24.9 C
Caracas
Thursday, April 25, 2024
No menu items!
More

    DATANÁLISIS: Encuesta sobre candidatos habilitados

    ¿Quién de los opositores habilitados tiene más...

    IBÉYISE PACHECO: El juego sigue abierto…

    “Mientras los presos políticos languidecen…” “Estamos enfrentando al...

    IBÉYISE PACHECO: MINERÍA: el régimen suma nuevos muertos…

    “Mientras los presos políticos languidecen…” “La mina “Bulla...
    HomeActualidadNYT: El colapso del sistema de salud en Venezuela

    NYT: El colapso del sistema de salud en Venezuela


    NYT,  El colapso del sistema de salud en Venezuela

    “Al caer la noche, cuatro bebés más
    habían fallecido…” (falta de insumos)

     

    La vida de 62 mil pacientes con VIH está en riesgo por falta de medicamentos.

    The New York Times publicó fotos de la dantesca realidad de la salud “en revolución”.

    Bajo el título “Mueren recién nacidos y faltan las medicinas: el colapso del sistema de salud en Venezuela” , el New York Times expone al mundo la realidad de los hospitales públicos del interior del país.

    A continuación reproducimos un pequeño pedazo del trabajo de Nicholas Casey con fotos de Meridith Kohut.

    [E]l día había comenzado con los riesgos habituales: la escasez de antibióticos, soluciones intravenosas y alimentos. Luego, un apagón eléctrico se extendió por la ciudad y los respiradores de la sala de maternidad dejaron de funcionar. Durante horas los médicos mantuvieron vivos a los recién nacidos enfermos bombeando manualmente aire en sus pulmones. Al caer la noche, cuatro más habían fallecido.

    “La muerte de un bebé es nuestro pan de cada día”, dijo Osleidy Camejo, una médico cirujano que trabaja en Caracas, sobre el colapso de los hospitales en Venezuela.

    La crisis económica de este país ha desembocado en una emergencia de salud pública que causa la muerte de un número incalculable de venezolanos. Es solo una parte de una crisis mayor que se ha vuelto tan generalizada que el Presidente Nicolás Maduro decretó un estado de emergencia que ha aumentado los temores de que el gobierno colapse.

    La galería completa en el NY Times

    Artículo completo:

    Barcelona.- (Venezuela) — Esa mañana tres recién nacidos ya habían muerto. El día había comenzado con los riesgos habituales: la escasez de antibióticos, soluciones intravenosas y alimentos. Luego, un apagón eléctrico se extendió por la ciudad y los respiradores de la sala de maternidad dejaron de funcionar.

    Durante horas los médicos mantuvieron vivos a los recién nacidos enfermos bombeando manualmente aire en sus pulmones. Al caer la noche, cuatro más habían fallecido.

    “La muerte de un bebé es nuestro pan de cada día”, dijo Osleidy Camejo, una médico cirujano que trabaja en Caracas, sobre el colapso de los hospitales en Venezuela.

    La crisis económica de este país ha desembocado en una emergencia de salud pública que causa la muerte de un número incalculable de venezolanos. Es solo una parte de una crisis mayor que se ha vuelto tan generalizada que el Presidente Nicolás Maduro decretó un estado de emergencia que ha aumentado los temores de que el gobierno colapse.

    Las salas de los hospitales se han convertido en crisoles donde convergen las fuerzas que desangran a Venezuela. Los guantes y el jabón han desaparecido de algunos hospitales. A menudo, los medicamentos para el cáncer solo se encuentran en el mercado negro. Hay tan poca electricidad que el gobierno solo trabaja dos días a la semana para ahorrar la energía que queda.

    En el Hospital de la Universidad de los Andes, en las montañas de la ciudad de Mérida, no había suficiente agua para lavar la sangre de las mesas de operaciones. Los médicos se preparaban para las cirugías y tenían que limpiarse las manos con botellas de agua mineral.

    “Es algo del siglo XIX”, dijo Christian Pino, un cirujano del hospital.

    Las cifras son devastadoras. La tasa de mortalidad entre los bebés de menos de un mes de edad aumentó más de cien veces en los hospitales públicos dependientes del Ministerio de Salud: superó el 2 por ciento en 2015 mientras que en 2012 se ubicaba en 0,02, según un informe gubernamental divulgado por legisladores.

