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    MIGRACIÓN: Adiós Venezuela, dice la comunidad judía


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    La comunidad judía vive una nueva
    diáspora, ahora desde Venezuela

     

    Venezuela despide a la nueva Jerusalén.

    Los más conservadores afirman que por lo menos la mitad de los hijos de Israel que vivían en el país se han marchado durante los últimos 10 o 12 años. Se nota en sus aulas y sus clubes.

    Dicen que se van como cualquiera que busca mejores condiciones de vida en otras tierras, pero con el factor adicional del antisemitismo por parte de las altas esferas gubernamentales.

    Caracas.- Como cualquier sala de espera, la entrada de la Asociación Israelita de Venezuela es un espacio para el cotilleo. El tiempo pasa mientras se aguarda por la diligencia y tres mujeres maduras coinciden en el tema inevitable de estos días: la migración. ¿Cuándo te vas? ¿Ya tus hijos se fueron? ¿Cómo les va? ¿En dónde están? “En Panamá”, coincidieron un par de ellas. De ahí en adelante se sucedieron unas cuantas historias de tranquilidad y bienestar. La única objeción que hubo fue cuando la tercera mencionó que uno de sus hijos estaba en Bogotá. “Allá es más difícil porque no hay comunidad”, le respondieron.

    En Venezuela sí la hay o había. Un nuevo éxodo, sin Moisés rebañando los pasos, la desarticula, descoyunta. Se nota en las escuelas y en sus clubes. Hasta hace pocos años la matrícula de primaria del colegio Moral y Luces Herzl-Bialik, ubicado en Los Chorros, rondaba los 1.000 niños. El número cayó estrepitosamente para el año escolar que comenzó en 2014, con 350 estudiantes. La historia no fue distinta para el período lectivo 2015-2016, cuando la cifra descendió a 270. Preocupan las aulas vacías y el destino de una infraestructura escolar diseñada para atender a 2.000 alumnos.

    Nadie en la comunidad se atreve a lanzar un número sobre el total de hijos de Israel que hubo en Venezuela y los que ahora quedan. “Los judíos no se cuentan. No hay un censo. Es irresponsable dar una cifra, pero la percepción que hay es que en los últimos 10 o 12 años se ha marchado más de 50%”, afirma David Bittan, abogado y expresidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV). Aquí, varias generaciones de una familia lograron sentarse un viernes en una misma mesa de shabat; pero las dificultades para conseguir empleo, la inseguridad y la escasez de alimentos y medicinas los afectan como a cualquiera. Los judíos sienten la patria como suya, aunque la revolución quebró la paz que los acompañó desde esos primeros y escasos asentamientos en Venezuela en tiempos de la Colonia hasta las grandes afluencias migratorias luego de la segunda guerra mundial —asilo incluido.

    Maor Malul se cuenta entre los que pusieron un océano de distancia. Se marchó hace tres años, cuando contaba con 37 en el candelario. Al momento de emigrar tenía un buen empleo como Ingeniero Informático; pero una gota colmó el vaso. Es de Barquisimeto y en Caracas vivía alquilado en un apartamento en La Florida. Una tarde de abril de 2012 iba subiendo desde Sabana Grande a su casa por la calle Negrín y una mujer mayor, ataviada con un chaleco bordado con las siglas de la estatal petrolera PDVSA, comenzó a perseguirlo, gritándole groserías. Malul primero intentó ignorarla, hasta que la persecución fue inaguantable.

    — ¿Qué le pasa?

    — Judío de mierda, vete de aquí—fue la respuesta.

    A Malul se le identifica porque siempre lleva kipá. El insulto no fue suficiente: la mujer se le encimó, intentó golpearlo y lo escupió. “Tuve la suerte de que una chama, cristiana evangélica, iba pasando. La muchacha llegó, empujó a la señora y me dijo que corriera”. El ingeniero hizo caso y corrió más allá de nuestras fronteras. Apenas llegó a su casa llamó a la Agencia Judía, pidió una cita y nueve meses después, en enero de 2013, se mudó a Israel.

