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    MANUEL MALAVER: El chavismo intenta infiltrarse en la religiosidad popular



    Chávez, Mao, Castro, El Che, Marx, Bolívar y otros de los apóstoles del Socialismo del siglo XXI. Todos reunidos en un graffiti del 23 de Enero.
    Chávez, Mao, Castro, El Che, Marx, Bolívar y otros de los apóstoles del Socialismo del siglo XXI. Todos reunidos en un graffiti del 23 de Enero.

    “La religión es el
    opio del pueblo..”

     

    Por muchas excentricidades perdurará el chavismo en su breve paso por la historia de Venezuela y América latina, pero quizá ninguna tan atrevida y tan patética como su intento de asaltar los altares de la religiosidad popular.

    Jugarreta que podría explicarse si su origen se encontrara en alguno de los movimientos políticos disidentes que se hicieron tan frecuentes en las últimas cuatro décadas en la iglesia católica en América latina (como los Montoneros argentinos y los Sandinistas nicaragüenses) y no en una tendencia radical del nacionalpopulismo venezolano que rápidamente se identificó con el socialismo y el castrismo.

    Ahora bien, quien diga socialismo y castrismo dice marxismo, y el marxismo se convierte prácticamente en nada si se reniega de su naturaleza atea que le da fundamento a los dos pilares de su filosofía: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico.

    Un determinismo ingenuo que concede a unas presuntas leyes de la historia la fatalidad de conducir a la sociedad por una vía y solo una vía, siendo que siglos antes del cristianismo y a milenios del descubrimiento del Principio de Incertidumbre de Heisenberg en la física cuántica del siglo XX, los historiadores clásicos (Tucídides, Suetonio y Tácito) habían notado que los asuntos humanos se conducen sin orden ni concierto.

    De modo que, un movimiento político socialista y castrista, chavista y marxista, y por todos estos antecedentes, ateo, no puede estar pisando otro terreno que no sea el de la farsa y la comedia si pretende que se le tome en serio, si cree que las leyes de la historia, para cumplirse, necesitan que se les eche una ayudadita desde el Empíreo a través de un Dios o un Santón.

    En el caso que nos ocupa, voy a referirme a “San Hugo Chávez”, deidad o santidad que, apenas menos de un mes de su desaparición física, está apareciendo en iglesias, capillas, y altares venezolanos, pero no se crea que como un resultado espontáneo de la fe con que el pueblo venera a benefactores de indudable proyección en el imaginario popular (tal sucede con Guaicaipuro, el Negro Felipe, Pedro Camejo, o el Ánima de Taguapire) sino como producto de toda una estrategia de propaganda estatal que en canales de televisión, emisoras de radio, posters que cubren a toda Venezuela y declaraciones del presidente y candidato oficial Maduro, nos trae a “San Hugo” al lado de nuestro Señor Jesucristo, los Santos Apóstoles, y muertos ilustres como Simón Bolívar y el Beato José Gregorio Hernández.

    Con decirles que en el “23 de Enero” (populosa barriada del Oeste de Caracas), conocida por ser un presunto bastión del llamado “chavismo duro” y exhibir un busto donde se le rinde homenaje al guerrillero colombiano, Manuel Marulanda, ya hay un grafitti de la “Ultima Cena” con Chávez de invitado como el Apóstol No 13, y en el canal “VIVE”, de neta inspiración y financiamiento chavistas, pasan hora a hora un dibujo animado donde Chávez es recibido en el paraíso por Jesucristo, la Virgen María y un Simón Bolívar también santificado.

    Pero también se ha habilitado un viejo Museo Militar (rebautizado como “el Cuartel de la Montaña”, copiando una frase del poeta chileno Pablo Neruda), en cuyo patio central se ha construido un mausoleo donde reposan los restos mortales de Chávez en un urna de cristal, en la idea de que se convierta en un lugar de peregrinación para los feligreses de la nueva fe.

    Un regreso a la Edad Media de la Europa cristiana, donde osarios y reliquias de reconocidas figuras de la prédica de los Evangelios, o religiosos famosos por sus facultades milagreras, eran transfigurados en santos y convertidos en objetos de culto que, al par de consolidar la fe, eran excelentes oportunidades de negocios para constructores, comerciantes y la jerarquía religiosa.

    En lo que toca al chavismo, el negocio es de sus herederos, que pueden ahora tener su carisma a mano para que les procure el milagro de contar con votos y apoyo popular para mantenerse en el poder.

    Indicativo contundente de que el chavismo se va de este mundo sin dejarle al país un legado intelectual o ideológico que merezca permanecer en el tiempo, y mucho menos una gestión pública exitosa que permita decir alguna vez: “Esto fue obra del comandante Chávez

    En otras palabras: que punto de inflexión que debe estar dejando con la boca abierta a calificados representantes del marxismo tardío o residual como Toni Negri, Gianni Váttimo, Heinz Dieterich, o Eduardo Galiano, para los cuales el chavismo, con todas sus incongruencias, era una suerte de variante post modernista a la cual había que atribuirle, aunque fuera a la fuerza, un carácter renovador.

    Y no hablemos de publicistas a la criolla como Luis Brito García, Rigoberto Lanz, o Marta Harnecker, verdaderamente colocados ante al dilema de seguir luciendo sus borlas académicas o vestir el hábito talar para predicar desde los púlpitos a los feligreses de la Buena Nueva.

    Pero si es que hasta La Habana, la llamada última Roma del comunismo, no ha podido a escapar a los embates de esta reconversión del marxismo de una filosofía fundadora del materialismo ateo de los siglos XIX y XX a otra, donde regresa la espiritualidad representada en el catolicismo romano y la santería yoruba, según hemos visto a la jerarquía política y militar castrista participando en misas con rosarios y velones en las manos, confesándose y comulgando como creyentes en el poder de la piedra que era Cristo.

    En definitiva: que la última tabla de salvación del comunismo marxista después del naufragio que sufrió a raíz de la caída del Muro de Berlín, y del colapso del imperio soviético, y que no vino por la vía de la renovación de la fe y los dogmas creados por Marx y Engels, sino por una renuncia a ellos, y la aceptación de que, solo hay un credo para la instauración del reino de Dios en la tierra, y no es otro que el establecido en los Evangelios y su transmutación en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, realizados en la república democrática y constitucional que los garantiza, así como el estado de derecho, la independencia de los poderes y el gobierno alternativo que son los pilares del bienestar, la igualdad y la libertad.

    Porque vamos estar claros: la aparición de “San Hugo” y su religión serán buenos para ganar votos y garantizarle una mediana permanencia a sus herederos en el poder, pero no para avalar desde el cielo los abusos de una dictadura que se fundamenta en el predominio de lo colectivo sobre lo individual, la igualdad sobre la libertad, del partido sobre la sociedad, y el de un solo hombre, el caudillo, sobre las instituciones que son realmente las ductoras del estado y del gobierno.

    Marx afirmó en uno de sus más célebres versículos que “La religión es el opio del pueblo”. Yo creo que en el caso de la secta chavista, será la ocasión que despertará la conciencia de los embaucados para que derriben las columnas del templo.


    Por: Manuel Malaver
    Politica | Opinión
    Domingo 31 Marzo, 2013, del 2013


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