    En los hospitales la tasa de mortalidad entre las nuevas madres aumentó casi cinco veces en el mismo periodo, según el informe.

    En la ciudad portuaria de Barcelona, dos bebés prematuros murieron recientemente mientras eran trasladados al principal hospital público porque la ambulancia no tenía tanques de oxígeno. El hospital no funciona a toda su capacidad porque las máquinas de rayos X o de diálisis renal se dañaron hace mucho tiempo. Y no hay camas suficientes, por lo que algunos pacientes yacen en el suelo en charcos de su propia sangre.

    José Villarroel waited for hours in an emergency operating room at Luis Razetti Hospital in Barcelona

    José Villarroel, herido por una puñalada, esperó durante horas en un quirófano en
    la sala de emergencias en el Hospital Luis Razetti, en Barcelona, Venezuela.

    Son hospitales de campaña en un país donde no hay guerra:

    “Algunos llegan sanos y salen muertos”, dijo Leandro Pérez, en la sala de emergencias del Hospital Luis Razetti, uno de los centros de salud de Barcelona.

    Esta nación tiene las mayores reservas de petróleo del mundo, sin embargo, el gobierno no ahorró dinero para los tiempos difíciles cuando los precios del petróleo eran altos.

    Ahora que cayeron las cotizaciones del crudo, se proyecta una sombra destructiva por todo el país. Hacer filas para poder comprar comida es, desde hace mucho tiempo, una característica de la vida en Venezuela, pero hoy en día estallan en saqueos. El bolívar, la moneda venezolana, ya casi no tiene valor.

    La crisis está centrada en una disputa política entre los socialistas que controlan la presidencia, y sus rivales en la Asamblea Nacional. En enero los legisladores opositores declararon una crisis humanitaria, y este mes aprobaron una ley que permitiría que Venezuela aceptara ayuda internacional para rescatar el sistema de salud.

    “Este es un acto criminal que no podemos aceptar en un país con tanto petróleo, y la gente se está muriendo por falta de antibióticos”, dice Oneida Guaipe, legisladora y exdirigente sindical en hospitales.

    Pero Maduro rechazó esta propuesta en una alocución televisiva y la calificó como un intento de privatizar el sistema hospitalario y un ataque dirigido a su gobierno.

    “Dudo que en otro lado del mundo, más allá de Cuba, exista un mejor sistema de salud que este”, dijo Maduro.

    El año pasado explotaron las viejas bombas que suministraban agua al Hospital de la Universidad de los Andes y no fueron reparadas durante meses.

    Así que sin agua, guantes, jabón ni antibióticos, un grupo de cirujanos se preparaba para remover un apéndice que estaba a punto de estallar, pese a que la sala de operaciones todavía estaba llena de la sangre de otros pacientes.

    Incluso en la capital, solo dos de los nueve quirófanos del Hospital de Niños J. M. de los Ríos están funcionando.

    “Hay personas que mueren por falta de medicinas, niños que mueren por desnutrición y otros mueren porque no hay personal médico”, dijo Yamila Battaglini, una cirujana del hospital.

    Pese a que los hospitales colapsan en toda Venezuela, el Hospital Luis Razetti de Barcelona se ha convertido en uno de los casos más notorios.

    En abril, las autoridades detuvieron a su director, Aquiles Martínez, y lo removieron de su cargo. Las informaciones de medios locales señalaron que fue acusado de robar equipos del hospital como las máquinas para el tratamiento de personas con enfermedades respiratorias, soluciones intravenosas y 127 cajas de medicinas.

    Hace unos días, el médico Freddy Díaz hacía su guardia nocturna y caminaba por un pasillo que se había convertido en una sala improvisada para los pacientes que no tenían camas. Algunos tenían vendas empapadas de sangre y desde el suelo clamaban por ayuda. Uno de ellos, traído por la policía, estaba esposado a una camilla. Las cucarachas se esconden cuando se entra en un cuarto de suministros.

    Díaz registró los datos de un paciente en la parte posterior de un extracto de cuenta bancaria que alguien había tirado a la basura.

    “Nos quedamos sin papel”, explica.

