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    THABATA MOLINA: Asesinato de Serra fue una venganza y no un sicariato



    THABATA MOLINA, Asesinato de Serra fue una venganza y no un sicariato

    El caso Robert Serra: venganza
    utilizada como show político

     

    Según investigación Robert Serra era “Gay” y lo mato su amante.

    El chavismo ha pretendido usar el homicidio del parlamentario para manipular sentimentalmente a sus seguidores y esconder la verdad de los hechos.

    Caracas.- El asesinato de Robert Serra fue una venganza. Reprochable, como cualquiera de los 25 mil homicidios que ocurrieron en Venezuela el año pasado. No hubo tal conspiración política, ni grupo paramilitar con ansias de desestabilizar o causar conmoción en la población venezolana. Esa verdad la saben muchos desde las primeras horas después que ocurrió el hecho, aquel 1 de octubre de 2014.

    Era obvio que para matar al diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela, dentro de su casa, alguien del entrono estaba implicado.

    El joven parlamentario del chavismo jamás andaba solo. Ni siquiera para salir a almorzar, en los alrededores de la Asamblea Nacional, se desprendía de su equipo de escoltas.

    El “incidente” con Eduwin José Torres Camacho, de apenas 21 años, no fue el primero que Serra tuvo con alguien de su equipo de seguridad. Este escolta se quiso vengar del parlamentario y se apoyó en un grupo delictivo para concretar su plan. No fue al revés. No hubo ningún grupo paramilitar, ni tampoco un crimen selectivo. El móvil fue la supuesta relación íntima que había entre ambos, y que el joven policía también quería terminar. Lo sabe la policía, la Fiscalía y también lo supo el chavismo.

    Pero antes, en 2012 otro de sus guardaespaldas, identificado como Alexis Barreto, funcionario del Cicpc, apareció muerto en el parque nacional El Ávila. En una entrevista que hice a Irene Venezuela, madre del guardaespaldas, ella reconoció que su hijo y el parlamentario tenían una relación, y que Barreto no quería trabajar más con él.

    La trama de este asesinato se esclareció desde el mismo momento en que el Ministerio Público analizó los teléfonos de Robert Serra y de Eduwin Torres. Ahí fue evidente que entre esos dos había un conflicto y se estableció que no tenía nada que ver con un crimen político.

    Nadie tiene derecho a perder la vida y menos por su condición sexual. Ese no es el punto, ni justificación para que haya ocurrido el asesinato de Robert Serra. Pero ya basta de que a los venezolanos se les engañe con una historia sin sentido.

    Pero el Gobierno de Nicolás Maduro necesitaba llevar el tema más allá. Sacarle el máximo provecho y convertirlo en un show que apelara al sentimentalismo, como lo hacen con todos sus muertos “importantes”.

    La mentira se les cayó con la extradición, desde Colombia, de Leiver Padilla Mendoza, el pasado 31 de mayo. “El Colombia” es un delincuente común, de los tantos que han vivido en las estructuras de Misión Vivienda.

    Fue precisamente Padilla quien escuchó en una oportunidad a Eduwin Torres discutiendo con Serra por teléfono, y allí el escolta le solicitó ayuda para concreta el plan de matar al parlamentario chavista.

    El pago serían las armas y los dólares que el diputado tenía en su vivienda, que por cierto, las autoridades nunca explicaron por qué. Solo alguien de mucha confianza podía saber que Serra tenía esas cosas en su casa.

    Para desmontar el show del Gobierno de Nicolás Maduro sobre el caso Serra, hay que hacer énfasis en algunos puntos importantes.

    Lo más grave es la injerencia del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial. El hecho de que el presidente salga a dar detalles de lo que investiga el Ministerio Público, y adelante opiniones o señale a personas, con el alegato de que la víctima era un diputado, es un acto irresponsable, que se ha repetido en varios casos vinculados con la política venezolana.

    El Gobierno de Nicolás Maduro juega con sus propios seguidores y pretende esconder la verdad al país.

    El abogado penalista venezolano, Alberto Arteaga, explicó al PanAm Post que el fin del proceso penal es el establecimiento de la verdad. Pues bien, incorporar a Julio Vélez dentro de la trama del asesinato de Robert Serra dista mucho de perseguir la verdad.

