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    MANUEL MALAVER: El desmadre



    Juan Carlos Loyo, pistola en mano

    “Guerra económica”, o más
    bien “Economía de guerra”

     

    El ministro para la Alimentación, Félix Osorio, informó el jueves que “en lo que va del año han llegado al país 740 toneladas métricas de alimentos procedentes de Colombia para satisfacer las necesidades del pueblo”.

    Y, como buen funcionario que lleva una correcta estadística de las cantidades y clases de productos que ingresan a los anaqueles vacíos de abastos, mercados y supermercados del país, agregó:

    “Trigo: 270 toneladas métricas de harina panadera. Leche: 100 toneladas métricas de leche en polvo. Carne: 370 toneladas”.

    Y concluyó citando una frase del presidente Maduro dicha a raíz de su reunión el 22 de julio pasado con su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, en Puerto Ayacucho: “Hemos firmado y acordado, y debe empezar a llegar a Venezuela la próxima semana, más de 600 millones de dólares en compras a Colombia para fortalecer el abastecimiento de productos para el pueblo de Venezuela”.

    El ministro, lamentablemente, no informó (quizá por un olvido involuntario), de las cantidades de arroz que se están importando del Estado de Arkansas en USA, del maíz que se le compra a Brasil, del papel toalet a Nicaragua, del café a El Salvador, del algodón a Paraguay, de los quesos a Uruguay y de los cuantiosos volúmenes de carne, pollo, cochino y otros ingredientes que llegarán para las hallacas de diciembre que a lo mejor incluyen hasta las hojas de plátano.

    Si… ¡las hojas de plátano!…porque este aditamiento tan capital para que nuestro manjar navideño tenga su sabor característico también está escaseando, y todo porque la producción de “maduros” ha caído tan dramáticamente en los estados Zulia, Táchira, Barinas y Apure que, lógicamente, las hojas tampoco se encuentran.

    Cuatro de las entidades más afectadas, por cierto, por las invasiones, expropiaciones, y confiscaciones de fundos y haciendas que se arreciaron desde el 2005, y en las cuales, jugó un papel de primer orden, el tristemente célebre exministro de Agricultura y Tierra, Juan Carlos Loyo, quien dirigía, pistola en mano, supuestas bandas de campesinos “sin tierras” que no eran sino agentes contratados por los partidos oficiales, a los cuales, se entregaron los centros productivos “expropiados” para abandonarlos al poco tiempo.

    Pero no sin antes dotarlos de buenos créditos, insumos y maquinarias, que en la generalidad de los casos, devinieron en lujosas camionetas 4×4 para los beneficiados y en chatarra que, con los rastrojos, quedaron como monumentos para la corrupción, la ineficiencia y la irracionalidad revolucionarias.

    “Agroisleña” es un nombre de cita obligatoria en este tramo del artículo, puesto que emblematiza, cómo se estatiza una empresa privada que daba un impulso sostenido a la agricultura de varios estados de la región centrooccidental para convertirla en un antro de corrupción, ineficiencia e improductividad.

    Eran los tiempos del difunto presidente, Chávez, época del último ciclo alcista de los precios del crudo, cuando entre 2004 y 2008, el petróleo se elevó de 20 a 128 dólares diarios el barril, y el comandante-presidente contaba con gigantescas cantidades de petrodólares para cubrir las ineficiencias del sistema socialista comprando la comida que necesitaba donde se encontrara y cuanto costara.

    Hoy, no producimos alimentos como consecuencia de las confiscaciones de Loyo y compañía, y, para ponerle la guinda a la torta, los precios del crudo, que se han estacionado en 100 dólares el barril (con tendencia a la baja), ya no pueden cubrir la bancarrota del sistema productivo agrícola y el país corre apresuradamente al infierno de no tener alimentos, ni dólares para importarlos.

    Y debe ser por eso que “Maduro y sus ministros” andan hablando de “guerra económica”, que se debería llamar más bien “economía de guerra”, que es la situación que vive una nación cuando, como consecuencia de una “catástrofe natural”, o un accidente político como una invasión extranjera, o una guerra, tiene que dirigir los pocos recursos de que dispone para procurarle lo indispensable a su población para sobrevivir.

