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    CUBA: Murió el tirano Fidel Castro


    La historia no lo absolverá

     

    Fidel Castro padecía, entre muchos males, de una fatal y absoluta arrogancia.

    Raúl Castro anuncia en un mensaje televisado el fallecimiento del líder histórico de la Revolución cubana: “Fidel Castro ha muerto”.

    El dictador cubano Raúl Castro anunció la muerte de su hermano Fidel a las 10:29 p.m. del viernes en un mensaje televisado y dijo que sus restos serían cremados.

    Fidel Castro ha muerto. ¿Qué leyenda de 10 palabras hay que poner en su lápida? “Aquí yacen los restos de un infatigable revolucionario-internacionalista nacido en Cuba”. Me niego a repetir los detalles conocidos de su biografía. Pueden leerse en cualquier parte.

    La Habana.- Murió el dictador que prometió democracia, pero implantó una dictadura comunista que empobreció al país, aplastó los derechos humanos y colocó al mundo al borde de un holocausto nuclear. Con enormes subsidios soviéticos, Castro mejoró notablemente la salud y la educación en Cuba, así como el nivel de vida de la población más pobre. Pero cuando el chorro de rublos cesó, el hambre se apoderó de la isla durante “el Periodo Especial” y los cubanos lanzaron otra de las olas de refugiados que convirtieron a Miami en la capital del dolor y el triunfo del exilio.

    Castro se enfrentó a 11 presidentes norteamericanos, jugó un poderoso papel en el escenario mundial y fue admirado por la izquierda en todo el mundo. Sin embargo, su modelo de una economía supercentralizada y de controles políticos totalitarios ahora sólo sobrevive en Corea del Norte.

    Su hermano, el gobernante Raúl Castro anunció su muerte a las 10:29 p.m. del viernes en un mensaje televisado y dijo que sus restos serían cremados. Los periódicos cubanos aún no han publicado la noticia en sus páginas digitales.

    Castro enfermó gravemente en el 2006. Varias veces se reportó que estaba muerto o cerca de la muerte. Las últimas imágenes del líder cubano son del 16 de noviembre cuando recibió al presidente de Vietnam. Pero el día después, el presidente canadiense, Justin Trudeau, también de visita en Cuba se fue sin verlo y sin más explicaciones. Las fotografías y los videos en los últimos años lo mostraban muy demacrado y a veces en una silla de ruedas, aunque amigos y mandatarios que se entrevistaron en privado con él juraban que permanecía mentalmente alerta.

    Pero según fuentes cercanas, desde hacía dos años, tenía problemas de memoria y más recientemente, dependía enteramente de su esposa Dalia Soto del Valle.

    En el pasado Congreso del Partido en abril de esta año, Castro se despidió de los militantes comunistas. “A todos nos llegará nuestro turno”, dijo con voz temblorosa. Finalmente, ese día llegó el 25 de noviembre del 2016.

    Cuando Castro tomó el poder en 1959, pese a las visibles desigualdades, Cuba estaba en tercer lugar en el hemisferio en la mayoría de los índices socioeconómicos, según cifras de las Naciones Unidas. En el momento de su muerte, el país no está ni siquiera entre los primeros 15, y en algunos renglones, como por ejemplo, el uso de la Internet, ocupa el último lugar.

    Sus miles de simpatizantes quedaban virtualmente hipnotizados por su desafiante nacionalismo, su indiscutible carisma y su talento como orador. Habló a nombre de los pobres del mundo, y envió a decenas de miles de médicos para ayudar a países del Tercer Mundo.

    Sin embargo, más de tres millones de cubanos se largaron de la isla, los más desesperados huyendo a través de los campos minados de la Base Naval de Guantánamo o lanzándose al mar en frágiles balsas hechas de lo que tuvieran a mano.

    El número de cubanos que han muerto ahogados en las aguas del Estrecho de la Florida sólo puede especularse, pero no hay dudas de que es una cifra alta.

    Ya para finales de los años 60 el gobierno de Castro se había apoderado de la mayor parte de las granjas y fincas, y de muchas propiedades urbanas, todas las escuelas y de todos los negocios privados, hasta los quioscos callejeros donde se vendía churros.