    Tan es así, que a Vélez terminaron imputándole delitos que nada tienen que ver con el homicidio del diputado, y nadie del Gobierno se preguntó por qué.

    Vélez fue aprehendido en tiempo récord, en el centro-occidente de Venezuela. Llevado a Caracas e imputado por la presunta comisión de los delitos de uso de documento público falso, forjamiento de documento público, detentación y ocultamiento de arma de guerra y municiones. Un día antes, Maduro se dirigió al país y con foto en mano lo señaló de ser quién supuestamente pagó para que mataran a Serra. ¿Dónde está la imputación por homicidio en grado de determinador, Nicolás?

    La mentira no la pudieron sostener y dejaron enfriar el tema. Típico del Gobierno Venezolano, porque total, en un par de días surgiría otro escándalo que opacaría el mito creado con el asesinato de Serra. Lo reflotarán para la campaña de las elecciones parlamentarias, porque una de las candidatas del chavismo, obviamente, es la madre del “mártir rojo”.

    A “El Colombia” sí le imputaron homicidio calificado, robo agravado y asociación para delinquir. Los mismos delitos que le imputaron en octubre de 2014 a Eduwin Torres. A Padilla Mendoza lo mostraron desde el mismo momento en que descendió del avión que lo llevó a Venezuela, custodiado y sin esposas.

    En cambio a Eduwin Torres a duras penas lo mostraron en un video, editado, con el rostro y la voz distorsionados, en el que supuestamente cuenta cómo fueron los hechos. Esa historia no era creíble.

    “En este, como en tantos otros casos, se abusa del artículo Nº37 de la Ley Contra la Delincuencia Organizada y el Financiamiento del Terrorismo, cuando se aplica la asociación para delinquir, solo porque tiene una pena de hasta 10 años de prisión. Pero ese artículo es claro y aplicable solo a personas que formen parte de un grupo de ‘delincuencia organizada’, no a cualquier banda de malandros de las que hay en Venezuela”, explicó Arteaga al PanAm Post.

    El Gobierno dijo que “El Colombia” era paramilitar y que contrató a Torres para que lo ayudara a llegar a Serra. ¿Cómo explican entonces que los apartamentos de Misión Vivienda son asignados a miembros de grupos paramilitares? Porque Padilla vivía en los edificios de La Paz, conocidos con el nombre de una famosa cárcel de Venezuela (Rodeo I y Rodeo II) desde un año antes del crimen.

    El escolta de Serra pasó de ser un simple aspirante a policía, que vivía en Antímano (otro populoso sector del oeste venezolano), a habitante de Misión Vivienda solo por cuidar al diputado chavista. Con el cargo llegaron esa y otras comodidades, pero justo después de su detención, los familiares denunciaron que los querían sacar de la vivienda.

    El Gobierno de Nicolás Maduro juega con sus propios seguidores y pretende esconder la verdad al país.

    Era “Gay” y lo mato su amante:

    Para el régimen de Nicolás Maduro, Robert Serra es un héroe caído de la Revolución –una versión venezolana del Ché Guevara– asesinado el año pasado por sicarios bajo las órdenes del ex presidente colombiano Alvaro Uribe en un crimen planeado en Miami.

    Pero las investigaciones policiales realizadas antes de que el propio Maduro asumiera el control del caso esbozan una realidad muy distinta a la versión oficial y muestran un lado oscuro del joven dirigente que terminó por costarle la vida.

    De acuerdo con documentos policiales obtenidos por el Nuevo Herald y personas cercanas al caso, Robert Serra era un violento homosexual que fue víctima de un crimen pasional, asesinado por su amante y ex guardaespaldas personal, quien decidió matarle porque temía que el diputado terminara haciendo lo mismo con él.

    Y el agresor, Edwin Torres Camacho, tenía razones para temer que eso sucediera.

    Según las declaraciones recogidas en el caso, el diputado era el autor intelectual de la muerte de Alexis Barreto, otro ex escolta y amante, a quien ordenó matar porque quería terminar la relación, debido a que el diputado le maltrataba.