    Pues bien, en eso es en lo que anda Maduro, Cabello, Ramírez, Jaua, Osorio y sus cofrades, comprando aquí, comprando allá, por la caída en picada de la producción agrícola que ha significado la “catástrofe natural” del socialismo, seguida por la “invasión cubana” que, por los pocos servicios sociales que presta en asistencia médica y entrenamiento deportivo al país, nos impone el impuesto de financiarle su vetusta y anacrónica economía que no produce ni trenzas de zapatos.

    Y no hablo de su presencia en la FAN, las policías, cuerpos de inteligencia y oficinas públicas de registro e identidad, o sea, en la maquinaria que realmente ejerce el control de los ciudadanos, pero que corre pareja al incremento de la represión política, la delincuencia organizada, el tráfico de armas y el narcotráfico.

    Desaguadero que, conjuntamente con los dólares que se gastan importando la comida que podríamos producir -y producíamos- es la causa del desastre del desabastecimiento y de todas las tragedias que, paralela y sucedáneamente vienen desatándose, como resultado de imponerle al país un sistema político y económico que destruyó a la exURSS, a la China de Mao, a los países Europa del Este y tiene como muestras “vivas” de lo metódicamente corrosivo que puede operar, a Cuba y Corea del Norte.

    Traería, como ejemplo, más reciente e irrefutable, el colapso del puente de Boca de Uchire, importantísima estructura de comunicación indispensable para conectar a los cientos de miles de viajeros diarios que se desplazan entre el centro y el oriente del país, pero que, ahora, tendrán que circular por trochas porque el gobierno no hizo las inversiones necesaria para mantener la vía.

    Pero como el puente de Boca de Uchire, también se cayó el Cúpira en el 2012, y se han caído y seguirán cayendo otros, hasta que toda la infraestructura nacional concluya en una sola ruina, en una sola catástrofe, con carreteras intransitables por los baches, y las fallas de borde que, además, por falta de uso, serán un solo y simple montaral.

    Paisajes desolados y en transe de desertificarse que deberían motivar a Maduro y compañía a desmontar el devastador sistema socialista, pero que al contrario, lo que tratan es de mantenerlo y profundizarlo, amenazando a la oposición con leyes habilitantes que no harían otra cosa que hacer crónica a la hambruna que casi nos alcanza, mientras vivimos de la poca renta que todavía nos procura la también vapuleada y en caída libre producción petrolera.

    Que tampoco quedará en pie, como no quedó la industria azucarera cubana, que fue por siglos la más eficiente y rentable del mundo occidental, hasta que llegaron Fidel y Raúl Castro con su socialismo y de la misma queda apenas el recuerdo.

    Ya Venezuela está importando gasolina de alto octanaje que, como es de suponer, está escaseando, y por haberlo denunciado hace cuatro días, se le hace un juicio, ordenado por Maduro, al diario “2001”, con cuya directora, la colega, Luz Mely Reyes, nos solidarizamos.

    “Denunciar”, he aquí la palabra que consideran Maduro y compañía, “guerra económica” y contra cuyos ejércitos, los periodistas que recogemos en medios impresos y radioeléctricos la denuncia popular, piensa lanzar sus huestes de fiscales, jueces, policías, soldados y guardia nacionales, como que dice que pronto contará con una ley habilitante que la “legalizará”.

    Una ley que a lo mejor se escribirá pero no publicará, porque es de tal magnitud la escasez de papel, que para la fecha de su promulgación, es posible que ya no existan la Gaceta Oficial, ni medios impresos.

    Será entonces una “ley oral”, como las que se aprobaban antes de los tiempos de la invención de la escritura que se conocen como prehistoria, que es hacía donde nos lleva el socialismo de los compinches Maduro, Fidel y Raúl Castro.


    Por: Manuel Malaver
    @MMalaverM
    Politica | Opinión
    Domingo 13 de Octubre, del 2013



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