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    MANUEL MALAVER: Maduro: El hombre del pajarito



    nicolas-maduro-libertador

    Seis meses luchando contra
    una hidra de mil cabezas
    ..”

     

    Último capítulo de mi libro “Chávez: Un mito que murió el 5 de marzo” que aparecerá en diciembre en la editorial “Libros Marcados”.

    Seis meses lleva Nicolás Maduro en la sucesión del difunto presidente Chávez como jefe del estado venezolano, luego de unas elecciones presidenciales realizadas el 14 abril, pero cuya legitimidad ha sido cuestionada por el candidato opositor, Henrique Capriles Radonski, quien alega que le ganó por cerca de un millón de votos.

    Pero con o sin legitimidad, lo cierto es que Maduro ha podido hacer muy poco con su legado, abrumado como está por los innumerables problemas que le ha dejado como herencia su “padre político” y antecesor.

    La causa de su inmovilidad radica en que Chávez gobernó 14 años desmontando el aparato productivo interno privado y capitalista, para sustituirlo por uno estatal, colectivista y socialista.

    En la transición, en el parto, en el paso de un sistema a otro -que necesariamente debía ser improductivo-, los bienes esenciales para que la economía y la sociedad funcionarán se adquirían importándolos de otros países y para ello estaban los petrodólares del ciclo alcista de los precios del crudo (2004-2008) que daban para comprar el mundo.

    El atasco surgió cuando, como es usual, la economía socialista jamás llegó a producir ni un clavo y los petrodólares para importar se acabaron como consecuencia de la caída de los precios del oro negro.

    Cáncer que se fue metastizando al resultar que, el sector productivo más golpeado por la “estatización”, fue la agroganadería y el pueblo empezó a sentir el fracaso del socialismo donde más duele: el estómago.

    Puede decirse entonces que el sucesor, lleva seis meses luchando contra una hidra de mil cabezas, el desabastecimiento, que, como el famoso cuero del general Guzmán Blanco, “se pisa de un lado y se levanta de otro”.

    Sin embargo, se trata del principal, pero no del único problema de Maduro, pues al lado de la falta de alimentos, tiene un país anarquizado por la inseguridad personal, la ineficiencia en todos los órdenes, la caída en picada de los servicios públicos, el colapso de la infraestructura vial y una inflación del 50 anual que es la más alta del mundo occidental.

    Oleadas, tormentas o tsunamis perfectamente controlables en los tiempos del socialismo ortodoxo, tradicional, estilo Stalin, Mao, Kim Il Sung y los hermanos Castro, pero no en el híbrido inventado por Chávez de implantar la estatización de la economía pero en un sistema que era un remedo de la democracia de partidos, pero democracia al fin.

    Maduro debe enfrentar, en consecuencia, no solo a un líder opositor, Henrique Capriles Radonski, y a una alianza de partidos democráticos que lo apoyan, que están capitalizando la protesta popular, y esperan con toda razón derrotarlo en las elecciones de esta año (alcaldes) y los otros (diputados) y obligarlo a contarse en un referendo revocatorio en el 2016 que lo obligaría a despedirse del poder.

    Pero ello, si la crisis económica, política y social no desemboca en una explosión social, una insurrección cívico-militar, o un golpe de estado que lo desaloje del poder.

    En otras palabras, que Maduro está nervioso, nerviosísimo, pues no cree que cuente con el apoyo popular que tuvo Chávez, ni con un partido como el PSUV que tenga estructura y capacidad de convocatoria para defenderlo, y mucho menos, con unas Fuerza Armada Nacional que hasta ahora ha guardado distancia de su gobierno.

    En fin, que solo el ejército imperial y los cuerpos de inteligencia y represivos cubanos estarían motivados para defenderlo, aunque ya sea sabe que promesas iguales de le hicieron al primer ministro de Grenada, Maurice Bisoph, al presidente de Panamá. Manuel Antonio Noriega, y a Daniel Ortega de Nicaragua, con los resultados de todos conocidos.

    En breve, que, como en otros momentos de su vida política, Maduro, vuelve a depender de Hugo Chávez, quien, si no está vivo, Maduro dice que se le presenta en forma de pajarito:

    “Lo sentí ahí como dándonos una bendición, diciéndonos: ‘hoy arranca la batalla. Vayan a la victoria. Tienen nuestra bendiciones’. Así lo sentí yo desde mi alma. De repente entró un pajarito, chiquitico, y me dio tres vueltas acá arriba. Se paró en una viga de madera y empezó a silbar, un silbido bonito. Me lo quedé viendo y también le silbé, pues. ‘Si tú silbas yo silbo’, y silbé. El pajarito me vio raro, ¿no? Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él”.

    Y así hasta tres o cuatros ocasiones en que, en coyuntura de extremas dificultades, Maduro a recurrido a revelar “las apariciones” de este pajarito que no se sabe es para darse ánimos o presentarse como el receptor inobjetable del difunto teniente coronel, Hugo Chávez.

    En todo caso, sin utilidad visible, pues la crisis sigue produndizándose, extendiéndose, frente a un presidente sin experiencia, ni dotes para aceptar el reto y más bien tomando el estigma del confundido, el desorientado de los días finales.

    Oportunidades, desde luego, para que las fracciones y mafias que ya existían cuando Chávez, pero eran mantenidas ligadas al centro, por el poder del líder de la revolución, sean ahora fuerzas independientes que sobreviven en un entramado de pactos y alianzas donde el presidente de la república , Maduro, es el jefe de otra banda.

    Un jefecillo a quien rodean los magnates de los negociados, los generales y coroneles del narcotráfico, los broquers que colocan las cuotas de PDVSA en el mercado spot, y los agentes de gobiernos extranjeros que saben que todavía hay petrodólares para vender o comprar lo que haya que vender o comprar en Venezuela.

    Sobre todo los representantes del gobierno cubano, que saben que después de Maduro no hay más allá para la gerontocracia y vale la pena darle “una ayudita” si, lo que se trata, es de sobrevivir.

    Es, quizá, el crepúsculo del último socialismo y creo que, como un recuerdo invaluable para la historia, vale la pena no perdérselo.

    “Son colores irrecuperables” diría Jorge Luís Borges.


    Por: Manuel Malaver
    @MMalaverM
    Politica | Opinión
    Domingo 20 de Octubre, del 2013






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