LUIS ALFREDO RAPOZO: Un venezolano, en Bogotá

April 5, 2018

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LUIS ALFREDO RAPOZO, Un venezolano, en Bogotá

Allá en Colombia comen arepas, pero son
mas chatas como si fuera una cachapa…

En esta semana santa 2018 me fui a la bella ciudad de Santa Fe de Bogotá con varios fines; para buscar medicamentos, para conocer la misma en una mirada rasante, para contactar compatriotas que se fueron hace algunos años y ver en general, cómo está la percepción que se tiene del venezolano y nuestro problema político, económico y social, que evidentemente afecta positiva y negativamente a los colombianos…”.

■ De esa manera preparamos el viaje con suficiente anticipación para pasar cerca de una semana allá, metido entre farmacias y droguerías como ellos -los colombianos-, le dicen.

[U]stedes saben que conseguir ciertos medicamentos es una cosa muy difícil, así hagas llamamientos por Radio Caracas Radio -por ejemplo-, pongas anuncios en twitter, solicites ayuda humanitaria y llames al corazón de la gente. Entonces, adquirimos nuestro pasaje por AVIOR y solo pedíamos al cielo que lográramos el objetivo y que no hubiese retraso alguno cuando retornáramos, evitando interrupciones en la cadena de frío del medicamento para que no se dañara. Ese solo asunto era ultra estresante.

I

Con la ayuda de unos ciudadanos colombianos pertenecientes a la Iglesia Cristiana Internacional logramos adquirir las divisas en Bogotá, trasladarnos en la ciudad visitando farmacias hasta que tuvimos éxito en FARMATODO, quienes hicieron lo posible para abastecernos, moviendo inusualmente sus depósitos, cuestión de solucionar nuestra necesidad en tiempo record y abastecernos de insulina para un año. Naturalmente, es una venta inusual, pero ellos entendieron nuestra necesidad de conseguir un producto demasiado escaso y del que depende una vida. De otra manera, era difícil conseguir el producto, pues cada farmacia tendría a lo sumo tres unidades.

Bajo la mirada de la compasión y la solidaridad… los hermanos colombianos nos atendieron; lamentando el mal momento que vivimos; mientras nos decían que era insólito que Venezuela, siendo un país con tantas riquezas, mantuviera a sus hijos por el mundo buscando empleos y medios de vida. Ciertamente es así y la diáspora venezolana en Bogotá se siente en el aire y los ciudadanos corrientes opinan sobre la experiencia de venezolanos que llegan pidiendo ayuda, trabajo, alojamiento y comida. En el diario El Tiempo conseguí una nota que decía que se estima que 800 mil venezolanos han llegado a Colombia y que el número mayor de los mismos se encuentran hacia la frontera, sin embargo en Bogotá nos pudimos encontrar al botones y celador en el hotel dónde llegamos; en la recepción, en tiendas por departamentos-. La mayoría son ciudadanos con doble nacionalidad, a quienes no se le hace tan difícil entrar en el circuito laboral y económico colombiano, pero los venezolanos comunes y corrientes reciben menos paga y entran en la clásica explotación de la mano de obra indocumentada, que camina por el mundo como la espada de Bolívar, ustedes saben.

Entonces, el día de mi salida a Bogotá, atravesé la Av. Baralt para buscar la autopista hacia La Guaira en un servicio expreso; para evitar un mal rato con un taxista malandrín, observando decenas de vendedores de peroles usados en las calles, como en un mercado de pulgas ambulante; la suciedad de las calles, colas para comprar pan en una panadería y un inmenso rancherío alrededor de la autopista que crece y crece desde San Juan, Catia hasta los lados de la autopista Caracas –La Guaira como si ese fuera el estilo de vida normal del caraqueño. “Qué pena-pensé-, Caracas es un mierdero”.