    No era la primera vez que lo atacaban por sus creencias religiosas. En 2009 hubo un primer episodio, también vinculado a una agencia estatal, esta vez el Seniat. Su abuela falleció y debió viajar a la oficina de administración tributaria para resolver la sucesión. En cuatro oportunidades tuvo que trasladarse de Caracas a Barquisimeto porque siempre faltaba un recaudo. Cuando pidió los requisitos por escrito para evitar una nueva visita infructuosa, le respondieron: “Yo no sé en el país de ustedes, pero acá no es así”.

    Dice que fue como “echarle agua a un gremlin”. La funcionaria tenía las copias de la cédula de Malul, sus padres y su abuela. Todas con el encabezado de Venezuela; pero otra vez se encontró con una respuesta desafortunada: “Esa cosa que usted tiene en la cabeza, eso no es de aquí”. Al final, debió ser atendido por otra persona. “Creo que es algo que viene desde instancias gubernamentales. En el centro de Barquisimeto nadie se metía conmigo, y antes de eso nunca, nunca enfrenté maltratos. Es una cosa desde las altas esferas. El común del venezolano no es antisemita”, defiende.

    El primer bocinazo gubernamental contra la comunidad judía en Venezuela sonó en 2004. Sin importar que hubiese más de 1.000 niños, con sus respectivos representantes, una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) allanó las instalaciones del colegio Hebraica Moral y Luces y el Club Social Hebraica buscando explosivos o armas supuestamente relacionados con la muerte del fiscal Danilo Anderson. No encontraron nada. Volvieron a allanar el club en la madrugada del 2 de diciembre de 2007, mismo día del referéndum constitucional, de nuevo buscando armas, aunque sin especificar cuál averiguación se vinculaba a la pesquisa. Dos años más tarde, el 6 de enero de 2009, el entonces canciller Nicolás Maduro expulsó y declaró persona no grata al embajador de Israel en Venezuela y menos de un mes después, el 30 de enero, un grupo de hombres armados profanó la sinagoga Tiféret Israel, ubicada en Maripérez y la más importante de Caracas. Y como colofón a la seguidilla de ataques, el fallecido Hugo Chávez, el 2 de junio de 2010 soltó la siguiente exclamación: “Condeno desde el fondo de mi alma y de mis vísceras al Estado de Israel; ¡maldito seas, Estado de Israel!”.

    No solo han violado sus templos religiosos, sino también los del conocimiento y la moral. “La decisión de migrar siempre es personal. La migración puede ocurrir en la misma proporción en que se van los no judíos, afectados por la inseguridad, el futuro de los hijos, la inestabilidad política y la inflación, pero no hay razón para que se hayan roto las relaciones con Israel, y ese es un elemento que pesa”, afirma Abraham Levy, otro de los ex presidentes de CAIV.

    Para Diego Scharifker, concejal de Chacao, el ataque a la sinagoga fue un punto de quiebre, que liberó miedos y temores a represalias. Él fue víctima de ataques antisemitas cuando era dirigente estudiantil. El autor —y cómo no— fue Mario Silva, en La Hojilla, en el programa del 13 de enero de 2013, que aprovechó el espacio en la televisora del Estado para descalificarlo por judío. No obstante, Scharifker apunta que tales ataques ocurren desde el chavismo radical. Más allá de eso, solo se ha topado con chistes sobre el poder adquisitivo de los judíos si alguna vez se atreve a decir, por ejemplo, que no tiene dinero para almorzar.

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    Solidarios porque sí:

    Estados Unidos, Panamá, España, Israel y México se perfilan como algunos de los destinos más buscados por los judíos venezolanos, obligados a una nueva diáspora. Zanganear por el mundo parece ser una herencia inagotable. Nunca les ha sido ajena. “El pueblo judío hasta la creación del estado de Israel estaba deambulando de país en país y aceptando la hospitalidad de la nación que lo recibía. Afortunadamente, desde la creación del estado de Israel el judío tiene la posibilidad de retornar a su patria ancestral. A la tierra prometida. Nadie nos obliga a quedarnos, si permanecemos es porque amamos este país, nos sentimos bien y queremos luchar por Venezuela”, subraya Isaac Cohen, rabino principal de la Asociación Israelita de Venezuela. Además, señala que esta emigración judía se mide con la misma vara con la que se mide la del resto de los venezolanos, sean católicos, protestantes o budistas.

