crear una cortina de humo, poniendo sus acciones criminales al mismo nivel que las de gente honrada y evitar así que el gobierno americano les quite el refugio. Siendo prepotentes, creen que el dinero es más poderoso que la verdad. Sus abogados envían cartas intimidatorias a periodistas y medios para bloquear informes negativos. Algunos financian a sectores de la oposición al tiempo que continúan haciendo negocios con el gobierno chavista. Pero lo que seguro no pueden es dormir tranquilos, sabiendo que en sus hombros reposa una de las causas principales de la destrucción de su país.

    La destrucción que vive la sociedad venezolana es resultado de sus propias acciones. Lo es, en parte, como consecuencia de aquellos que durante los últimos 14 años han impuesto fallidas ideologías basadas en el marxismo y el odio de clases. Lo es en parte también porque han sido pocos los valientes que se arriesgaron a levantar su voz para intentar frenar el autoritarismo y la cleptocracia del gobierno de Hugo Chávez. Pero en parte también, por culpa de aquellos que prefirieron deslindarse de toda moral y utilizar la falta de Estado de Derecho para construir sus propias fortunas a espaldas de un país entero.

    Estados Unidos no tiene por qué asumir responsabilidad alguna por los primeros dos grupos. Pero seríamos cómplices si permaneciésemos callados ante tal saqueo, más aún cuando sabemos que muchos de estos saqueadores hoy disfrutan de la seguridad y generosidad de nuestro país. Estados Unidos debe dejar de proveer refugio a los socios de Hugo Chávez.

    El barrio de los nuevos ricos:

    William Dávila, miembro de la dirección del partido opositor Acción Democrática, asegura que la práctica entre los chavistas ahora es reformar casas en barrios céntricos. “Por dentro las dejan como verdaderos palacios y por fuera con un aspecto sencillo, humilde”.

    Ése no es el caso de la Lagunita. En Caracas hay una urbanización en lo alto de una colina que se llama Lagunita Country Club. Palmeras imperiales, piscina, campo de golf, gran centro comercial y un club para los vecinos con clases de flamenco, de hípica, salón de belleza, peluquería…

    Muchos opositores de Hugo Chávez aseguran que ése es el barrio adonde la boliburguesía se está instalando. “Sus casas se distinguen de lejos porque las ponen todas de mármol, con los materiales más caros”, indica una vecina. “Yo vendí hace unos años la mía. Y me la compró un chavista que quiso construir un helipuerto al lado de la casa. Como no lo dejaron, construyó un club privado. Y ahí organizan sus fiestas”. La vecina señaló la mansión, grande como un castillo, del testaferro de un ex ministro de Chávez. “Fíjese en las alambradas eléctricas de los muros. Aquí, como en el resto de la ciudad, hay problemas de seguridad. Por eso encima de los muros ponemos alambres con corriente eléctrica. Pero fíjese la diferencia entre las casas de siempre y la de este chavista”. La del supuesto chavista, en efecto, contaba con una protección eléctrica empotrada en lo alto de un muro de más de cuatro metros como si fuera un adorno.

    Después de un largo paseo en coche por la Lagunita Country Club, la vecina, que prefiere mantenerse en el anonimato, apenas pudo mostrar tres o cuatro grandes mansiones de supuestos chavistas. Impresionantes, eso sí. Pero apenas tres en una urbanización de 700 familias y en las que en ninguna elección ha ganado el partido de Chávez. “Entre las que conozco yo y las que conoce una amiga mía contamos el otro día unas 22 casas de chavistas. Seguramente hay más”.

    *Otto Reich fue subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos y Embajador de Estados Unidos en Venezuela. Ezequiel Vázquez-Ger es miembro de la organización sin fines de lucro Americas Forum for Freedom and Prosperity.


    Por: Otto Reich
    Ezequiel Vázquez-Ger
    Politica | Opinión
    El Nuevo Herald




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