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    MANUEL MALAVER: Maduro entre la implosión y la entrega al imperialismo chino



    Giordani-Nelson-Merentes-Rafael-Ramirez

    Los llaman los “Tres Chiflados”

     

    Puede darse como un hecho cierto que para las próximas navidades las dos terceras partes de los hogares venezolanos no contarán con las hallacas que tradicionalmente anuncian nuestra alegría culinaria por el nacimiento del Niño-Dios y son el símbolo de la unidad con que las familias celebran uno de los acontecimientos fundamentales de la historia de la humanidad.

    O también puede ser que, contando con las hallacas, las mismas se hayan confeccionado de manera incompleta o alterada, porque, las que eran de maíz se harán ahora con harina de trigo, y las de cochino o pollo serán de chivo o conejo, y los condimentos hayan experimentado tal novedad que, más que hayacas, la gente pensará que está comiendo shawarma, perros calientes o hamburguesas.

    Cambios que, en ningún sentido, podrían atribuirse a los experimentos de una nueva escuela gastronómica que, vía las fusiones, o las deconstrucciones, decidió asombrar a los degustadores con olores y sabores nunca olidos, ni jamás probados, sino a la pavorosa crisis de desabastecimiento que, desde que comenzó el 2013, nos ha colocado en los titulares de los medios internacionales como el país del trópico caribeño donde desapareció el maíz, el arroz, el azúcar, la pasta, el aceite, los plátanos, la yuca, y el papel toalet.

    Una economía devastada, en definitiva, pero no se piense que por algún huracán que dejó a su pasó ruina y desolación con millones de hectáreas de tierras productivas arrasadas y cientos de miles de muertos y heridos -o cualquier otra catástrofe natural como un terremoto o un tsunami-, sino por una combinación peor: el intento de imponerle a Venezuela por la fuerza un sistema socialista que, a la par de reducir la producción de alimentos a cero, destruyó la industria petrolera, y su empresa matriz, PDVSA, que de tres millones y medio de barriles diarios de petróleo pasó a producir 2 millones, 200 mil, con su infraestructura al borde del colapso y rodando hacia una irrecuperable ineficiencia e insolvente al extremo de que sobrevive con un feroz endeudamiento que ya se acerca a los 100 mil millones de dólares.

    Para decirlo en breve: que tal como sucedió con otras experiencias socialistas como la de la URSS, la de la China de Mao, los países de Europa del Este, Cuba y Corea de Norte, la Venezuela de Maduro, Cabello, y Rafael Ramírez puede estarse acercándose a la parálisis económica que solo puede detenerse, o con una implosión del sistema, o la ocupación progresiva del país por una potencia económica extranjera a la cual se le entregue la soberanía nacional, a cambio del suministro de financiamiento, y bienes y servicios masivos.

    Hay señales de que el trío (que el pueblo ha colocado el remoquete de “Los tres Chiflados”, pero que indudablemente controla la administración), trabaja en una y otra dirección, pues si bien no se le oculta que de persistir y agudizarse la crisis de desabastecimiento será imposible que las fuerzas del cambio y la rectificación no surjan del propio gobierno, piensa, igualmente, que su liquidación podría aplazarse si una nación como China evita lo peor, pasando a ejercer una suerte de colonialismo tutelar en un país del cual no irían quedando sino pedazos.

    Creemos que los últimos acontecimientos que Maduro ha bautizado desde hace semanas con la curiosa etiqueta de “guerra económica”, y que han concluido -o empezado-, con la toma forzada de centenares de negocios de electrodomésticos por consumidores que piden “precios justos”, se inscribe en el escenario de la “implosión”, poniendo a la élite gobernante a promoverla, pero como una argucia para que cuando le toque abandonar el poder, digan que fueron ellos quienes la iniciaron.

    La cuestión es que, ni aun inmunizándose contra una fatalidad que termina hundiendo a los sistemas políticos y económicos inviables y anacrónicos, pueden los responsables del desastre escapar al alcance de la vindicta pública, tal ocurrió con la “Banda de los Cuatro en China” tan pronto Deng Siaoping asumió el poder.

    Por eso no puede descartarse que el frustrado intento de imponerle el socialismo a Venezuela tenga un final no precisamente feliz, y que antes que “Los tres Chiflados” comprendan que su “sketch” terminó, haya violencia y derramamiento de sangre por su empeño en sostener lo insostenible y buscarle atajos a lo que no es sino otra demostración de que el socialismo ni siquiera prosperó en una economía que contaba con el suficiente ingreso en divisas para financiar su ineficiencia,

    En otras palabras: que la URSS, la China de Mao, los países de Europa del Este, Cuba y Corea del Norte tuvieron más razones para fracasar que Venezuela, pues dilapidaron años y recursos tratando de que el socialismo creará una acumulación originaria de capital, mientras los aguardaban terribles guerras internacionales y conflictos civiles, en cambio que en el caso venezolano, había una renta petrolera producto de un esfuerzo nacional que había durado 70 años, y los precios del crudo, no solo no mantuvieron la tendencia a la baja en que los encontró Chávez (15 dólares el barril), sino que pasaron por el ciclo alcista que .los catapultó (2004-2008) hasta 128 dólares el barril y dio abrigo a la fantasía de que habría bonanza petrolera hasta muy entrado el siglo XXI.

    Y es posible que si Chávez hubiera tenido la sensatez de entender que los recursos del ciclo debían ahorrarse para guarecerse de una inevitable caída y para reinvertirlos en la infraestructura productiva nacional, mejorar los servicios públicos y crear nuevas y crecientes formas de riquezas, el teniente coronel pudo haber legado a sus herederos una base económica más sólida y en capacidad de garantizarle una mayor permanencia en el poder.

    Pero no, pues pareciera que racionalidad y socialismo son incompatibles, y desde que los ingresos del país tomaron perfiles sauditas y faraónicos, por allá a mediados del 2004, el comandante-presidente emprendió los dos proyectos que conducirán a la bancarrota que hoy sufre la economía venezolana:

    El primero fue exportar la revolución por algunos de los países más convulsos de Centro y Sudamérica, financiándoles partidos y procesos electorales para la toma del poder que, una vez instalados, también pasaba a sostenerse con petrodólares venezolanos.

    Y segundo, auspiciando una suerte de restauración de la “Guerra Fría”, por la cual los países incorporados al sistema chavista, reemprendían la tarea que habían dejado pendiente la Rusia de Stalin y la China de Mao: destruir el capitalismo, la democracia, el imperialismo y a su máximo exponente: los Estados Unidos de Norteamérica.

    Fantasías, ilusiones y sueños, que, como la primera vez que se trataron de implementar, culminaron en el más absoluto fracasó y solo dejó como ganador absoluto al gobierno de la República de Cuba, a la dictadura de los octogenarios hermanos Castro, los cuales, siendo los creadores de la economía más improductiva del mundo, encontraron en los petrodólares de la Venezuela chavista, el subsidio que durante 40 años les legó la colapsada Unión Soviética.

    Dicho de otra manera: que otra causa de la bancarrota de la economía venezolana consiste en que, los cada día más disminuidos petrodólares que ingresan por concepto de las exportaciones petroleras, tienen que repartirse de a mitad con la improductiva, anacrónica y vetusta economía cubana.

    Y cuyo fracaso parece ser el patrón que están copiando, sin que les falte puntos ni coma, los llamados “Tres Chiflados”.

    Por eso también se les conoce -pero ahora internacionalmente-, como los “Bobo-socialistas del Siglo XXI”.


    Por: Manuel Malaver
    @MMalaverM
    Politica | Opinión
    Domingo 17 Noviembre, del 2013




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