    Alex Scharifker se fue. No porque no quiera luchar por Venezuela, sino pensando en su futuro personal y profesional. Es de los que subraya que regresará, aunque en Estados Unidos encontró estabilidad como analista de datos para Apple: “Cada vez más gente se va porque no hay oportunidades económicas al quedarse en Venezuela”. Nunca se sintió discriminado o menospreciado. Más bien, lo que más extraña del país que dejó hace cinco años es la solidaridad que hay, no solo entre judíos: “En EEUU la vida es muy solitaria. En cambio en Venezuela la comunidad judía es muy fuerte y la gente siempre se ayuda”.

    El éxodo también afecta a los que se quedan. Más allá de las nostalgias familiares, ese sentido de solidaridad es el que permite mantener una infraestructura diseñada para 150.000 personas que se sostiene con las dádivas y demás contribuciones que aporta cada uno de los miembros de la comunidad. Sirve para mantener Hebraica, las asociaciones y para brindar ayudas a familias con escasos recursos para cubrir sus necesidades básicas. “La comunidad judía goza de plena libertad de culto y religión. Podemos cumplir con nuestra religión y tenemos el apoyo del gobierno nacional en ese sentido”, enfatiza el rabino Cohen, para quien las razones políticas no son un factor determinante en la emigración judía, y confía en el restablecimiento de las relaciones con el estado de Israel. “Nosotros no somos clase aparte. Somos de religión judía, profesamos la religión judía, pero somos ciudadanos venezolanos cabales, que participamos y creemos en el desarrollo del país nacional en el cual nos encontramos”, subraya.

    Para David Bittan la migración es solo una forma de ir un paso más adelante de la historia, formada después de 5.700 años de sobrevivencia. Mientras para Marianne Kohn Beker, al frente de la Fundación Espacio Anna Frank, “este éxodo no es solo de judíos. Los regímenes políticos son los responsables del buen o mal vivir de su gente. Estamos en una época en la que los destinos de los pobladores de muchos países están en manos de políticos demagogos y populistas que se valen del engaño para lograr hacerse del poder y así satisfacer sus propias ambiciones sociales y económicas. Para el logro de sus objetivos destruyen las instituciones que defienden los derechos legítimos de la gente y llevan a los países que caen en sus manos a su perdición”.

    La “nueva” Jerusalén:

    Este país acogía a inmigrantes. Como una madre adoptiva, los arropó y procuró de un nuevo destino. Les brindó una oportunidad de familia y nacionalidad. Hoy esos venezolanos, por la inestabilidad jurídica, económica y social, han vuelto a emigrar. La comunidad judía no se escapa de esta triste realidad. Cada vez es menor en esta tierras. Desarraigo y partidas.

    Habrá sido el color del mar. Ese azul casi negro del mar venezolano, que a menudo se disfraza de gris por el chispeo de las olas y el viento, debió ser lo primero que notaron los pasajeros del SS. Konisgtein mientras se acercaban a las costas de Venezuela. Al igual que el SS. Caribbia, el barco había salido de Hamburgo en 1939 con una valiosa carga que fue despreciada en distintos puertos del Caribe.

    Eran tiempos en que el país daba tumbos tratando de encontrar su camino a la democracia. Fue a Eleazar López Contreras a quien le tocó la complicada decisión de dejar desembarcar a las familias judías que escapaban de una Europa lacerada por la Gran Guerra y por otra que apenas comenzaba. Y difícil decisión, permitir aquello podía ser tomado como una afrenta directa a Hitler —quien cada vez se hacía más poderoso e influyente. Algunos pasajeros lograron enviar telegramas a familiares que vivían ya en el país. Por consiguiente, la comunidad judía del país hizo grandes esfuerzos para lograr el permiso que ya había quedado en las exclusivas manos del presidente. Pero cuentan que fue la primera dama, María Teresa Núñez de López, quien logró el exhorto final. Convenció a su marido para que diera la anuencia a esta gente, que ya temía volver a su puerto de partida o a otro destino incierto más allá de las oscuras aguas del mar venezolano.