    En el cuarto piso estaba Rosa Parucho, de 68 años, quien fue una de los pocas personas que logró conseguir una cama, aunque el colchón estaba tan dañado que le salieron llagas en la espalda.

    Pero ese era el menor de sus problemas: Parucho es diabética y no pudo recibir diálisis renal porque las máquinas estaban dañadas. Una infección se le había extendido hasta sus pies, que lucían tan negros como la noche. Estaba por entrar en un shock séptico.

    La mujer necesitaba oxígeno pero no había. Sus manos temblaban y tenía los ojos en blanco.

    “Las bacterias no están muriendo; sino están creciendo”, dijo Díaz mientras señalaba que tres de los antibióticos que ella necesitaba no habían estado disponibles desde hace meses.

    “Vamos a tener que amputarle los pies”, aseveró.

    Tres familiares estaban sentados y leían el Antiguo Testamento frente a una mujer inconsciente. Había llegado seis días antes pero como una máquina de escaneo estaba descompuesta, pasó mucho tiempo antes de que alguien descubriera el tumor que tenía en el lóbulo frontal.

    Samuel Castillo, de 21 años, llegó a la sala de emergencias y necesitaba sangre. Pero los suministros se habían agotado. Ese día fue declarado como feriado por el gobierno para poder ahorrar electricidad, y el banco de sangre solo toma donaciones en días laborables. Castillo murió esa noche.

    Durante los últimos dos meses y medio, el hospital no ha tenido materiales para imprimir los rayos X. Por lo tanto, los pacientes deben utilizar sus teléfonos para tomar una foto de sus exploraciones y llevárselas a su médico.

    “Parece tuberculosis”, dijo un médico en la sala de emergencias mientras miraba la imagen de un pulmón en un teléfono celular. “Pero no puedo asegurarlo. La calidad es mala”.

    Clara Villega, who has lupus, has searched in vain for medicine and supplies.

    Clara Villegas, que tiene lupus, ha buscado en
    vano medicamentos y suministros.

    Encontrar las medicinas es el reto más difícil:

    Una farmacia aquí en Barcelona está llena de estantes vacíos debido a la escasez de las importaciones que el gobierno ya no puede pagar. Cuando los pacientes necesitan un tratamiento, los médicos le dan a la familia una lista de medicamentos, soluciones y otros elementos necesarios para estabilizarlos o para realizar una cirugía. Los familiares deben encontrar a los vendedores del mercado negro que tienen las mercancías.

    Lo mismo pasa con casi todo lo demás que se necesite.

    “Ahora debe traer los pañales”, le dijo una enfermera a Alejandro Ruiz, cuya madre había sido trasladada a la sala de emergencias.

    “¿Qué más?”, preguntó Ruiz, quien había llevado bolsas de basura llenas de mantas, sábanas, almohadas y papel higiénico.

    Nicolás Espinosa estaba junto a su pequeña hija que ha padecido de cáncer durante dos de sus cinco años de vida. Se estaba quedando sin dinero para comprar las soluciones intravenosas. La inflación aumentó el precio de esos insumos 16 veces más de lo que pagó hace un año.

    Tenía una lista de medicamentos que trató de encontrar en Barcelona y en una ciudad vecina. El tratamiento de su hija se interrumpió cuando el Departamento de Oncología se quedó sin los medicamentos necesarios hace un mes y medio.

    Cerca de él, un letrero escrito a mano decía: “Vendemos antibióticos – Negociables” y aparecía el número de un vendedor del mercado negro.

    Biceña Pérez, de 36 años, recorrió los pasillos en busca de alguien que la escuchara.

    “¿Alguien puede ayudar a mi papá?”, preguntaba.

    Su padre, José Calvo, de 61 años, había contraído mal de Chagas, causado por un parásito. Pero la medicina que le prescribieron se agotó este año y había comenzado a sufrir de insuficiencia cardiaca.

    Seis horas después un grito se escuchó en la sala de emergencias. La hermana de José se lamentaba y decía: “Mi negrito, mi negrito”. El hombre había muerto.

    Su hija caminó sola por la sala de emergencias, sin saber qué hacer. Se cubrió la cara con las manos, y luego apretó los puños.