    Medio siglo después, en 2014, Cuba, una isla tropical, importó más de $2000 mil millones en alimentos, mientras miles de edificios se han derrumbado y los hospitales carecen de insumos básicos, desde medicinas hasta sábanas.

    Castro creó un partido único—el comunista—, combatió la oposición, controló todos los periódicos, estaciones de radio y televisión, y exigió una lealtad inflexible a todos los cubanos, desde simples cortadores de caña hasta poetas.

    Sobrevivió a lo que él mismo estimó en más de 600 intentos de asesinato, pero mandó a miles de sus enemigos al paredón de fusilamiento y destruyó a las guerrillas que lo combatían en las montañas del Escambray. Cientos de campesinos que ayudaron a los “alzados” fueron desplazados de manera forzosa a la lejana provincia de Pinar del Río.

    Su gobierno entrenó y armó a decenas de grupos de guerrilleros latinoamericanos que participaron en conflictos que dejaron como saldo miles de muertos en las décadas del 60, 70 y 80. Pero Castro encarceló a pacíficos opositores, y acusó furiosamente a Washington de “subversión” cuando el gobierno de Estados Unidos ayudó a grupos de la sociedad civil dentro de la isla.

    Castro nació el 13 de agosto de 1926, y fue uno de los siete hijos de Ángel Castro, un emigrante español de la región de Galicia, y de Lina Ruz, que trabajó como sirvienta en la finca azucarera que tenía el padre en la localidad de Birán, en el norte de la provincia de Oriente.

    Desde la escuela primaria y secundaria, que estudió en parte con los padres jesuitas, hasta la Escuela de Leyes de la Universidad de La Habana, demostró tener una gran inclinación hacia políticas de línea dura como el “gangsterismo” que marcaron la vida de la universidad en esa época y los sucesos conocidos como “El Bogotazo” que tuvieron lugar en Colombia en 1948, cuando Castro apenas tenía 21 años.

    Después de que Fulgencio Batista dio un golpe de estado en 1952, Castro organizó y dirigió el ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba el 26 de julio de 1953. El ataque fue un sangriento fracaso —cerca de la mitad de los participantes murieron en combate o en ejecuciones posteriores — pero Cuba hoy en día celebra la fecha como el inicio de la revolución.

    Capturado y amnistiado poco después por Batista, Castro partió rápidamente hacia México donde organizó una fuerza de 82 hombres que desembarcó en Cuba a bordo del yate Granma en 1956. De nuevo, todo parecía haber fracasado, cuando menos de 20 sobrevivientes lograron internarse en las montañas de la Sierra Maestra.

    Sin embargo, la inepta respuesta de Batista —torturar y asesinar casi al azar, mientras sus fuerzas armadas permitían que los rebeldes crecieran y se fortalecieran en las montañas— obligó al gobernante a escapar a República Dominicana y le dejó abiertas las puertas a Castro el 1ro. de enero de 1959.

    En sólo unos meses, ya Castro se enfrentaba al gobierno de Eisenhower y se hacía amigo de la Unión Soviética. La fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, por parte de exiliados cubanos armados y entrenados por la CIA, solidificó su poder, y apenas meses más tarde declaró lo que llevaba mucho tiempo negando: “Creo en el marxismo”.

    Cuando aviones espías norteamericanos confirmaron la presencia de armas atómicas en Cuba en octubre 1962, le envió a Nikita Kruschov un mensaje donde le decía que él y sus compatriotas estaban listos para morir en una conflagración nuclear si era necesario para la victoria del comunismo.

    Pero cuando a exiliados cubanos se les permitió regresar a visitar la isla a partir de 1979, y la mayoría les llevó a sus familiares artículos de consumo que hacía años habían desaparecido de la isla, millones de cubanos comenzaron a preguntarse si de verdad había valido la pena 20 años de revolución.

    Para muchos, la respuesta fue no, y unos 125,000 cubanos huyeron del país durante el éxodo del Mariel en 1980.