    Ese grupo de judíos ashkenazis que bajó del barco se unió a la comunidad judía criolla, en su mayoría compuesta por sefardíes con profundas raíces en el país, algunas que pueden rastrearse hasta la colonia.

    A comienzos de los 40 se funda el colegio Moral y Luces, hoy Hebraica, con la idea de tener una escuela de primera categoría donde además se dieran materias judaicas. Esa escuela, se convertiría en un centro comunitario y, quizás, en el punto de encuentro y unión de las comunidades judías de Caracas. “Fue, además, un reducto de educación democrática”, comenta Ruth de Krivoy. En los años posteriores a su fundación albergó mentes brillantes de la talla de Leandro Mora, Luis José Bellorín, Elio Gómez Grillo y Rafael Cortesía, que por adecos o izquierdistas, se encontraban execrados políticamente, y habían quedado para enseñar a los muchachos judíos de la segunda mitad del siglo XX. Transmitieron valores, vocación de servicio y un fuerte sentimiento de arraigo por este país: su nuevo país.

    Es por esto que resulta tan doloroso el allanamiento del Hebraica en 2004. Una operación que además se llevó a cabo con los niños en las instalaciones, y 25 agentes de la DISIP buscando armas en conexión con el asesinato de Danilo Anderson. Y esa fue la primera vez. Hubo un segundo allanamiento, que tuvo lugar en 2007.

    “Venezuela fue un país receptor para muchos judíos donde se les trató con respeto. Donde llegaron a tener mucha cabida en actividades públicas”, vuelve Ruth de Krivoy, quien es uno de esos tantos ejemplos de apertura. Fue Presidente del Banco Central entre 1992 y 1994. Además, tuvieron la oportunidad de hacer grandes aportes a las artes. Isaac Chocrón, uno de los mejores dramaturgos del país, era judío. Igual que la artista plástico Susy Iglicki —quien llegó a bordo del Konigstein con cuatro años de edad. También Emil Friedman, fundador de una de las canteras musicales más valiosas de la nación. Ingenieros como Paul Lustgarten fueron clave en el boom de las grandes obras de infraestructura cuando el país dejaba su cariz colonial y rural para darle paso a la modernidad. Y ni hablar de los aportes en ciencias y medicina. Muchos fundaron hospitales y han entrenado a generaciones de médicos. Los nombres ya se confunden y la gente los identifica simplemente como venezolanos.

    Y entonces llega Hugo Chávez a la presidencia de la República. Y en 1998 busca romper con todos los sistemas tradicionales. Además, se rodea de una serie de personajes muy vinculados al radicalismo islámico, que lo convierten en un aliado natural de Hezbolá y Hamas. Visitó a Hussein e hizo migas con Gaddafi. Utilizó a su favor la fábula de la conspiración sionista, supuestamente fraguada entre Israel y los Estados Unidos. Se ensañó con una comunidad a conveniencia porque no le calzaba en su juego.

    Esas alianzas del gobierno venezolano con grupos extremistas terminan siendo explicativas de las tácticas de intimidación para presionar a sectores de la sociedad que se le oponen, o que simplemente se le resisten. El 30 de enero de 2009, un grupo de 15 personas armadas, similar a los que se identifican hoy como colectivos, anteriormente llamados “Círculos bolivarianos”, y que son reconocidos más bien como grupos paramilitares, irrumpió en la Gran Sinagoga Tiferet Israel en Maripérez. Profanaron el templo. Lanzaron al suelo los rollos sagrados de la Torá y rayaron las paredes con mensajes maldiciendo e insultando a los hijos de Abraham. Era difícil desvincular al gobierno de los hechos ocurridos en la sinagoga. Acaecieron casi simultáneamente con el rompimiento de relaciones diplomáticas con Israel. Y, posteriormente, también en 2009, Chávez dedicó varios insultos a la comunidad hebrea y comentarios irresponsables como llamarles “descendientes de quienes crucificaron a Cristo.” Por infantil y risible que suene, un comentario como ese califica de crimen de odio.

