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    ESCASEZ: Los más pobres cuestionan al régimen de Maduro



    Las protestas de Venezuela
    no tienen fecha de termino

     

    Aumentó a más de dos mil 100 el número de detenidos en Venezuela por las protestas.

    Con 21 mil bolívares se podía echar piso hacer instalaciones de plomería, construir dos cuartos contecho de lámina…; ahora diez mil bolívares se gastan solamente en comprar un juego de lavabo y excusado para baño.

    Caracas.- Imágenes tomadas dentro del metro de caracas que confirman el grado de malestar de muchos venezolanos por la crisis económica. La discusión comenzó cuando una oficialista defendía a capa y espada el gobierno de maduro generando espontáneamente un rechazo masivo entre los usuarios que viajaban en el vagón.

    También hubo reacciones firmes de usuarios del metro que viven en las zonas más pobres de Caracas.

    A esta situación se suma las miles de detenciones de manifestantes y los allanamientos ya oficializados por el mismo jefe del comando estratégico operacional de la fuerza armada venezolana. La militarización de algunas ciudades como San Cristóbal avanza mientras que los estudiantes volvieron a salir a manifestar pacíficamente

    Por otro lado la censura en los medios de comunicación ordenada por el régimen de maduro sigue activa. Un joven presentador de globo visión renuncio en medio de su presentación en vivo del noticiero

    Y según el sindicato de trabajadores de la prensa de Venezuela en Globovision ya se han efectuado 17 despidos y 35 renuncias para un total de 52 trabajadores fuera del canal de noticias.

    Pega a chavistas devaluación:

    La ancianita Flor María Hernández es de las que todavía lloran la muerte del comandante Hugo Chávez, con cuyo cadáver también parecen haber quedado sepultados los días felices en la vida de los pobres que duraron un soplo en el mejor auge de la renta petrolera en la historia de Venezuela.

    Hace ocho años llegó la luz al pico de la colina donde vive en un ranchito de Charallave, en el estado Miranda, la pendiente principal que comunica fue asfaltada, los viejitos fueron inscritos en una pensión y el gobierno le otorgó 21 mil bolívares en efectivo para retocar y ampliar su vivienda.

    —El material estaba barato. Entonces yo hice dos habitaciones más, porque además todo se conseguía sin problemas aquí en la ferretería de Charallave —dice Hernández, mientras hace pucheros porque extraña a Chávez.

    Con 21 mil bolívares rellenó con escombros y echó piso firme a lo que hoy es su patio, hizo las instalaciones de plomería, colocó el excusado y lavamanos de cerámica, puso el azulejo. Amplió la cocina, aplanó con cemento las paredes de la sala y dos cuartos que tenía. También compró cemento, camiones de arena, tabiques y levantó otras dos piezas con techos de lamina de chapopote.

    Hoy, aunque le faltan acabados, con la mitad de ese presupuesto apenas compraría el excusado y el lavamanos de cerámica (la inflación se disparó en el último año al 53 por ciento). Desde hace más de un año no ha podido conseguir un poco de cemento para impedir que el agua de la calle se meta a su vivienda en época de lluvias.

    Tal parece que el modelo bolivariano cumplió su ciclo en un país que ahuyentó a los inversionistas o les expropió sus empresas para pasar al modelo de la autoproducción. Pero hablar de producción en Venezuela es hablar ahora de muestren bondadosos para vender algo de lo que aquí dejó de producirse y hace mucha falta: medicamentos, comida, piezas automotrices y muchos materiales más.

    La muerte de Chávez coincidió con el momento más crítico de Venezuela en su historia moderna, a pesar de que como principal reserva mundial de energéticos tuvo las mejores ventas de petróleo. Cuba acaba de aprobar la ley de inversión extranjera para meter capital a la isla. La norma fue aprobada en medio de temores sobre el futuro de la ayuda de Venezuela, que manda al régimen de los Castro más de 100 mil barriles de petróleo cada día.

    *** —Es como si se hubiera muerto un hijo. Ahora uno prende la televisión y da tristeza —dice Flor María Hernández, de 69 años, y luego se seca las lágrimas al recordar los funerales de Hugo Chávez Frías. Tenía motivos para adorarlo. Bajo su régimen por fin fue nacionalizada después de llegar al país a los cuatro años, casarse y tener hijos con su marido, un venezolano que hoy padece de artritis y cuyos medicamentos no ha sido fácil conseguir.

    Además durante el gobierno de Rafael Caldera, un abogado y diplomático que pareció darle esperanza al pueblo venezolano después de un proceso de turbulencia económica y de protestas, el seguro social dejó morir a su madre al negarle atención médica.

    Entonces apareció Chávez besando a los ancianos.

    —Madre mía, te amo, te amo —le dijo a una anciana que estaba en el hospital. Eso fue hace más de 15 años aunque hoy en cada hospital haya lista de espera para las cirugías y no haya gasas ni medicamentos.

    Aquella imagen de Chávez ocurrió poco después de que un hijo de Flor María, que hacía el servicio militar, le pidiera a ella que votara por el comandante. Lo hizo con cierta desconfianza. Pero además del trato con la gente vinieron las pensiones, las ayudas en las colonias y las viviendas.

    —¡Muchacho! Nunca nadie nos dio nada. Sólo problemas —dice sentada afuera de la puerta de la cocina desde donde se aprecian las montañas del valle. Ella nunca había visto a un presidente como Chávez. El comandante de pronto apareció en televisión a todas horas. Sin ningún guión, ni teleapuntador ni nadie que lo dirigiera, podía pasar horas y él hablaba, recitaba poesía, cantaba, montaba a caballo o hasta bailaba rap. Pero lo que nunca se le va a olvidar a la ancianita Hernández, quien también podía seguir 10 horas o más de programación ininterrumpida, son los regaños públicos de Chávez a sus ministros.

    —¿Aló? Presidente.

    —Diosdado —contestó Chávez a su Ministro de Comunicaciones y Transportes.

    Era Diosdado Cabello, hoy líder de la Asamblea Nacional (este gobierno fusionó el Senado y la Cámara de Diputados) y en su programa Aló Presidente había recibido quejas de obras inconclusas.

    —¿Cómo está, Presidente?

    —No estoy muy bien porque me están reclamando aquí un compromiso que no hemos cumplido: la carretera Muria. ¿Qué ha pasado?

    —Se está levantando el proyecto.

    —Pero el gobernador Henry me está diciendo que ya te mandó el proyecto.

    Y los confrontó. El gobernador dio argumentos del proyecto con detalles. Chávez hizo que el funcionario dejara los aspectos técnicos y pudiera explicarlos a la gente.

    —¿Diosdado ya oíste al gobernador?

    —Si, pero…

    —A ver, ¿tú viniste o mandaste a alguien a hablar con el gobernador?

    —No

    —Ahhh. Allí está la falla. Tú no puedes trabajar así.

    Los regañó y la gente le aplaudió. Dijo que el que quedaba mal era él porque había empeñado su palabra. Todavía Cabello intentó alegar para hacer las cosas a su manera, pero el Presidente lo puso en su lugar. Le dijo que él haría las cosas como se las estaba indicando.

    La gente que estaba sentada en sillas frente a él, bajo una lona, en un sitio público y abierto al aire, desde donde Chávez conducía el programa radiofónico, se rió y aplaudió. Aquello parecía un espectáculo como el de Laura de América.

    Entre otros puntos eso elevó la popularidad de Chávez, que actualmente mantiene arraigado al chavismo, aunque los ancianos o los pobres no tengan las mejores opiniones de Nicolás Maduro, cuyo modelo socialista empeoró desde hace poco más de un año a la fecha en que tomó protesta como sucesor del comandante.

    —Pero es el gobierno de derecha el que lo quiere quitar —justifica Hernández, que como herencia del chavismo sólo ve las noticias de canales de televisión oficialistas.

    ***

    Esa tarde un vecino de Flor Hernández interrumpió la conversación. Era un hombre alto entrado en los sesenta años y de bigote que bajaría a la zona comercial en busca de harina para las arepas, la tradicional gordita de masa dorada en la sartén que se come en el desayuno, en la comida y en la cena. “Si no desayuno la arepa es como si algo me faltara”, es el dicho de los venezolanos. El hijo de ese hombre lleva seis horas formado.

    Poco a poco las familias se fueron metiendo en las colas para todo. Desde hace unos años para acá a la compra de insumos para la comida se le dedicó tiempo, pero no como ahora. Para que no falte la harina, ni la leche la familia de Hernández, en esa casa se dedica un día completo a la semana o a veces más. La ancianita se lleva a ocho personas de la vivienda, entre hijos y nietos a hacer la compras.

    Los días de convivencia de las familias no sólo de pobres sino de clase media y los ricos se acabaron. El ejercicio de salir temprano apenas con una fruta, un pan y un café en el estómago para ir a buscar, esperar la ración, pelear los alimentos y luego formarse en las colas inmensas agota mucho más de lo que puede cansar la propia jornada laboral.

    Más tarde, bajamos con la señora a comprar pollo. Esta tarde pollo sí había. Tardamos dos horas para salir del Superlíder, una tienda privada tan sólo para pagar cuatro muslos y dos piernas. Y eso que ella se formó en la caja preferente del súper para personas de la tercera edad, discapacitados y mujeres embarazadas.

    —Y eso que hay poca gente —dijo ella. Esto debido a que no llegó la harina ni la leche.

    En esta zona de Charallave, uno de los principales reductos del chavismo y de alto catolicismos en donde la patrona es Santa Rosa de Lima, que según la también es común, como en los fraccionamientos clasemedieros o ricos, escuchar las quejas por la nueva forma a la que los venezolanos se resisten a aceptar.

    —¡Coño! Esto no era así —dijo una señora de piel morena, cabellos chino que está sentada en un banco en espera de que la cola en la que se encuentra la señora Hernández está formada avance.

    —¡Cónchale! Yo cada que veo esto me dan ganas de llorar —contestó la señora con la que habla, cuyo esposo hace como que lee el periódico pero muestra ganas de participar en la charla.

    —¿En qué momento dejamos de ser productores, vale? —agregó finalmente el hombre de nariz larga, lentes y con una gorra.

    —Mi padre era productor de ganado y sé de lo que habla —respondió la señora morena que está sentada.

    Flor Hernández, quien en sus tiempos libres hace arreglos de costura, tiene una respuesta a todo lo que sucede en su país. Son los guarimberos, como llama Nicolás Maduro a la clase media que pone barricadas como protesta contra el régimen bolivariano, los que tienen a este país así en desabasto.

    Bajo esa lógica y en una nación a cuyos bastiones bolivarianos vuelve la desesperanza y se enfrenta la peor escasez de alimentos y donde la liquidez del dinero no se ve y el dólar está depreciado. ¿Cuánto podrá aguantar Maduro así? ¿Más cuando Cuba ya se abrió y el gobierno de Maduro se mantiene cerrado a la inversión extranjera? Lo que necesitan los venezolanos más que nunca son capitales para salir de la crisis y brindar certeza jurídica.


    Por: Luis Alfonso Fernández
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    Caracas, jueves 03 de abril, 2014





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