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    GUSTAVO TOVAR ARROYO: Delcy Rodríguez, la Sapita Roja…



    Juramentada Delcy Rodríguez como ministra para la Comunicación

    ¿cómo se dialoga con hienas,
    chacales o sapitos..?

     

    Algunos no somos tan santos..

    Juro que anhelaba iniciar el 2014 con el mismo mentecato optimismo de la Mesa de la Unidad, inventarme a mí mismo un país imaginario cuyo diálogo no es un humillante y legitimador espectáculo televisado en vivo y en directo, pero no pude, no puedo.

    La realidad nos clava permanentemente su puñal en la frente, y lo hunde, para hacer despertar -entre indignación y dolor- nuestra conciencia.

    Creo que para pendejas e insolencias, en el circo venezolano, los oficiantes de la MUD y las histéricas doñas académicas que la veneran cumplen su rol a todo dar, le dejo a ellos los espejismos y las quimeras. Son beatos, los entiendo, necesitan humillación y martirio.

    Algunos no somos tan santos.

    El diálogo roto

    A veces hay que nublarse adrede, extraviarse en tonterías, fingir lunatismo, hablar de Venezuela como lo hacen las autoridades de la Mesa de la Unidad, como si este pandemonio fuera un país y no una apoteósica sampablera.

    Prefiero que esta entrega sea parte de la gritería y no otro genuflexo ruego de reconocimiento, ya no nos quedan mejillas que ofrecer.

    Si tu aspiración, indulgente lector, es la paz o el amor comunistas, su cínico diálogo, te recomiendo que interrumpas tu lectura en este momento, lo que sigue seguramente no te gustará, es, como dicen, políticamente incorrecto. Como políticamente incorrecto es todo lo que sucede en nuestro país desde que los traidores del chavismo entregaron el poder de nuestra nación a Fidel Castro. Por eso no me callo, que se callen otros.

    El diálogo esta roto, fue una ilusión, en todo caso fue un eructo: ¿cómo se dialoga con hienas, chacales o sapitos?

    Delcy, la Sapita Roja

    Todo espectáculo mundial que se precie de serlo cabalmente debe tener una mascota que la personifique y distinga. Los mundiales de fútbol, las olimpiadas, las revoluciones. Sobre todo estas últimas si aspiran a ser televisadas como la nueva rica revolución Cartier de los chavistas. Revolución que en el siglo XXI no ostente su mascota no es chic, no es bella bonita, “nada que ver” con ella.

    En ese orden de ideas, el amante heredero, Nicolás Maduro, tan firme como la luna llena, siempre a tono con sus delirios de pajaritos y aparecidos, no podía dejar de tener una mascotita. La necesitaba. Se sentía incompleto, desequilibrado y descompuesto sin ella, Delcy Rodríguez, la Sapita Roja, fue la elegida.

    (Espero que la analogía no cause rubores ni risas; pienso que mi caricaturización es más bien tierna, azucarada, un magnánimo gesto de mi parte, acorde con la sampablera histórica que vivimos.)

    ¿Quién no habría querido ser la mascota de la revolución más regordeta de todos los tiempos latinoamericanos?

    Delcy, la Sapita Roja, era la mascota perfecta.

    Aclaro antes de ser repudiado por poco caballeroso, no lo expreso tanto por su aspecto (a una mujer ni con el pétalo de una rosa, dios me libre de semejante polémica), lo expreso porque para el madurismo, Delcy es la sapa -de sapear- mejor dotada para el chisme, para delatar, para revisar cosas de otros y hacerlas públicas, para hablar huevonadas con la misma risita siniestra de su hermanito.

    Tan linda y roja rojita, la Sapita.

    ¿Sapita o princesa?

    Si la hiena roja, Jorge Rodríguez, era el príncipe siniestro del comandante intergaláctico, supremo e infinito, Hugo Chávez, porque su hermanita Delcy, la Sapita, no habría de ser una princesa metamorfoseada. Habría que besarla para descubrirlo.

    ¿No estamos en tiempos de reconocimiento mutuo y diálogo? ¿Algún prócer de la MUD se anima?

    Me sincero, yo no me animo.

    A la celebérrima Sapita la conocí en Sabú, un bar muy fancy del este de Caracas que le encantaba frecuentar a los ricachones chavistas. Delcy se había granjeado una bien ganada fama de malévola y déspota en el entorno de la Cancillería, donde fungía de viceministra de alguna de esas vainas locas que se le ocurrían frecuentemente a Chávez.

    Cosas del destino, nos sentamos el uno junto al otro. Hablamos largo. Recuerdo que despotricó en contra de Maduro (su jefe), de quien dijo que era un indomable ignorante, la Sapita no entendía cómo Chávez lo tenía ahí. Yo sí sabía por qué Chávez lo tenía ahí, no se lo dije.

    La conversación se enrareció cuando su acompañante me ofreció una sustancia extraña. Me sorprendió, no lo oculto. Aquello me pareció un auténtico absurdo. El ambiente nuevo rico chavista, sus puñaladas traperas, las sustancias y las mascotas parlanchinas me ocasionaron un profundo asco.

    Me levanté y me fui. Al salir del bar, no miento, vomité. Venezuela estaba regida por este breviario de podredumbre humana.

    La mano torpe de Cabello

    En los últimos años de vida, Chávez detestó con vehemencia a Diosdado Cabello. Lo humilló, aisló y convirtió en un paria. Incluso, como en su oportunidad hizo público, se negó a que Cabello ocupase la presidencia de la Asamblea Nacional.

    La corrupción, la perfidia, la manipulación, pero sobre todo, la torpeza política de Cabello le irritaban.

    En el inaceptable y fascista incidente de la nueva lista persecutora acaecido esta semana, se descubre la mano torpe de Cabello. La mascota pifió, fue manipulada y quedó como lo que es: una Sapita Roja.

    Nada por lo cual debamos extrañarnos, es el ambiente chavista del asco. Son sus políticas públicas, que la MUD en un singular lunatismo recomienda cambiar y mejorar, es la degradación que nos rige y que ha convertido a Venezuela en una sampablera.

    Yo no me callo ni intento dialogar con hienas, chacales o sapitos. A estos se les coloca detrás de las jaulas o se les encadena para mostrarlos, como mascotas, en los circos. Sólo eso.

    Creo que Venezuela, con esta pestilencia socialista, siente un hondísimo asco, estamos al borde de un monumental y prodigioso vómito colectivo.

    En el amanecer del 2014, el venezolano deberá elegir entre vivir en una enorme jaula regida por hienas, chacales y sapos o liberarse de una vez por todas de la podredumbre. ¿Cómo? Organizando y movilizando socialmente su asco, luchando.

    El primer cambió es de actitud (la reinvención de la MUD es esencial), unamos esfuerzos al de aquellos -no tan santos- que nos invitan a movilizar nuestra rabia.

    ¿Cambiamos de camino? ¿Renovamos dirigencia?

    Tú eliges…

    Por: Gustavo Tovar Arroyo
    Politica | Opinión
    @tovarr
    lunes, 6 de enero de 2014

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