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    HomeVenezuelaARMANDO DURÁN: Vía crucis de Venezuela

    ARMANDO DURÁN: Vía crucis de Venezuela



    protestas en caracas 5

    Un Vía crucis con virtud de ser una
    recompensa salvadora, y feliz
    ..


     

    1.

    A cinco semanas del 12 de febrero ya pueden sacarse dos conclusiones esenciales para entender mejor el desarrollo y las posibles consecuencias de esta confrontación que no cesa de profundizar el abismo que separa al régimen de lo que, sin duda, es una amplia mayoría de los ciudadanos.

    En primer lugar, es preciso destacar una verdad de Perogrullo: la notable insuficiencia de Nicolás Maduro para gestionar la crisis. Hasta Luiz Inácio Lula da Silva, amigo del régimen desde siempre, se lo hizo saber hace pocos días públicamente: “Venezuela está pasando por un período de turbulencia… No es fácil sobrevivir a la pérdida de un líder como Chávez y creo que Maduro se equivocó al no hacer más para iniciar el necesario diálogo con la oposición”. En otras palabras, que Maduro no está a la altura de la herencia que tan generosamente le dejó su mentor, ni ha sabido hacerle frente al desafío estudiantil, perfectamente evitable si desde el primer día hubiera promovido, como advierte Lula, un diálogo “necesario” con sus antagonistas. Sin eufemismo alguno, con esta crítica de fondo, Lula coloca el acento del actual cataclismo venezolano en la incapacidad de Maduro para gobernar. Desde esta perspectiva, no parece viable que en el terreno controversial de las habilidades estratégicas y tácticas del gobierno vayan a generarse modificaciones de importancia. Sobre todo, porque el 12 de marzo, en lugar de dar muestras indiscutibles de sus deseos por la paz, sumió a Valencia, a Chacao, a Cabudare, a San Cristóbal y a otras muchas ciudades venezolanas, en una larga y oscura noche de terror.

    La segunda conclusión es un hecho que, lamentablemente, también está a la vista de todos. La MUD, cuyo origen y naturaleza son los de una simple alianza de partidos con fines exclusivamente electorales, no ha sido capaz, ni creo que se lo haya propuesto en ningún momento, de facilitarle al sector no chavista de la población la unidad de propósitos, de contenidos y de liderazgo necesarios para articular una auténtica unidad opositora. Peor aún, en lugar de contribuir a la tarea de dotar a esta confederación ocasional de intereses partidistas o individuales de objetivos que vayan más allá de los simplemente electorales, ha preferido confundir la necesaria unidad del país para poder ponerle fin a un régimen que ya tiene 15 años de existencia con la confección de listas únicas de candidaturas de la oposición y nada más. Desde ningún punto de vista ha sido la MUD el vehículo para alcanzar esa obligada unidad superior, como sí lo fue en Chile la Convergencia de partidos y voluntades: para los chilenos de la oposición a Augusto Pinochet, las urnas electorales solo eran un medio para alcanzar la meta de sepultar 17 años de tiranía feroz.

    Precisamente esta distorsión conceptual de lo que debía de haber sido la MUD y no ha sido ni es, contrasta con la unidad del chavismo en su respaldo teórico y práctico a las decisiones del régimen, orientadas a reproducir en Venezuela, al precio que sea, una copia fiel del modelo cubano, inservible y represivo.

    Resulta evidente que las manifestaciones de los estudiantes y sus barricadas, casi todas construcciones defensivas para resistir los brutales embates de la GNB, de la PNB y de los mal llamados “colectivos comunitarios”, no bastan para tumbar al gobierno. Sin embargo, han contribuido a debilitar al régimen y a poner en evidencia, ante los ojos de los venezolanos y de la comunidad internacional, el verdadero rostro del proyecto político que arrancó, a punta de cañonazos, el 4 de febrero de 1992, con el propósito de sustituir el régimen democrático venezolano vigente entonces por una dictadura militar, incompetente y corrupta.

    2.