    El éxodo —y la decisión de Castro de enviar decenas de miles de tropas a Angola y a Etiopía— fue el golpe final que hechó por tierra los esfuerzos del presidente Jimmy Carter para mejorar las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba. De hecho, cada vez que un presidente norteamericano trató de acercarse a Cuba, Castro hizo algo que mantuvo encendida la llama de la enemistad entre los dos países.

    Otros 35,000 cubanos se fueron del país durante la crisis de los balseros en 1994, luego de que la caída de la Unión Soviética eliminó los subsidios anuales de entre $4,000 y $6,000 millones que Moscú le entregaba al gobierno cubano. La isla cayó en la peor crisis de su historia.

    En la actualidad, alrededor de un millón de cubanos viven en el sur de la Florida y cientos de miles viven en muchos otros lugares, desde New Jersey a España y hasta en Suecia y Pakistán.

    Desesperado por el colapso de la economía a principios de los años 90, Castro accedió a regañadientes a permitir el turismo masivo de extranjeros (que condujo a una abierta prostitución), y a legalizar los dólares norteamericanos que enviaban los exilados a sus familiares, la inversión extranjera y los mercados campesinos donde los precios se establecían de acuerdo a la oferta y la demanda.

    Pero a finales de 1995, confiado de que su revolución podría sobrevivir a la crisis, comenzó a apretar las tuercas nuevamente. Cerró los mercados libres, destituyó de sus cargos a muchos economistas “reformistas” y empezó a centralizar otra vez la economía al tiempo que endurecía el control político.

    En 1996 ordenó el derribo de dos avionetas de la organización Hermanos al Rescate, en donde perecieron cuatro residentes de Miami. Y en el 2003 lanzó un fuerte ataque contra disidentes, conocido como la Primavera Negra, donde 75 opositores recibieron largas condenas tras juicios de unas pocas horas.

    Después de luchar durante años con problemas económicos, Castro encontró otro apoyo financiero cuando en 1998 los venezolanos eligieron como presidente a Hugo Chávez. Se estima que los subsidios petroleros de Chávez a Cuba alcanzaron casi los $5,000 millones al año en el 2011.

    El tiempo, sin embargo, fue debilitando al hombre que llegó a pronunciar discursos que duraban hasta seis horas.

    En junio del 2001, Castro se desmayó en medio de un acto publico. Pareció desmayarse de nuevo durante una visita a Argentina en el 2003. En el 2004, tropezó al bajar de un estrado y se fracturó la rodilla izquierda y el brazo derecho.

    Y en el 2006, a los 79 años, fue sometido a una cirugía intestinal de emergencia que lo obligó a ceder parte de su poder a su hermano, el ministro de Defensa Raúl Castro.

    En el 2006, a los 79 años, fue sometido a una cirugía intestinal de emergencia que lo obligó a ceder parte de su poder a su hermano, el general Raúl Castro, quien tomó oficialmente el cargo de presidente dos años después.

    Luego del anuncio de Castro a principios del 2008 de que no buscaría ni aceptaría ser reelegido al cargo de presidente, Raúl Castro lo sustituyó y nombró en los principales cargos del gobierno a viejos revolucionarios, todos mayores de 70 años.

    Al principio había indicios de que Fidel Castro continuaba siendo una poderosa figura a la hora de tomar decisiones estratégicas y reunirse con mandatarios visitantes, aunque sus columnas trataban un sinfín de temas diferentes, que iban desde el inminente colapso del capitalismo hasta el calentamiento global, pero casi nunca tocaban temas domésticos.

    Pero en sus últimos años quedó claro que tenía mucho menos influencia sobre los temas de estado, aunque seguía siendo honrado como el Comandante en Jefe y líder de la revolución cubana.

    Al morir, Castro deja detrás a los varios hijos que engendró, fiel a su fama de mujeriego: un hijo, Fidel, que tuvo con Mirta Díaz-Balart, con quien se casó en 1949 y se divorció en 1955; una hija, Alina, que tuvo con Natalia Revuelta; cinco hijos, llamados Alexis, Alex, Alejandro, Antonio y Ángel, con Dalia Soto del Valle, con quien supuestamente se casó en 1980; y, según se ha reportado, otros cuatro hijos con otras cuatro mujeres, lo que hace que tenga siete o tal vez 11 hijos.