    Torres también queria terminar con la relación y Serra le advirtió que si lo hacía le sucedería lo mismo que a Barreto, cuyo cuerpo fue encontrado sin vida en el Cerro Avila en julio del 2012, con un tiro en la nuca.

    Las pesquisas realizadas muestran que Serra y Torres tenían una relación sentimental, al tiempo que otras personas del entorno del diputado corroboraron que él había hecho la amenaza.

    Serra, que en su momento era considerado como una de las futuras estrellas del chavismo, también era uno de sus dirigentes más polémicos.

    Su base de poder consistía en sus vínculos con los violentos grupos paramilitares conocidos en Venezuela como colectivos y el denominado Frente Francisco de Miranda, una agrupación conformada en gran medida por jóvenes revolucionarios adoctrinados por Cuba.

    Precisamente, los vínculos que Serra tenía con los temidos colectivos, como La Piedrita, Los Tupamaros y Alexis Vive, le daban un aura de peligrosidad que inquietaba a muchas personas que tenían algún tipo de relación con él.

    “El se acercó muchísimo a los colectivos. El intentó mediar en el conflicto existente entre Los Tupamaros y La Piedrita. Ese es un conflicto armado entre bandas que dejó varios muertos. Y él medió allí bastante y era una persona muy cercana a [Valentín] Santana, que es el líder de La Piedrita, como de Oswaldo Jiménez, el presidente de los Tupamaros”, explicó el analista político Helly Angel.

    Angel, quien ahora vive en el sur de Florida, dijo que Serra era un joven de temperamento muy agresivo, que tendía a ofender y a entrar fácilmente en las peleas verbales.

    “El fue un muchacho muy controversial, muy problemático, incluso dentro de su propio núcleo familiar, con muchos conflictos y enfrentamientos, incluso entre sus propios familiares”, comentó Angel.

    Nada de esto aparece en la versión que terminó siendo presentada al público sobre el asesinato de Serra.

    El chavismo, que gasta grandes cantidad de tiempo y recursos denunciando atentados, presenta a Serra como la más reciente víctima de la conspiración internacional en contra de la Revolución, en un intento por convertir al diputado en un ícono.

    “Hoy más que nunca Robert es inspiración para la construcción de la Patria Socialista que él soñó ¡seguiremos venciendo!”, publicó en enero la ministra del Poder Popular para la Comunicación y la Información, Jaqueline Faria, su cuenta de Twitter, para conmemorar el día de nacimiento de Serra.

    Será recordado por toda Venezuela como “un ejemplo para la juventud por su entrega y pasión revolucionaria”, agregó.

    Pero detrás de la fachada revolucionaria se escondía un joven que estaba dispuesto a usar la violencia para conseguir lo que quería.

    Y eso era de conocimiento de Torres, quien tomando la amenaza de Serra muy en serio decidió actuar primero, contactando una banda de delincuentes comunes que él conocía y que residían en su mismo edificio.

    Torres les cuenta que Serra tenía en su residencia dos fusiles de alto calibre además de dinero en efectivo, y la banda decide actuar.

    Una de las cosas que llevó a los investigadores a formular rápidamente la hipótesis de que el crimen era de carácter pasional es el hecho de que Serra había muerto tras recibir 36 puñaladas.

    “Es un exceso de saña que denota el carácter personal del acto”, resalta uno de los informes.

    La otra víctima del crimen, María Herrera, recibió solo nueve puñaladas.

    El arma utilizada en el crimen no fue encontrada pero los exámenes determinaron que podría haberse tratado de un pica hielo, o algún instrumento similar.

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    THABATA MOLINA: Asesinato de Serra fue una venganza y no un sicariato…”.

    MANUEL MALAVER: Últimas claves de los asesinatos de Serra y Odremán…”.

    PESQUISA : Serra fue golpeado para que abriera caja fuerte…”.

    SUCESOS: Publican fotos del cadáver de Serra en la morgue…”.

    *Thabata Molina. Periodista venezolana especialista en temas de seguridad, violencia y conflictos penitenciarios con 12 años de experiencia en periódicos venezolanos, entre ellos El Nacional y El Universal. Oriunda de Caracas, actualmente reside en Panamá.
    Por: Thabata Molina
    @Thabatica
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    Caracas, martes, 16 de junio del 2015

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