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    RODOLFO IZAGUIRRE: Una cerril mentalidad

    Y vi a la bella aeromoza, , enarbolar un cartel en el que estaba escrito: "¡Detrás del maquillaje está el cansancio!".

    Yo conocí el estupor de la
    adolescencia y sufrí mucho

     

    Pasaba horas acostado mirando el techo de mi cuarto sin saber qué hacer con mi vida, con mi cuerpo que crecía cada día; me afligía ser tan lento en las cosas del amor hasta que Ella también adolescente apareció y quedé trastornado. Pero vivía en Propatria, y yo, en Chacao, y para visitarla a escondidas de unos recelosos hermanos suyos tenía que pedalear duro en mi bicicleta Legnano, hasta que acepté con gran dolor y pesadumbre que aquellos amores no parecían tener futuro mientras yo viviera en Chacao y ella en el patriótico conjunto de casitas y veredas en una Catia cada vez más lejana.

    Pero iba a verla, cruzábamos palabras atolondradas, algún beso furtivo y yo agonizaba no tanto por la sublime irradiación de su belleza, sino por el esfuerzo heroico de tanto pedalear para disfrutarla.

    Antes, debía pasar necesariamente frente a la Cárcel Modelo y dejaba entonces de darle a la bicicleta porque creía que la inercia me hacía invisible ante los guardias. Hoy entiendo que me movía a creerlo esa inevitable tendencia de poner cara de inocencia cada vez que pasamos frente a una comisaría, una jefatura civil, un cuartel o frente al propio Palacio de Miraflores. Al parecer, siempre está latente en nosotros alguna mala conciencia.

    Pasado el peligro, imprimía velocidad a la bici y seguía a lo largo del muro de la tenería de Boccardo que ocupaba toda una manzana.

    Aquel muro anunciaba lo cerca que estaba del rostro de la hermosa adolescente de mis desvelos.

    Un día algo ocurrió, porque pintada en grandes letras que se extendían a todo lo largo del muro apareció una frase tan perturbadora como la luz del sol que iba a visitar: una frase dura, acusadora, determinante. Una voluntad de enfrentamiento y combate cuya existencia, poder y magnitud desconocía: “¡La cerril mentalidad de Boccardo nos lleva a la huelga!”. De pronto, el mundo se abrió frente a mí porque entendí lo que significaba tener una mente cerril y, más importante aún, descubrí que no sólo existía una clase obrera agrupada y cohesionada en sindicatos, sino un mecanismo legal llamado “huelga” que la protege de los abusos y desconsideraciones patronales y gubernamentales.

    Estoy seguro de que fue a partir de ese momento cuando comencé a sentir que pertenecía a un país y a pensar en los otros sin olvidar por eso mi propio universo interior y las llamas del primer amor que hicieron el milagro de que mirara hacia mí mientras veía a los obreros de la tenería nombrándose a través de la palabra “huelga” en el extenso y desafiante letrero sobre la pared de Boccardo.

    Años más tarde en Roma volví a sentir una emoción similar cuando topé en Via del Corso con una manifestación de aeromozas de Alitalia. Un grupo numeroso de bellas mujeres portando el uniforme de la línea aérea invadía la calle protestando, exigiendo y reclamando sus derechos. Fue como si me devolviera al amor, al muro de Boccardo y al titánico pedalear de la bicicleta.

    Y vi a la bella aeromoza, obligada seguramente a soportar horas de vuelo mal remuneradas, enarbolar un cartel en el que estaba escrito: “¡Detrás del maquillaje está el cansancio!”.

    Me envuelve siempre la dulce memoria del intenso y primer aroma de amor que floreció más allá de la ominosa presencia de una cárcel y de una cerril mentalidad y pienso en la gloria que significó que haya estado allí el muro interminable donde aparecieron las palabras que me convirtieron en un ser libre y solidario. Hoy, de uno a otro extremo de ese muro, declararíamos nuestro rechazo a la violencia y la intolerancia y consignaríamos en letras muy grandes que el 7 de octubre ¡resplandecerá la democracia en Venezuela!


    Por: RODOLFO IZAGUIRRE
    izaguirreblanco@gmail.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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