II

Era como las cinco de la mañana hora de Bogotá, cuando el vuelo anunciaba el aterrizaje en el “Aeropuerto Internacional El Dorado”. Llegábamos con un importante retraso a la ciudad cuando debíamos haber llegado a las siete de la noche del día anterior. Naturalmente, estábamos cansados, cuando la voz del capitán de la aerolínea venezolana, pedía disculpas a los pasajeros por el retraso. Yo no pude evitar dar mi opinión en voz alta como si estuviera dando un discurso en la plaza Bolívar y les manifesté que deben mejorar el servicio y que tenían el honor de ser la única aerolínea con ese problema en un día de observación de los mismos en el aeropuerto de Maiquetía, cosa que tuve a bien llevar las estadísticas, durante mi larga espera de quince horas.

A esa hora de la mañana la temperatura en Bogotá era de unos diez grados centígrados y para un costeño como yo, eso era un frío inclemente. Afortunadamente había llevado una chaqueta para el frío que ocultaba parcialmente mi indumentaria de pantalón blanco y mi guayabera blanca como si fuera un semáforo que anunciaba “la llegada de un extranjero a tierra bogotana” donde generalmente visten trajes de negro, gris y chaquetas oscuras en su diario vivir y conchupancia con el frío.

Allí en inmigración se detuvieron a manosear mi pasaporte venezolano, mientras me sometían a intenso interrogatorio… preguntando cuánto tiempo estaríamos en Bogotá, a qué íbamos, cuánto dinero llevábamos, dónde nos hospedaríamos y un largo etcétera. El funcionario se quedó tranquilo cuando le dije que solo estaría cerca de una semana; que ya teníamos nuestro pasaje de regreso, que solo íbamos a comprar medicamentos y conocer un poco la ciudad en temporada baja de semana santa y que no saldríamos de Venezuela así siguiera Maduro jodiendo. Me sellaron el pasaporte y me fui a la calle a entrarme al golpes con el frío, solo porque me estaban esperando, de lo contrario me quedaba allí hasta las ocho esperando que el tiempo calentara un poco. Ese día el diario El Tiempo -excelente periódico – que no dejé de comprar para enterarme del pensar colombiano decía en sus páginas internas: “Baja en sueldos, una consecuencia de llegada de venezolanos: dice ANIF”. Como podrán imaginar procedí a leer el artículo con sumo interés –pues, yo he notado cierta aversión hacia los venezolanos, quienes somos objeto de rechazo por una parte de la población. Ustedes saben que muchos colombianos nos aprecian sinceramente y esperan que superemos nuestra situación actual; pero otros disfrutan el mal momento que vivimos y emiten opiniones realmente desagradables -cosa que no pondré en este espacio-. Les decía que ese artículo hablaba que el deterioro de los sueldos se debía a la llegada de venezolanos que habían incidido en presiones al mercado laboral; además de requerimientos de servicios de salud. Por otra parte, Migración Colombia dice que han llegado unos 800 mil venezolanos y la ANIF manifiesta que se ha visto la participación creciente de venezolanos en atracos y hasta en hechos terroristas relacionados con el ELN. Una verdadera campaña anti-venezolana que ilustra… exponiendo imagines en la frontera de venezolanos que pernoctan en parques y andenes y que supuestamente, deterioran la seguridad y el transito del ciudadano. Es una cosa que hace que uno se le encoja el cuello. También en el artículo se menciona que los narcotraficantes han reclutado a muchos venezolanos que tienen condiciones propicias para ser usados por la droga. Igualmente, informan que los venezolanos que llegan a Colombia lo hacen desnutridos y con enfermedades epidémicas y en consecuencia solicitan una legislación adaptada a los venezolanos que enfrente todo este asunto con urgencia.

Llegué al hotel un viernes santo y pasé el día reponiendo fuerzas y preparándome para el sábado, cuando iniciaría mi recorrido por las farmacias en tiempos de crisis.