    Su legado político es tan turbio como el número de descendientes: ¿lo considerará la historia como el revolucionario que desafió a Estados Unidos, o como un dictador totalitario que se apoderó del poder en lo que era entonces un país relativamente próspero, aunque con grandes diferencias entre ricos y pobres, y convirtió la economía en un verdadero desastre nacional?

    ¿Acaso lo absolverá la historia, como tituló su alegato durante el juicio en que se defendió a sí mismo por el ataque al Cuartel Moncada en 1953?

    “En mi opinión, la historia lo condenará. Esa es mi simple respuesta”, le dijo a el Nuevo Herald el reconocido historiador de Cuba Sir Hugh Thomas, autor en 1970 del libro Cuba: The Pursuit of Freedom.

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    En detalles cuatro preguntas clave:

    ¿Qué rasgos psicológicos le dieron forma y sentido a su vida, motivando su conducta de conquistador revolucionario, cruce caribeño entre Napoleón y Lenin?

    Era inteligente, pero más estratega que teórico. Más hombre de acción que de pensamiento. Quería acabar con el colonialismo y con las democracias, sustituyéndolas por dictaduras estalinistas. Fue perseverante. Voluntarioso. Audaz. Bien informado. Memorioso. Intolerante. Inflexible. Mesiánico. Paranoide. Violento. Manipulador. Competitivo al extremo de convertir el enfrentamiento con Estados Unidos en su leitmotiv. Narcisista, lo que incluye histrionismo, falta total de empatía, elementos paranoides, mendacidad, grandiosidad, locuacidad incontenible, incapacidad para admitir errores o aceptar frustraciones, junto a una necesidad patológica de ser admirado, temido o respetado, expresiones de la pleitesía transformadas en alimentos de los que se nutría su insaciable ego. Padecía, además, de una fatal y absoluta arrogancia. Lo sabía todo sobre todo. Prescribía y proscribía a su antojo. Impulsaba las más delirantes iniciativas, desde el desarrollo de vacas enanas caseras hasta la siembra abrumadora de moringa, un milagroso vegetal. Era un cubano extraordinariamente emprendedor. El único permitido en el país.

    ¿Cómo era el mundo en que se formó?

    Revolución y violencia en su estado puro. Fidel creció en un universo convulso, estremecido por el internacionalismo, que no tomaba en cuenta las instituciones ni la ley. Su infancia (n. 1926) tuvo como telón de fondo las bombas, la represión y la caída del dictador cubano Gerardo Machado (1933). Poco después, le llegaron los ecos de la Guerra Civil española (1936-1939), episodio que sacudió a los cubanos, especialmente a alguien como él, hijo de gallego. La adolescencia, internado en un colegio jesuita dirigido por curas españoles, fue paralela a la Segunda Guerra Mundial (1940-1945). El joven Fidel, buen atleta, buen estudiante, seguía ilusionado en un mapa europeo las victorias alemanas. El universitario (1945-1950) vivió y participó en las luchas a tiros de los pistoleros habaneros. Fue un gangstercillo. Hirió a tiros a compañeros de aula desprevenidos. Tal vez mató a alguno. Participó en frustradas aventuras guerreras internacionalistas. Se enroló en una expedición (Cayo Confites, 1947) para derrocar al dominicano Trujillo. Era la época de la aventurera “Legión del Caribe”. Durante el bogotazo (1948), en Colombia, trató de sublevar a una comisaría de policías. Los cubanos no tenían conciencia de que el suyo era un país pequeño y subdesarrollado. Como “Llave de las Indias” y plataforma de España en el Nuevo Mundo, los cubanos no conocían sus propios límites. Esa impronta resultaría imborrable el resto de su vida. Sería, para siempre, un impetuoso conspirador dispuesto a cambiar el mundo a tiros. No en balde, cuando llegó a la mayoría de edad se cambió su segundo nombre, Hipólito, por el de Alejandro.