    “¿Por qué el director del hospital se robó los equipos?”, fue todo lo que pudo decir. “¿Dime quién tiene la culpa?”.

    El noveno piso del hospital es la sala de maternidad, donde siete bebés habían muerto el día anterior. Al final del pasillo había una habitación llena de incubadoras dañadas.

    Una tenía el cristal roto. Cables rojos, amarillos y azules colgaban de otra.

    “No usar – no funciona”, decía un registro fechado en noviembre pasado.

    Amalia Rodríguez estaba en el pasillo.

    “Tuve un paciente que necesitaba respiración artificial, y no tenía ninguna disponible”, dijo la especialista. “Un bebé. ¿Qué podemos hacer?”.

    El día del apagón, Rodríguez dijo que el personal del hospital trató de encender el generador, pero que no funcionó.

    Los médicos hicieron todo lo posible para mantener vivos a los bebés: les bombearon aire de forma manual hasta que los empleados quedaron totalmente exhaustos. Es imposible saber cuántos bebés murieron por la interrupción de energía, teniendo en cuenta las demás deficiencias del hospital.

    “¿Qué podemos hacer?”, dijo Rodríguez. “Todos los días alguna incubadora no se calienta, se pone fría, lo que significa que está dañada”.

    Los doctores del Hospital Luis Razetti en Venezuela improvisan, con jarras y envases de plástico, para estabilizar a los pacientes con fracturas.

    Los doctores del Hospital Luis Razetti en Venezuela improvisan, con jarras y envases
    de plástico, para estabilizar a los pacientes con fracturas.

    Artículo en ingles:

    Barcelona.- (Venezuela) — By morning, three newborns were already dead. The day had begun with the usual hazards: chronic shortages of antibiotics, intravenous solutions, even food. Then a blackout swept over the city, shutting down the respirators in the maternity ward.

    Doctors kept ailing infants alive by pumping air into their lungs by hand for hours. By nightfall, four more newborns had died.

    “The death of a baby is our daily bread,” said Dr. Osleidy Camejo, a surgeon in the nation’s capital, Caracas, referring to the toll from Venezuela’s collapsing hospitals.

    The economic crisis in this country has exploded into a public health emergency, claiming the lives of untold numbers of Venezuelans. It is just part of a larger unraveling here that has become so severe it has prompted President Nicolás Maduro to impose a state of emergency and has raised fears of a government collapse.

    Hospital wards have become crucibles where the forces tearing Venezuela apart have converged. Gloves and soap have vanished from some hospitals. Often, cancer medicines are found only on the black market. There is so little electricity that the government works only two days a week to save what energy is left.

    At the University of the Andes Hospital in the mountain city of Mérida, there was not enough water to wash blood from the operating table. Doctors preparing for surgery cleaned their hands with bottles of seltzer water.

    “It is like something from the 19th century,” said Dr. Christian Pino, a surgeon at the hospital.

    The figures are devastating. The rate of death among babies under a month old increased more than a hundredfold in public hospitals run by the Health Ministry, to just over 2 percent in 2015 from 0.02 percent in 2012, according to a government report provided by lawmakers.

    The rate of death among new mothers in those hospitals increased by almost five times in the same period, according to the report.

    Here in the Caribbean port town of Barcelona, two premature infants died recently on the way to the main public clinic because the ambulance had no oxygen tanks. The hospital has no fully functioning X-ray or kidney dialysis machines because they broke long ago. And because there are no open beds, some patients lie on the floor in pools of their blood.

    It is a battlefield clinic in a country where there is no war.

    José Villarroel waited for hours in an emergency operating room at Luis Razetti Hospital in Barcelona

    José Villarroel waited for hours in an emergency operating room at Luis Razetti Hospital
    in Barcelona, after suffering a stab wound. The hospital, which did not have the needed
    scanning equipment, eventually directed him to a private clinic to have
    a scan done before treatment.

    “Some come here healthy, and they leave dead”:

    Dr. Leandro Pérez said, standing in the emergency room of Luis Razetti Hospital, which serves the town. This nation has the largest oil reserves in the world, yet the government saved little money for hard times when oil prices were high. Now that prices have collapsed — they are around a third what they were in 2014 — the consequences are casting a destructive shadow across the country. Lines for food, long a feature of life in Venezuela, now erupt into looting. The bolívar, the country’s currency, is nearly worthless.