III

Ya el día lunes nos preparamos para retornar a Venezuela, al día siguiente, con la felicidad enorme de haber conseguido los medicamentos. Entonces, optamos por irnos de tiendas con el poquísimo dinero que nos quedaba. De esa manera nos fuimos directo a la tienda ÉXITO, donde almorzamos divinamente una comida criolla que no le envidiaba nada a la nuestra y nos hacía estar en casa, a un precio súper solidario. Luego, fuimos a comprar algunos víveres consiguiéndonos con un pasillo completo de harina pan donde había para hacer empanadas, cachapas, maíz blanco, amarillo, etc.: era para tomarnos una foto, sin embargo, aguanté la tentación. También encontramos distintas cosas donde el papel sanitario me sacó suspiros como si estuviéramos en la cuarta república en cualquier parte y yo particularmente tuve que calmarme el corazón cuando vi un pasillo repleto de cauchos de todas las marcas. ¡Caramba-pensé-, si pudiera venir de nuevo para hacer algunas compras, seguro que me llevo unos cauchos!

Total que solo me traje café colombiano en distintas presentaciones, unas pocas harinas, unos pocos rollos de papel, algo de pasta dental, leche y unos chocolatitos para complacer a los amigos que siempre esperan algo cuando uno viaja, así sea a Cúcuta.

Allá en Colombia comen arepas, pero son diferentes a las nuestras, mas chatas como si fuera una cachapa y mi experiencia no le encontraba satisfacción; razón por la cual mi añoranza de sentarme en mi casa con dos arepas en un plato crecía a cada rato con una desesperación enorme. Durante este proceso de compartir con el colombiano de la calle, de los negocios, del taxi, de la cafetería, de la librería… pude escuchar muchas opiniones sobre los próximos comicios electorales en Colombia. Mucha juventud quiere votar por Petro, pero esos muchachos no saben lo que dicen. La situación de la educación universitaria y su acceso es un asunto delicado que debería preocupar a la mayoría de los candidatos, es decir la masificación de la educación, pues ese problemita es carne de cultivo para el comunismo, que allá es una copia del discurso chavista. Yo si les dije a algunos compatriotas colombianos que cuiden su democracia y procuren mejorarla, que no jueguen con el populismo, que las libertades deben regarse como si fuera el jardín de tu casa y quieres obtener la mejor flor. Ciertamente, en los artículos de opinión se observan llamados señalando el caso venezolano con terror y naturalmente, tienen razones suficientes para evitar caer en el precipicio del hambre y el desmadre.

IV

Finalmente, me despedí de Bogotá el martes en la mañana, recorriendo sus calles llenas de trancas de vehículos, pero su orden, sus taxis amarillos, sus buses azules, su presencia policial, su prensa exquisita, su plural TV., sus calles limpias, su patrimonio cultural, sus parques; con todos sus problemas de seguridad, desempleo y un aeropuerto precioso en constante movimiento, me hicieron pensar en la pobreza venezolana, en la Caracas llena de ranchos, CLAP, suciedad, matraca, corrupción, escasez, carencia de efectivo, mal transporte, metro venido a menos, y para colmo un aeropuerto donde los funcionarios ni siquiera dan la bienvenida y solo aspiran a lograr quitarte algo del equipaje y ver si te sacan unos dólares por algún exceso.

De esa manera, me esperaba en Caracas un taxis Express que me llevara a casa con la mayor seguridad para no ser victima de la delincuencia y llegar con bien para preparar dos arepas con revoltillo y acostarme a descansar y a pensar en esta Venezuela; que no le garantiza la vida a cualquier diabético o enfermo de una penosa enfermedad crónica; que no puede garantizar la alimentación, ni la inversión, ni la propiedad privada, ni limpiarse el fundillo decentemente.

*Luis Alfredo Rapozo, La Sociologia en aplicacion es mi vida. Escribo analizando el entorno en plena libertad de ideas. (Caracas-Anzoategui y en Uchire).

Por: Luis Alfredo Rapozo
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luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
Caracas, viernes 16 de marzo de 2018

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