    ¿En qué creía?

    Fidel aseguró que se convirtió en marxista-leninista en la universidad. Probablemente. Es la edad y el sitio para esos ritos de paso. El marxismo-leninismo es un disparate perfecto para explicarlo todo. Es la pomada china de las ideologías. Fidel tomó un cursillo elemental. Le bastaba. Le impresionó mucho ¿Qué hacer?, el librito de Lenin. Incluso los escritos de Benito Mussolini y de José Antonio Primo de Rivera. No hay grandes contradicciones entre fascismo y comunismo. Por eso Stalin y Hitler, llegado el momento, cogiditos de mano, pactaron el desguace de Polonia. Los comunistas cubanos, como todos, eran antiyanquis y estaban convencidos de que los problemas del país derivaban del régimen de propiedad y de la explotación imperialista auxiliada por los lacayos locales. Fidel se lo creyó. Sus padrinos ideológicos fueron otros jóvenes comunistas: Flavio Bravo y Alfredo Guevara. Fidel no militó públicamente en el pequeño Partido Socialista Popular (comunista), pero su hermano Raúl, apéndice obediente, sí lo hizo. Allí se quedó en prenda hasta el ataque al cuartel Moncada (1953). Fidel se reservó para el Partido Ortodoxo, una formación socialdemócrata con opciones reales de llegar al poder que lo postuló para congresista. Batista dio un golpe (1952) y Fidel se reinventó para siempre, con barba y uniforme verde oliva encaramado en una montaña. Era su oportunidad. Había nacido el Comandante. El Máximo Líder. Sólo se quitó el disfraz cuando lo sustituyó por un extravagante mameluco deportivo marca Adidas.

    ¿Cuál es el balance de su gestión?

    Desastroso. Les prometió libertades a los cubanos, los traicionó y calcó el modelo soviético de gobierno. Acabó con uno de los países más prósperos de América Latina y diezmó y dispersó a la clase empresarial, pulverizando el aparato productivo. Tres generaciones de cubanos no han conocido otros gobernantes durante cincuenta y tantos años de partido único y terror. Extendió la educación pública y la salud, pero ese dato lo incrimina aún más. Confirma el fracaso de un sistema con mucha gente educada y saludable incapaz de producir, hambrienta y entristecida por no poder vivir siquiera como clase media, lo que los precipita a las balsas. Fusiló a miles de adversarios. Mantuvo en las cárceles a decenas de miles de presos políticos durante muchos años. Persiguió y acosó a los homosexuales, a los cultivadores del jazz o el rock, a los jóvenes de pelo largo, a quienes escuchaban emisoras extranjeras o leían libros prohibidos. Impuso un macho feroz y rural como estereotipo revolucionario. El 20% de la sociedad acabó exiliada. Creó una sociedad coral dedicada públicamente a las alabanzas del Jefe y de su régimen. Por su enfermiza búsqueda de protagonismo, miles de soldados cubanos resultaron muertos en guerras y guerrillas extranjeras dedicadas a crear paraísos estalinistas o a destruir democracias como la uruguaya, la venezolana o la peruana de los años sesenta. Carecía de escrúpulos políticos. Se alió a Corea del Norte y a la teocracia iraní. Apoyó la invasión soviética a Checoslovaquia. Defendió a los gorilas argentinos en los foros internacionales. El 90% de su tiempo lo dedicó a jugar a la revolución planetaria. Deja un país mucho peor del que lo recibió como a un héroe. La historia lo condenará. Es cuestión de tiempo.

    *Carlos Alberto Montaner. Periodista y escritor cubano residente ente Madrid y Miami, Carlos Alberto Montaner es conocido por su trabajo como ensayista y columnista en medios como El Mundo, ABC o Libertad Digital en España y en numerosos otros medios en Latinoamérica y EEUU. Su último libro es la novela ‘Tiempo de canallas’.

    Por: Carlos Alberto Montaner*
    Juan O. Tamayo Y
    Nora Gámez Torres
    ngameztorres@elnuevoherald.com
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    Miami, sabado 26 de noviembre 2016

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