    “La economía no es la única razón por la que muchas familias judías deciden emigrar. Sobre todo en Venezuela, que se ha venido caracterizando por su economía volátil. El punto es que donde quiera que haya una mezcla de malestar económico y antisemitismo, los judíos se van, pues al final se trata de buscar bienestar para el futuro de sus hijos,” comenta Ruth. Y luego apunta que la emigración comenzó durante los años 90, cuando ya se veía que el país estaba encaminado a una situación crítica que se hizo evidente una vez que Hugo Chávez llegó al poder. “Venezuela está ahuyentando a sus mejores valores, y está perdiendo no una, sino dos generaciones. Este éxodo -de los venezolanos en general- empezó cuando Caldera.”

    Antes de los hechos de 2009, Chávez había venido cargando contra prominentes miembros de la comunidad. Fue el caso de Salomón y Alfredo Cohen, constructores de renombre, cabezas la Constructora Sambil. Esta última alzó, entre otras edificaciones, los centros comerciales de análogo nombre. En 2008, durante un Aló Presidente, su programa de televisión de los domingos, ordenó la expropiación del centro comercial Sambil que se estaba construyendo en la Candelaria, en Caracas. “¡Pare eso, señor alcalde!”, dijo refiriéndose a Jorge Rodríguez, “vamos a revisar todo eso y vamos a expropiarlo y convertirlo en una clínica, una escuela o una universidad”, espetó su orden. En su momento, la esperada inauguración del Sambil La Candelaria era vista por muchos vecinos de la zona como la llegada de la modernidad, una oportunidad de remozo y una plusvalía para sus propiedades. De un plumazo o, mejor dicho, de un sablazo, el Presidente derrumbó sueños y pretensiones. “Respetamos la propiedad privada, pero debe tener justificación social. Nunca ha debido darse la autorización. La dio la Alcaldía de Caracas y ya mandé a investigar, porque tendrán que sacarme de Miraflores para que se permita esa construcción”, justificó Chávez su descabellada arbitrariedad. La historia es de abandono. El proceso de expropiación no se completó y el inmueble fue invadido, quedando los comerciantes y el grupo Sambil con la titularidad y sin el uso. Tampoco hubo escuelas y mucho menos centros de salud pública. Seis años después, y en el marco de la desocupación de la Torre de David, Ernesto Villegas, Ministro para la Transformación de Caracas, anunció un proceso parecido para el Sambil de la Candelaria. En una entrevista que hiciera Albinson Linares a Freddy Cohen y que apareció publicada en Prodavinci, éste manifestó tener esperanzas y la disposición de hacer los esfuerzos necesarios para recuperar las instalaciones.

    Según información de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV) para 2010 la comunidad judía se había reducido a la mitad en una década. Para la fecha de esta publicación, se habla de que dos tercios de los judíos venezolanos han salido del país. Los números no son claros pues para 1999 registran entre 18.000 y 20.000. En 2014 se habla de una población alrededor de 9.500. En un trabajo para el portal Caracas Chronicles, Rachelle Krieger, estudiante de periodismo de la Universidad de Nueva York, comenta que, en 2011, del Colegio Hebraica se graduaron 120 alumnos. La promoción de 2014 no suma ni 70.

    Alejandro Benzaquén, quien participaba en el Departamento de Juventud del Hebraica, comenta que del grupo de 108 muchachos que se gruaduaron con él en 2008 quedan en Venezuela alrededor de 17. El mismo Alejandro, con su título de Comunicador de la Universidad Monte Avila bajo el brazo, se mudó a Florida buscando paz y, sí, libertad.

    Así como en los tiempos de López Contreras había llegado a Venezuela una inmigración necesaria de gente preparada, profesional, técnica y cultora de las artes, hoy es ése el capital humano que exporta Venezuela. Y es un barco que no discrimina por raza, religión, clase social, o género. Los emigrantes siempre hablan con nostalgia del azul intenso y eléctrico del cielo venezolano. “Que eso no se encuentra en ninguna otra parte”, dicen. Pero mientras despega el avión, quienes dejan el país, al no poder levantar la mirada, lo último que ven no es el cielo sino el mar. Ese mar de un azul grisáceo que esconde la oscuridad del Caribe venezolano.

    Por: Emily Avendaño
    @Emily_Avendano
    Rául Stolk
    @raulstolk
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    Domingo, 02 de octubre de 2016


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