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    FREDDY LEPAGE: El Hojillagate, revolución y pragmatismo



    Madulo en el pais sin papel higienico

    Aquí y ahora

     

    Maduro busca aceleradamente dos cosas fundamentales para mantener el régimen, que están correlacionadas: la legitimidad y la normalidad. O, dicho de otra manera, conservar la estabilidad política y el orden social. Aun cuando ha dado algunos pasos, estos no bastan.

    No cabe la menor duda, el país entró sin anestesia ni preparación en una era poschavista debilitada (gravemente herida por recientes confidencias hechas públicas), llena de incertidumbre, improvisaciones y delaciones.

    La desaparición de Chávez los agarró desprevenidos, empezando por la dictadura castrista que tantos intereses tiene en Venezuela, pero que siempre, en su fuero interno, ha considerado la revolución bolivariana como un movimiento revolucionario de mentira.

    En este momento el gobierno de Maduro está obligado, por razones de supervivencia, a ser flexible y acomodaticio para ganar tiempo: el caudillo militar, jefe político totalitario, símbolo carismático de la revolución ha desaparecido.

    Ahora bien, por añadidura, es menester reseñar los impredecibles efectos disolventes y corrosivos del escandaloso audio de Mario Silva con un alto jerarca del G-2 cubano, que, sin lugar a equívocos, deja muy mal parada a la cúpula gobernante. Recomponer la relación Maduro-Cabello sería similar a recoger el agua derramada en el piso. Por más esfuerzos que hagan nunca será igual.

    Quizás, por ahora, un Maduro irresoluto y sin fuerza se haga el pendejo y tenga que tragarse ese sapo vivo por un rato, pero la procesión ya no va por dentro. El más perjudicado con las denuncias de Silva es Cabello, que tendrá que cargar con ese collar de bolas criollas a cuestas, como un Sísifo cualquiera.

    Por lo demás, su mala fama ya era un secreto a voces.

    Además, esa guerra sin cuartel que desató Cabello en la Asamblea Nacional hirió de muerte el prestigio de Maduro en el ámbito internacional. No se puede conseguir una “legalidad” impuesta a golpes por matones tarifados. La buena época de la revolución bolivariana se la lleva el viento de la descomposición y la corrupción destapada. El socialismo del siglo XXI, gracias a los incapaces cancerberos que dejó Chávez, será recuerdo del pasado. En tan corto lapso han echado al cesto de la basura buena parte del capital político construido sobre el carisma, la demagogia, el chantaje, el ventajismo y las amenazas.

    Del otro lado están los pragmáticos que buscan espacios políticos para llegar a acuerdos, al menos por ahora, con empresarios, aun cuando falta la pata coja de la mesa, una entente con los factores políticos de oposición representados en la Mesa de la Unidad y el Comando Simón Bolívar, pero el sonado y repugnante Hojillagate aleja esta última posibilidad.

    La oposición ha ido ganando espacio con una suerte de nueva cultura política democrática, basada en la construcción de una mayoría cívica, pacífica, firme y con una voluntad de bronce, liderada por Henrique Capriles, que representa un ideal positivo, cohesionador y aglutinante. O sea, una nueva mentalidad democrática basada en el entusiasmo y optimismo de que Venezuela sí tiene futuro, y que se alcanzará más temprano que tarde.

    Claro, a un gobierno disminuido, contra las cuerdas en materia de abastecimiento de alimentos y productos de consumo masivo (que tiene que importar 50 millones de rollos de papal higiénico), con una crisis intestina de pronóstico reservado y una desacreditada y cuestionada gestión no le queda más remedio que doblar la cerviz y hacer de “tripas corazón” para entenderse con el sector productivo que ellos mismos se ocuparon de destruir sistemáticamente. ¿Podrá Maduro seguir hablando de revolución? ¿Cuál revolución?.

    La permanencia en el poder es lo que cuenta…

    Por: FREDDY LEPAGE
    freddylepage@cantv.net
    @freddyjlepage
    Política | Opinión
    EL NACIONAL
    VIERNES 24 DE MAYO DE 2013

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