    The crisis is aggravated by a political feud between Venezuela’s leftists, who control the presidency, and their rivals in congress. The president’s opponents declared a humanitarian crisis in January, and this month passed a law that would allow Venezuela to accept international aid to prop up the health care system.

    “This is criminal that we can sit in a country with this much oil, and people are dying for lack of antibiotics,” says Oneida Guaipe, a lawmaker and former hospital union leader.

    But Mr. Maduro, who succeeded Hugo Chávez, went on television and rejected the effort, describing the move as a bid to undermine him and privatize the hospital system.

    “I doubt that anywhere in the world, except in Cuba, there exists a better health system than this one,” Mr. Maduro said.

    Late last fall, the aging pumps that supplied water to the University of the Andes Hospital exploded. They were not repaired for months.

    So without water, gloves, soap or antibiotics, a group of surgeons prepared to remove an appendix that was about to burst, even though the operating room was still covered in another patient’s blood.

    Even in the capital, only two of nine operating rooms are functioning at the J. M. de los Ríos Children’s Hospital.

    “There are people dying for lack of medicine, children dying of malnutrition and others dying because there are no medical personnel,” said Dr. Yamila Battaglini, a surgeon at the hospital.

    Yet even among Venezuela’s failing hospitals, Luis Razetti Hospital in Barcelona has become one of the most notorious.

    In April, the authorities arrested its director, Aquiles Martínez, and removed him from his post. Local news reports said he was accused of stealing equipment meant for the hospital, including machines to treat people with respiratory illnesses, as well as intravenous solutions and 127 boxes of medicine.

    Around 10 one recent night, Dr. Freddy Díaz walked down a hall there that had become an impromptu ward for patients who had no beds. Some clutched blood-soaked bandages and called from the floor for help. One, brought in by the police, was handcuffed to a gurney. In a supply room, cockroaches fled as the door swung open.

    Dr. Díaz logged a patient’s medical data on the back of a bank statement someone had thrown in the trash.

    “We have run out of paper here,” he said.

    On the fourth floor, one of his patients, Rosa Parucho, 68, was one of the few who had managed to get a bed, though the rotting mattress had left her back covered in sores.

    But those were the least of her problems: Ms. Parucho, a diabetic, was unable to receive kidney dialysis because the machines were broken. An infection had spread to her feet, which were black that night. She was going into septic shock.

    Ms. Parucho needed oxygen, but none was available. Her hands twitched and her eyes rolled into the back of her head.

    “The bacteria aren’t dying; they’re growing,” Dr. Díaz said, noting that three of the antibiotics Ms. Parucho needed had been unavailable for months.

    He paused. “We will have to remove her feet.”

    Three relatives sat reading the Old Testament before an unconscious woman. She had arrived six days before, but because a scanning machine had broken, it was days before anyone discovered the tumor occupying a quarter of her frontal lobe.

    Samuel Castillo, 21, arrived in the emergency room needing blood. But supplies had run out. A holiday had been declared by the government to save electricity, and the blood bank took donations only on workdays. Mr. Castillo died that night.

    For the past two and a half months, the hospital has not had a way to print X-rays. So patients must use a smartphone to take a picture of their scans and take them to the proper doctor.

    “It looks like tuberculosis,” said an emergency room doctor looking at the scan of a lung on a cellphone. “But I can’t tell. The quality is bad.”

    Clara Villega, who has lupus, has searched in vain for medicine and supplies.

    Clara Villegas, que tiene lupus, ha buscado
    en vano medicamentos y suministros .

    Finding medicine is perhaps the hardest challenge:

    The pharmacy here has bare shelves because of a shortage of imports, which the government can no longer afford. When patients need treatment, the doctors hand relatives a list of medicines, solutions and other items needed to stabilize the patients or to perform surgery. Loved ones are then sent back the way they came to find black-market sellers who have the goods.

    The same applies to just about everything else one might need here.

    “You must bring her diapers now,” a nurse told Alejandro Ruiz, whose mother had been taken to the emergency room.

    “What else?” he asked, clutching large trash bags he had brought filled with blankets, sheets, pillows and toilet paper.