    Después de la “derrota” opositora en el revocatorio de 2004, se impusieron dos conceptos promovidos por el Centro Carter y la OEA de César Gaviria. Por una parte, abrir un simulacro de diálogo gobierno-oposición en una supuesta Mesa de Negociación y Acuerdos, cuya verdadera finalidad era amansar a los líderes opositores de entonces, y la elaboración de lo que sigue siendo doctrina del sector más tradicional y moderado de la oposición, que consiste en armarse de paciencia franciscana mientras se construye una mayoría electoral suficiente para derrotar al régimen en las urnas de alguna futura convocatoria electoral.

    A cinco semanas del estallido de la protesta estudiantil, aquella misma oposición, aunque con otros portavoces, ahora desde la MUD, trata de eludir la naturaleza agónica de la crisis para insistir en el despropósito de conservar esa paciencia hasta 2019, y construir mientras tanto esa mayoría electoral misteriosamente elusiva hasta ahora. Un razonamiento que a su vez implica dos cuestiones del todo inaceptables. Por una parte, que la oposición ha sido siempre y sigue siendo minoría; por la otra, que si emprendemos ese camino, tarde o temprano derrotaremos a la dictadura “democrática y electoralmente”. Punto en el horizonte que como todo punto en cualquier horizonte siempre estará allí, inalcanzable por definición, porque a pesar de todos los pesares la Tierra no es plana sino redonda.

    No obstante esta obsesión por actuar con tantísima mesura, a lo largo de todos estos años difíciles, solo esta masiva protesta estudiantil ha terminado por arrinconar al régimen. Con más o menos razón podrán los analistas destacar innumerables causas para explicar lo que ocurre hoy por hoy en Venezuela, pero la verdad es que la causa decisiva, eficiente, como diría Aristóteles, de esta rebelión popular es que al fin la juventud, estudiantil o no, se cansó de esperar a Godot. Este es el motivo real de este estallido de indignación. Una pérdida irremediable y definitiva de paciencia, un hondo y valiente rechazo al conformismo de sus mayores, como chispa que finalmente ha incendiado la pradera y que ahora abarca a la casi totalidad de la sociedad venezolana, hasta el extremo, a fuerza de heroísmo y dignidad, de haber conmovido la habitualmente dura conciencia de la comunidad internacional.

    Un ejemplo de esta inquebrantable voluntad de cambio se produjo el pasado 18 de febrero, cuando Leopoldo López se entregó a la policía del régimen en las proximidades de la plaza Brión. En esa ocasión, para sorpresa de muchos, la “dirigencia” administrativa de la MUD se incorporó por primera vez a una multitudinaria manifestación contra el régimen, pero no para solidarse al fin con el clamor de la protesta, sino con la tortuosa finalidad de aprovechar la detención de López para invitar a los manifestantes de todo el país, por intermedio de Ramón Guillermo Aveledo, a que ante esta circunstancia había llegado la hora de abandonar las calles y regresar cada quien a su casa.

    Por supuesto, nadie le hizo el menor caso a este postrer llamado de la MUD, y allí y entonces se hizo evidente la fragilidad de su liderazgo y la firmeza inquebrantable de los manifestantes a no dar un solo paso atrás. Fractura que a estas alturas ya nadie pasa por alto y que a su vez le ha permitido a esta juventud, que nada tiene de banalidad y sí mucho de integridad moral, permanecer activamente en las calles y no renunciar a su derecho de soñar con un futuro completamente distinto del que les ofrece la reinante realidad política y económica. Aunque para conseguirlo tengan que poner la vida por delante. Punto sin duda de inflexión en el proceso político venezolano que se produjo el 12 de marzo, cuando estudiantes y jóvenes de todos los sectores asumieron el dramático compromiso de continuar su lucha indefinidamente. En gran medida, ese fue el inicio de un vía crucis que si bien tendrá un desenlace imposible todavía de anticipar en todos sus detalles, tendrá la virtud de ser una recompensa salvadora, inexorable y feliz.

    *Armando Durán. Político, escritor y ensayista. Fue director de El Diario de Caracas y La Verdad de Maracaibo y editor del semanario Viernes.

    Por: ARMANDO DURÁN
    @aduran111
    Política | Opinión
    EL NACIONAL
    lunes 17 de marzo de 2014

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