    Nicolás Espinosa sat next to his tiny daughter, who has spent two of her five years with cancer. He was running out of money to pay for her intravenous solutions. Inflation had increased the price by 16 times what he paid a year ago.

    He flipped through a list of medicines he was trying to find here in Barcelona and in a neighboring city. Some of the drugs are meant to protect the body during chemotherapy, yet the girl’s treatments ended when the oncology department ran out of the necessary drugs a month and a half ago.

    Near him, a handwritten sign read, “We sell antibiotics — negotiable.” A black-market seller’s number was listed.

    Biceña Pérez, 36, scanned the halls looking for anyone who would listen to her.

    “Can someone help my father?” she asked.

    Her father, José Calvo, 61, had contracted Chagas’ disease, a sickness caused by a parasite. But the medication Mr. Calvo had been prescribed ran out in his part of Venezuela that year, and he began to suffer heart failure.

    Six hours after Ms. Pérez’s plea, a scream was heard in the emergency room. It was Mr. Calvo’s sister: “My darling, my darling,” she moaned. Mr. Calvo was dead.

    His daughter paced the hall alone, not knowing what to do. Her hands covered her face, and then clenched into fists.

    “Why did the director of this hospital steal that equipment?” was all she could say. “Tell me whose fault is this?”

    The ninth floor of the hospital is the maternity ward, where the seven babies had died the day before. A room at the end of the hall was filled with broken incubators.

    The glass on one was smashed. Red, yellow and blue wires dangled from another.

    “Don’t use — nonfunctional,” said a sign dated last November.

    Dr. Amalia Rodríguez stood in the hallway.

    “I had a patient just now who needed artificial respiration, and I had none available,” Dr. Rodríguez said. “A baby. What can we do?”

    The day of the power blackout, Dr. Rodríguez said, the hospital staff tried turning on the generator, but it did not work.

    Doctors tried everything they could to keep the babies breathing, pumping air by hand until the employees were so exhausted they could barely see straight, she said. How many babies died because of the blackout was impossible to say, given all of the other deficiencies at the hospital.

    “What can we do here?” Dr. Rodríguez said. “Every day I pass an incubator that doesn’t heat up, that is cold, that is broken.”

    Ana León and Meridith Kohut contributed reporting from Barcelona, and Patricia Torres from Caracas, Venezuela. I remember listening to leftist radio shows falling over themselves backward with adulation for Chavez, the corrupt quasi-dictator who did…This is the socialist legacy of Hugo Chavez. He impoverished a once thriving nation just like the thugs that did the same in Zimbabwe. “Mueren recién nacidos y no hay medicinas”; Los bebés sin medicinas: Los hospitales que fallan de dentro de Venezuela.

    *Ana León y Meridith Kohut colaboraron con este reportaje desde Barcelona, y Patricia Torres desde Caracas, Venezuela.

    Por: Nicholas Casey
    @caseysjournal
    The New York Times
    Redacción/R24
    Politica | Opinión
    Salud pública | Sucesos
    Ciudadanos | Sucesos
    Oposición | Damnificados
    Oficialismo | Psuv
    Corrupción | Pdvsa
    Divisas | Cadivi
    lunes, 16 de mayo de 2016

    new york times logo

    Tweets about: “GUSTAVO TOVAR-ARROYO: “La hija de Diosdado”
    Tweets about: “ROBERT ALVARADO: El señorío territorial y la justicia de Diosdado”
    Tweets about: “Edit.TalCual: Hola, Diosdado”
    Tweets about: “MANUEL MALAVER: Los gringos quieren ponerle los ganchos a Diosdado”
    Tweets about: “ANTONIO RIVERO: “Chávez renunció en 2003 y Diosdado tiene esa renuncia”
    Tweets about: “INFIDELIDAD: Los secretos no tan “ocultos” de Diosdado”

    Tweets about: “CORRUPCIÓN: El sombrío “historial” de Diosdado Cabello”

    *¡Por favor si el tema fue de tu agrado, no olvides… dejar tus comentarios!
    ¡Nosotros si te escuchamos; Deja tu opinión sobre el artículo…!



    Advertisements
    ÚLTIMAS NOTICIAS

    Últimas noticias:

    Comentarios Recientes: